Cannes se rinde a Ken Loach

El director británico rompe los pronósticos y conquista su segunda Palma de Oro con el drama social 'Yo, Daniel Blake'

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NANDO SALVÀ / CANNES

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El británico Ken Loach forma parte desde hace unas horas de la realeza del Festival de Cannes. El triunfo obtenido en el certamen francés por 'Yo, Daniel Blake' -la duodécima de sus películas en competir aquí-, lo incorpora a ese selecto grupo de cineastas -solo ocho miembros, entre ellos Coppola, Haneke, Kusturica y los Dardenne-- que cuentan en su haber con dos Palmas de Oro. Obtuvo la primera hace justo una década, gracias a 'El viento que agita la cebada' (2006); la segunda lo hace en un momento de la carrera del británico en el que cada película podría ser la última. De hecho, Loach anunció su retirada tras completar su película inmediatamente anterior, 'Jimmy’s Hall' (2013).

Por ese motivo, su nuevo triunfo en el certamen funciona a modo de homenaje a una carrera llena de solidez y coherencia, concebida como lucha sostenida por la justicia social. También se explica por una cuestión humanitaria: sin duda los miembros del jurado son gente decente para quienes el desmantelamiento del estado del bienestar -contra eso habla 'Yo, Daniel Blake'- es algo terrible. Sin embargo, considerando criterios puramente artísticos concederle el premio es una insensatez. Es una película maniquea, manipuladora y de tosco sentimentalismo, y en todo momento nos dice qué debemos sentir y qué pensar. En realidad, esas características son parte esencial de casi todo el cine de Loach.

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Está lejos de ser la única decisión cuestionable del grupo de jueces presididos por el cinesta George Miller. Muy lejos. De hecho, los responsables del festival deberían plantearse empezar a tomar medidas -sobornar al jurado, coaccionarlo, incluso eliminarlo y dar ellos mismos los premios- para garantizar que en el futuro se repetirán palmareses tan injustos y disparatados como este. Ha sido una edición insólitamente llena de películas extraordinarias a concurso: por ejemplo 'Toni Erdmann', de Maren Ade; o 'Paterson', de Jim Jarmusch; o 'Sieranevada', de Cristi Puiu; o 'Elle', el esperado regreso al cine de Paul Verhoeven. Todas ellas se van de Cannes de vacío.

En cambio, Miller y los suyos han concedido el Gran Premio Especial -segundo galaradón en importancia- a 'Solo es el fin del mundo', hora y media de histérico intercambio de gritos, lágrimas y muecas en primerísimo primer plano adornados de trucos visuales y horribles canciones pop, confirmando así al quebequés Xavier Dolan como el director más sobrevalorado del cine actual. Y para como ganadora del Premio del Jurado han elegido 'American honey', interminable 'road movie' empeñada en convencernos de que la sordidez del lumpen estadounidense es inmensamente bella y poética. Con este premio, la británica Andrea Arnold confirma su idilio con el certamen: todas las películas que ha presentado aquí -'Red Road' (2006) y Fish tank (2009) fueron las anteriores se han llevado el mismo premio.

PREMIO EX AEQUO EN DIRECCIÓN

Para que el palmarés fuera justo, uno de esos tres galardones principales debería haber ido a parar a 'Graduación', el magnífico estudio sobre la corrupción endémica que azota a la sociedad rumana que ha dirigido Cristian Mungiu. Que en cambio le hayan concedido solo el premio al Mejor Director es un error por partida doble, puesto que encima se lo hacen compartir ex aequo. La otra mitad del galardón recae en el francés Olivier Assayas, que lleva años presentando en Cannes películas mucho mejores que Personal Shopper, y no obteniendo ningún premio con ellas.

Quizá menos problemáticos, por último, resulten los premios interpretativos, pero no mucho. Poco hay que objetarle al premo al Mejor Actor concedido a Shahab Hosseini por su interpretación de un hombre obsesionado por vengarse en 'The salesman', de Asghar Farhadi; en cambio, el trabajo de Jaclyn Rose en la cinta filipina 'Ma’Rosa', de Brillante Mendoza, es una broma comparado con el de no Isabelle Huppert en 'Elle' o el de Sonia Braga en 'Aquarius'.