CRÓNICA
Arcade Fire, una emotiva enciclopedia pop
El vererado grupo canadiense brindó en Razzmatazz una rara oportunidad de escuchar sus grandes éxitos en una sala
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA
Arcade Fire no se prodigarán este verano sobre los escenarios. Y menos sobre uno como el de Razzmatazz, ya demasiado pequeño para las dimensiones de su éxito (y casi para las de su formación: 12 músicos, incluyendo percusión, metales y violines, uno de ellos a cargo del virtuoso Owen Pallett). Lo del martes fue una rareza; según nos explicó allí mismo el colíder Win Butler, un modo de "pagar por nuestros pecados por no haber tocado en Razzmatazz en su día".
Tras el estimable pase de Little Scream (artista canadiense de pop progresivo con Richard Reed Parry, de Arcade Fire, como productor), 'Ready to start' fue el arranque apropiado para una actuación en forma de claro 'greatest hits', en la que se dio al fan todo lo que esperaba, salvando el regalo de algún inédito. Tres años después de 'Reflektor' y su giro a la pista de baile, hay hambre de buenas nuevas.
Pero, al menos, cayeron todas las buenas viejas. El segundo tema de la noche fue 'The suburbs', corte titular de su álbum de consagración popular (también en España, donde llegó al número dos en listas). Justo después, los que se preguntaban dónde andaba Régine Chassagne respiraban tranquilos con su entrada triunfal (vestido plateado y movimientos de androide) para el 'synth-pop' ensoñador de 'Sprawl II (Mountains beyond mountains)'. Y sin más prolegómenos, fueron después a por una de sus obras cumbre: 'Reflektor', casi ocho minutos de disco-pop vudú con giros y crescendos que estrujan el corazón y dejan agujetas.
OSCURIDAD Y DESENFRENO
Tras algunos otros rescates del último disco, dedicaron una buena sección a 'Neon bible' (2007) y su intimismo no exento de intensidad: la anti-Bush 'Keep the car running', 'Intervention' y 'My body is a cage' esparcieron (sobre todo la tercera) una cierta aura ominosa. Oscuridad rota en la recta final con 'No cars go', que llevó al pogo desatado, y una triada irresistible de su clásico debut 'Funeral' (2004) como 'Neighborhood #1 (Tunnels)', 'Neighborhood #3 (Power out)' y esa 'Rebellion (Lies)' en la que Will Butler arrancó una zapatilla a una chica sentada en el piso de arriba para tocar el tambor. Parecía el final perfecto, pero aún quedaban la fiesta de carnaval de 'Here comes the night time' y, ya como bis, el himno 'Wake up'.
Del pop épico a la balada rock marca Roy Orbison, del 'synth-pop' al glam-rock, de la new wave al sonido Studio 54, Arcade Fire funden sabiamente décadas de música popular en un repertorio cohesionado por el carisma vocal de Butler y Chassagne y un raro grado de entrega. Ya deberían estar cansados de tocar todas estas canciones, quizá lo estén, pero si es así no lo parece en absoluto. Corrientes de amor en ambas direcciones, desde arriba hacia el público y viceversa.
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