CRÓNICA DE ÓPERA

DiDonato y Ciofi iluminan 'Capuletos y Montescos'

El Liceu aclama a la pareja protagonista de la ópera de Bellini, en un montaje marcado por la estética del vestuario de Christian Lacroix

Capuletos

Capuletos / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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Joyce DiDonato y Patrizia Ciofi elevaron la temperatura emocional de 'Capuletos y Montescos', tragedia lírica de Vincenzo Bellini. La pareja protagonista de esta versión de la historia de Romeo y Julieta inspirada en fuentes italianas anteriores a la obra de Shakespeare conmovió al público del Liceu por la intensidad dramática y el seductor estilo vocal de sus interpretaciones. El montaje de esta coproducción, a cargo de Vincent Boussard con dirección musical de Riccardo Frizza, está muy marcado por la estética del vestuario del modisto y figurinista Christian Lacroix.

La participación del diseñador incide de forma determinante en la concepción visual del espectáculo, planteado desde una puesta en escena sobria pero efectista que potencia los simbolismos que rodean el destino trágico de los amantes de Verona. La visión de Boussard resalta la demoledora soledad de los jóvenes protagonistas en el ambiente de intolerancia de las facciones rivales. Todo ello responde a la lógica de la concepción sintética con que se fraguó esta ópera que cuenta con solo cinco personajes, un coro masculino y un grupo de figurantes femeninos que aparece como coral muda.

REBELDÍA Y FRAGILIDAD

El colorista vestuario de las mujeres, con toques de 'Commedia dell’arte', contrasta con los elegantes ternos de los hombres, tocados con chisteras y visibles lazadas. El de Romeo resalta la rebeldía del personaje y el de Julieta, su fragilidad frente a las circunstancias. Esta aparece reflejada en momentos como el de su deslizamiento, con pasos casi de ballet, por un simulado abismo situado al borde del escenario o en el pasaje en el que, subida a un lavabo, acaba reptando por la pared como reflejo de la búsqueda de un sueño imposible. Muy logradas las imágenes del dúo final de las protagonistas, con la proyección de sus fantasmagóricas sombras sobre el muro antes de emprender el viaje eterno.  

A pesar de este imaginativo despliegue, al final de la función hubo algún abucheo para el equipo de registas. Tuvo, en cambio, suerte el Liceu de contar con DiDonato, una de las mejores Romeo del circuito, para sustituir a la anunciada Elina Garanca. La mezzo de Kansas dio un curso de estilo y de dominio de su rol. Emisión perfecta, agudos siempre bien colocados y carisma escénico para dar y vender. Sublime en el aria 'Deh, tu, bell'anima!' y magníficos sus dúos con Ciofi, una Julieta de muchos quilates que demostró un control absoluto de los vaivenes de su personaje, en una actuación realmente emocionante.

Del resto del reparto, destacó el tenor Antonio Siragusa (Tebaldo), de límpísimo timbre aunque a veces algo desbordado. Un sólido Simón Orfila (Lorenzo) se mostró siempre creíble y convincente y Marco Spotti cumplió como Capellio, el intransigente patriarca del clan de los Capuleto y padre de Julieta. Muy bien el coro masculino y correcta la dirección de Frizza, siempre atento al equilibrio con los cantantes, al frente de la orquesta de la casa.