LA GRAN CITA 'INDIE' DE BARCELONA

Gestos íntimos en la inmensidad

Andy Shauf, Julien Baker y Destroyer demostraron en el Primavera Sound que se puede noquear al público con delicadeza

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JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA

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En el mundo moderno, se supone que hay que elevar la voz, gritar bien alto, dar la nota, para que te hagan caso. Pero algunos artistas de la primera jornada del Primavera Sound -el cuerpo maltrecho de este cronista no puede creer que sea la primera- demostraron justo lo contrario: un hilo de voz puede provocar efectos sísmicos y un cambio de acorde bien encontrado puede generar el impacto de una bola de ruido eléctrico. Menos, a veces, es todo lo que necesitas.

Andy Shauf, una de las primeras apuestas de la tarde, es un cantautor de Saskatchewan (Canadá) que ha heredado algunas de las mejores cualidades de Elliott Smith: una voz que puede aplastar emocionalmente sin apenas salir del susurro, una intuición melódica rara de encontrar, con tendencia al vals pop… En el Auditori del Fòrum convenció sin cambiar de tácticas. Tocaba para ese gigantesco patio de butacas como si tocara ante unos amigos en una pequeña habitación. Algunos ya parecían conocerle de hace tiempo y celebraron, con solo sonar una nota, canciones como ‘Early to the party’ y ‘Martha sways’, en la que sonó a versión masculina de la añorada Stina Nordenstam.

Solo rompió la magia el contraste entre la oscuridad y los brillos de las pantallas de móvil, contraste del que, por suerte, uno se libra en los escenarios exteriores. Durante el concierto de Julien Baker (Adidas Originals), la gente ni siquiera miraba el móvil, al menos entre las primeras filas; se respiraba el respeto de los fieles y convencidos de antemano. La joven cantautora suele llevar su voz hacia extremos emocore, pero sabe doler igualmente cuando solo está preparando el camino hacia esos picos de intensidad; los clímax de 'Rejoice' (su tema de epifanía religiosa) o 'Something' (sobre todo lo que no se dice a tiempo). Probablemente, quien no fuera fan se convirtió allí mismo. Un hito.

DE RUIDO TAMBIÉN SE VIVE

Dan Bejar, líder de Destroyertambién confía en el atractivo de la sutileza. De hecho, su pop elegante suena anacrónico, compuesto a partes iguales de referencias clave de los 70 (Steely Dan), los 80 (Prefab Sprout) y los 90 (los Pet Shop Boys de ‘Behaviour’), pero, desde luego, pocas del ruidosísimo 2016. Así en sus fotos de promo como sobre el escenario, cultiva una pose de millonario triste que puede no resultar creíble, pero es encantadora. Tomó el Ray-Ban con una banda de ocho (incluyendo vientos) y sacó lustre sin aparente esfuerzo a composiciones como ‘Chinatown’, ‘Forces from above’ y ‘Times Square’.

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No mucho antes, Car Seat Headrest habían apostado en Pitchfork por otra concepción de la música: si Destroyer suenan a un elegante tren nocturno, Car Seat Headrest suenan como un Mini cayendo a trompicones por una escalera y perdiendo piezas por el camino, al contrario que los que salen en ‘The italian job’, original y 'remake'. Indie rock atropellado, veloz y destartalado para amantes de Pavement y los Dinosaur Jr. de estribillos más claros. De ruido también se vive, como han descubierto Daughter (H&M), quienes parecen haberse apartado un poco del pop atmosférico para mirar hacia el posrock.

GRAVEDAD CERO CON AIR

A primera hora de la noche, las estrellas eran Air, el dúo francés de pop ingrávido y planeador que tuvo su gran momento de gloria a finales de los 90. Nicolas Godin y Jean-Benoît Dunckel pasaron sus apuros para encender al público: ‘Venus’ apenas causó gran efecto, mientras que ‘Don’t be light’ dejó a medias porque la gran catarsis, en realidad nunca llega. Su primer triunfo fue ‘Cherry blossom girl’ (en el que brillaron las armonías vocales), seguido poco después por ‘Playground love’, de la banda sonora de ‘Las vírgenes suicidas’, o la inevitable y muy celebrada en principio ‘Sexy boy’. El público entró en calor menos con la impoluta música que con el colapso humano; quizá sea mentira, pero en ese momento el público entero del Primavera parecía reunido ahí. Se vivieron escenas como aquella de ‘El imperio del sol’ en la que Christian Bale, todavía niño y no Batman, pierde su maqueta de avión y acaba perdiendo a su familia.