Feliz rescate del 'Idomeneo' histórico de Mozart

La versión íntegra de la ópera más profunda del genio de Salzburgo brilla en València con un reparto de cantantes encabezado por Gregory Kunde

Uno de los momentos del montaje de 'Idomeneo', en el Palau de les Arts de València.

Uno de los momentos del montaje de 'Idomeneo', en el Palau de les Arts de València. / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / VALÈNCIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Gesta del Palau de les Arts. El teatro de València ha escalado el Everest mozartiano con la puesta en escena de 'Idomeneo, re di Creta', ópera que marcó el camino de la explosión del genio de Salzburgo hacia la madurez compositiva y dramática. Escrita a sus 25 años, está considerada como la primera de sus siete grandes obras maestras, entre las que figuran la trilogía de Da Ponte con 'Las bodas de Fígaro', 'Don Giovanni', y 'Cosí fan tutte', o 'La flauta mágica'. La producción incorpora números de  ballet tal como ocurrió con la histórica versión de su estreno absoluto en 1781 en Múnich.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El montaje de Davide Livermore\u00a0","text":"y Fabio Biondi incluye ballet y otras variaciones,como sucedi\u00f3 en su estreno en 1871 en M\u00fanich"}}

El desafío del intendente del coliseo lírico y director escénico, Davide Livermore, y del responsable musical y titular de la magnífica orquesta de la casa, Fabio Biondi,  es grande. Ambos han superado la papeleta con nota salvo en alguna objeción escenográfica. Un buen reparto de cantantes encabezado por el versátil Gregory Kunde, que compone un imponente rey Idomeneo, y un coro de grandes prestaciones teatrales ayudan a hacer comprensible esta historia que viaja al interior más profundo del ser humano en un trayecto que Livermore compara con el de 'La odisea' de Homero o al filme de Kubrick '2001: una odisea del espacio'.

El relato narra el drama del rey de Creta, quien para salvarse de un naufragio promete a Neptuno sacrificar al primer hombre que se encuentre al llegar a tierra firme. La fatalidad hace que ese ser sea su propio hijo Idamante (encarnado por una gran Monica Bacelli, en un rol originalmente de 'castrato'). El heredero del trono está enamorado de la princesa y esclava troyana Ilia (estupenda Lina Mendes de cristalino timbre) frente a la oposición de la pasional Electra que también ama al joven (una Carmen Mateu formidable sobre todo en la última y recolocada aria). El rey y su consejero Arbace (un buen Emmanuel Faraldo) traman una estrategia para burlar el compromiso con el dios del mar cuya ira se desatará con furia destructora y empujará al pueblo a pedir al monarca que cumpla su pacto sin saber que la víctima es Idamante.

MENSAJE CONTUNDENTE

El desenlace con final feliz, atendiendo el encargo que Mozart recibió de la corte bávara que quería una ópera para estrenarla en la celebración del Carnaval, no oculta la contundencia de los mensajes del libreto del 'abate'  Giambattista Varesco,  corregido hasta la última sílaba por Mozart para preservar la pulcritud de una partitura calificada por un inspirado Biondi como "la más deslumbrante del genio desde la óptica orquestal". Y también como la más revolucionaria en la época al introducir tríos y cuartetos, dar protagonismo a los coros y ofrecer una continuidad en las escenas hasta entonces inexistente.

Livermore ha planteado una dramaturgia que dé respuesta a las tres preguntas que, en su opinión, tiene la obra: quién es Dios, dónde está el hombre y quién es el monstruo, para concluir que lo divino y lo monstruoso "está dentro de los nosotros mismos que somos los único que podemos cambiar el destino". La iluminista lectura de la obra y su compleja reflexión filosófica, ética y moral se refleja en un montaje presidido por símbolos y potentes vídeos que reflejan tsunamis, naufragios, apariciones del monstruo y una especie de escenificación del fin del mundo del que también habla la obra.

EXCESO DE LÍQUIDO

El charco de agua, que se fusiona con las imágenes de vídeo del mar, logra efectos sorprendentes aunque el exceso de líquido, sobre el que se mueven los protagonistas y el coro y chapotean/bailan los componente del esforzado ballet acaba resultando algo reiterativo. Esta dificultad  no resta, sin embargo, méritos a una producción de complicada resolución y en que la todos los elementos han jugado un papel determinante al servicio de la claridad de esta profunda ópera de gran belleza.