REPOSICIÓN

'Per un sí o per un no' vuelve a la Sala Muntaner

Ramon Simó dirige a Lluís Soler y Manel Barceló en la nueva versión de la obra de Nathalie Sarraute sobre el fin de la amistad

obra de teatro per si o per no

obra de teatro per si o per no / periodico

SONIA ÁVILA / BARCELONA

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'Per un sí o per un no', la obra de Nathalie Sarraute sobre el fin de una amistad, vuelve bajo la dirección de Ramon Simó a la Sala Muntaner, en una nueva versión en la que la presencia de Manel Barceló en sustitución de Xavier Boada no es el único cambio respecto al montaje que se estrenó en el mismo espacio a principios del 2014. Esta reposición, asegura Simó, potencia el humor y la ironía; tanto los momentos tristes como los alegres son más intensos, de modo que el montaje, que estará en escena hasta el 19 de junio, se acerca más a una conversación no ficcionada.

A juicio del director, esta versión es mejor que la primera porque refuerza el sentido dramático de toda relación humana, desde una amistad hasta un matrimonio o un noviazgo. En todas ellas, subraya, cada persona cumple un rol impuesto por la sociedad. "Al final, los personajes saben que su amistad no termina porque la gente no cree que ya no cumplan con ese papel de amigos", señala. Sin restar méritos a la primera versión, Simó apunta que la actuación de Barceló inyecta "viveza" y "espontaneidad" al texto de Sarraute.

UNA CONVERSACIÓN ÁSPERA

Dos sofás y un estéreo portátil. En este ambiente austero, se desata una conversación incómoda entre los dos hombres cuando el volumen de la música que escuchan se eleva poco a poco hasta hacerse insoportable. Es la primera escena de siete minutos que sirve de introducción a un careo hostil. Al terminar la música, los viejos amigos se miran y ya no se reconocen. Olvidan qué es lo que los mantenía unidos en esa relación, y, por el contrario, surgen viejos reproches.

La discusión se hace áspera y revela las diferencias entre uno y otro. Lluís Soler interpreta a un hombre generoso y bohemio, satisfecho con la idea convencional de felicidad; Barceló hace el rol del antagonista al estar en  desacuerdo con el ritmo acelerado de la vida moderna y los cambios inevitables. Ambos encarnan dos modos de entender la vida. "La pieza toca muchos temas, como la capacidad de adaptarse a la realidad, la capacidad de vivir en un lugar en renovación, la presión de otras personas. Al final los personajes se reencuentran porque hay algo que les dice que tienen que seguir siendo amigos aun sin estar de acuerdo por completo", añade Simó.

Dicen que las buenas relaciones son las que superan los pleitos, y tal vez por eso el público ríe tanto durante el montaje. El director cuenta que. sin ser explícitamente una comedia, el espectador suelta carcajadas al verse identificado en los dos personajes. "Todos hemos vivido una de estas situaciones, y esa máquina de la memoria tonta nos la repite a cada rato".

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