Alberto Fuguet: la hoguera de las vanidades

'Sudor' es una novela tres en uno y caleidoscópica y muy moderna relatada al revés

RICARDO BAIXERAS

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'Sudor' es una novela tres en uno y caleidoscópica y muy moderna relatada al revés: “Un libro acerca de escritores y de la manía de escribir contado a través de dos personas que no escriben pero sí leen”.

Uno si miramos el mundo literario, las fiestas y los festejos en torno a los autores y libros que en el mundo han sido. Aquí se trata Rafael Restrepo Carjaval y de su hijo Rafa Restrepo Jr., “un supuesto coloso literario… que valió más como persona, como adolescente eterno, como personaje real que como creador.” Padre e hijo visitan la Feria del Libro de Santiago de Chile porque tienen que promocionar 'El aura de las cosas', en el que el padre escribe la letra y el hijo pinta las imágenes. Poner en la picota a más de uno en esta hoguera de las vanidades en que se ha convertido el mundo literario le habrá resultado enormemente divertido a un Fuguet que campa a sus anchas delineando con paciencia egos a diestra y siniestra.

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Dos si miramos los entresijos olfativos del mundo gay y de las relaciones homosexuales que giran en torno a la aplicación Grindr 'et altri': aquí te pillo, aquí te mato. Si en el primer círculo los Carvajal son los protagonistas evidentes, en este segundo círculo Alfredo Garzón, Alf, se convierte en la portentosa figura que aglutina todas las miradas. Las escenas de sexo son duras porque de lo que aquí se trata es “no solo de escribir de temas gay sino de escribir como un hueón caliente”.

Y tres si miramos un Chile cosmopolita y potentísimo capaz de aglutinar en su ser una miríada de Chiles muy dispares. Chile es Nueva York, Berlín, Londres…

De esta novela de 600 páginas un tanto excesiva llama la atención una agilidad narrativa inusual más que desacomplejada y una clara voluntad de tocar con la yema de los dedos la futilidad de la existencia. Pero quizá su mayor logro sea una endiablada habilidad para pergeñar largos diálogos velocísimos. Es cierto que por momentos el lector intuye que algunas repeticiones lastran el discurso. Pero a buen seguro que le queda la absorbente sensación de que ha sido espectador de un mundo donde todo cabe. Los diálogos son literatura, arte, vida, sexo, amistad y soledad que se dibuja en un contexto urbano ultramoderno cuya fotografía a lo selfie resulta tremendamente paradójica. Los personajes gozan de relaciones intensísimas que la mayor de las veces resultan vacuas y que les lanzan a sudar ríos de tinta para comprender al fin que todo “es personal y todo lo que es personal merece una historia.”