Colombia ensangrentada

EL LIBRO DE LA SEMANA. 'Aquiles o El guerrillero y el asesino', la novela póstuma de Carlos Fuentes sobre la muerte del líder del M-19

Carlos Fuentes, en su última visita a Barcelona, en el año 2011.

Carlos Fuentes, en su última visita a Barcelona, en el año 2011. / ARCHIVO / JONATHAN GREVSEN

RICARDO BAIXERAS

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La historia que conmovió durante más de veinte años a Carlos Fuentes (Panamá 1928- Ciudad de México 2012) y que ahora se publica de manera póstuma es la historia de Carlos Pizarro Leongómez, guerrillero líder del M-19 que, tras abandonar las armas, se convirtió en candidato a la presidencia de Colombia y que un día primaveral de abril de 1990 fue asesinado por varios sicarios a bordo de un vuelo que debía trasladarle a Barranquilla. Esta historia ocupó la mente de Fuentes durante muchos años y no fue mucho después que encontró el modo en que debía narrar la historia criminal -una más- de Colombia: “No hay nada en Colombia […] No hay Estado, no hay nación, no hay memoria. Hay rencores vivos. Sólo hay amor y odio.” Cuando Fuentes encontró la voz encontró el vórtice de la violencia infernal que desangraba un país martirizado por las guerrillas, el narcotráfico, la corrupción o los paramilitares. Es de este modo que el narrador puede decir que “hablar de la historia era hablar de la violencia, memorizarla como las tablas de multiplicar, cada muerto igual a una venganza”.

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A caballo de la historia plural y la crónica personal, Fuentes inocula el veneno de la ficción a un acontecimiento que le turbó y que, según cuenta Julio Ortega en el extraordinario prólogo, “pocos libros le costaron tantos años, borradores y recomienzos.” En esta novela Fuentes no ha renunciado a desarticular, sin días, sin fechas, la historia de un hombre convertida en destino de un país y de todo un continente: “cantar la cólera del Aquiles colombiano, pero también, sin duda, descubrir la pasión de Aquiles, sus amores, razones, dudas”.

MAESTRÍA TÉCNICA

Ensamblada como si de un puzzle se tratara, la maestría técnica de Fuentes ofrece aquí todos sus frutos: al inicio y al final la misma escena conocida por todo el mundo, la muerte del héroe; y en las escenas interiores un bajo continuo de recuerdos familiares, la historia de amor, las contradicciones de las ideologías revolucionarias, una suerte de genealogía de la violencia que prepara al lector para la apoteosis final en una parábola extrema que permite releer la novela como el paradigma contradictorio de sacrificio y muerte de un hombre (y un país) que perdió “la guerra para ganar la paz” en palabras de Ortega.

Imaginar una narración fragmentaria de un país asolado por tanta muerte violenta (“… la Violencia era la novia envenenada de Colombia, su vampiro de lodo”), concebir una trama poliédrica de una historia cierta y conocida y hacerlo desde un punto de vista narrativo mixto -tratamiento periodístico y ensayístico de crónica personal y política, que orilla la historia verdadera y por ende mentirosa, con evidentes visos detectivescos- es la prueba irrefutable de que Fuentes mantuvo hasta el último suspiro su fe inquebrantable en la ficción. Sin el afán omnívoro y totalizador de 'La región más transparente', 'Cambio de piel' o 'Terra Nostra', Fuentes ha sabido convertir la sordidez humana y la historia natural de la destrucción (W.G. Sebald dixit) en el placer de la historia convertida en arte.