Queen da juego en el Sant Jordi

La nueva encarnación de la banda, con la voz de Adam Lambert, se mostró técnicamente eficaz en su actuación en BCN

Concierto de QUEEN en el Palau Sant Jordi con Adam Lambert y Brian May.

Concierto de QUEEN en el Palau Sant Jordi con Adam Lambert y Brian May. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Podrá sonar a provocación, pero Adam Lambert encaja con la plástica de Queen, con sus exigencias vocales y sus brillos 'kitsch', de un modo más integral que cualquier voz a la que Brian May y Roger Taylor se hayan acercado después de la muerte, en 1991, de Freddie Mercury. Sí, tratar de hacerle olvidar es misión imposible, Queen no existe y Queen + Adam Lambert no es más que entretenimiento nostálgico, pero, asumido eso, alcanza sus propósitos de un modo nítido, más que en sus encarnaciones con el ilustre Paul Rodgers.

Lambert parece muy consciente de todo ello, y este domingo, en un Palau Sant Jordi con las entradas agotadas a última hora, lo dejó claro cuando, tras invitar al público, quizá metafóricamente, a hacer juego, ‘Play the game’, preguntó si había fans de Mercury en la sala. “Yo también lo soy”, replicó ante el griterío. “Y solo habrá un Freddie Mercury, ¡para siemnpre! Y porque le amamos todos juntos, vamos a celebrarlo todos juntos”.

El concierto se había abierto paso con la munición más rockera: ‘The hero’, de la banda sonora de ‘Flash Gordon’, seguida de ‘Hammer to fall’, ‘Seven seas of rhye’, ‘Stone cold crazy’ y ‘Fat bottom girls’, algunas en versión reducida, al galope, cerca del hard rock y con ese sonido estridente y limpio, reconocible a la legua, de la guitarra de May, la Red Special, que el músico diseñó cuando era un adolescente con la ayuda de su padre. Lambert brindó ahí una voz poderosa, esbelta, rejuvenecedora, y supo adaptarse a la vez a los aires cabareteros de ‘Killer queen’, que abordó sentado en un ostentoso sillón de monarca.

REGISTRO MÁS ABIERTO

La banda ofreció hasta nueve canciones que no interpretó en los conciertos con Paul Rodgers del 2005 y 2008, debido en parte a que ahora se ve liberada de tener que tocar material de Free y Bad Company, y porque Lambert cubre áreas que su predecesor no podía asumir. Ahí estuvieron ‘Somebody to love’. ‘Under pressure’ (DavidAdam Bowie, en la pantalla circular que presidía el escenario), ‘Don’t stop me now’ y ‘Another one bites the dust’. Lambert fue la estrella, más que Rodgers entonces, y May y Taylor se permitieron pocos momentos de foco: ‘Love of my life’, entonada por el guitarrista, y la sentimental instrumental ‘Lost horizon’, de su obra en solitario y, por parte del batería, ‘These are the days of our lives’, que condujo hasta su solo, felizmente breve. Taylor tocó reforzado por otro ‘set’ percusivo manejado por su hijo, Rufus Tiger.

Fichar a un ídolo de ‘talent show’ como es Lambert para ponerse en la piel de Freddie Mercury contraviene la mística del rock y es una bofetada al romanticismo e incluso a la razón, pero, puestos a convertir a Queen en un Frankenstein, la elección se mostró técnicamente eficaz en el Sant Jordi. En los compases duros, como ‘I want it all’, y en los líricos, de ‘Who wants to live forever’ a la intrincada ‘Bohemian rhapsody’ (combinando su voz con la enlatada de Mercury). Sabiendo el modo de elevar hasta las alturas la tragedia de ‘The show must go on’ y de hinchar el Sant Jordi a lomos de los himnos de himnos, ‘We will rock you’ y ‘We are the champions’. Queen no existe y Queen + Adam Lambert ofició el más resolutivo simulacro posible.

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