Cathy Claret, nómada del pop

La cantautora francesa establecida en Barcelona reaparece en Jamboree con su primer disco en ocho años, 'Solita por el mundo'

Cathy Claret

Cathy Claret / VERÓNICA PAPALEO

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Cathy Claret aparece y desaparece, y estos días estamos de suerte porque nos sorprende con uno de sus raros momentos de visibilidad: disco nuevo, ‘Solita por el mundo’, cuyo título lo dice todo, y recitales con su banda al completo, este jueves en Jamboree (20.00 y 22.00 horas). “Nunca he podido contar con un apoyo discográfico estable, aunque eso tiene su lado bueno y es que haces lo que te sale del corazón”, explica esta francesa de Nimes, establecida en Barcelona desde hace cerca de tres décadas.

Autora de ‘Bolleré’, canción popularizada por Raimundo Amador, y cofundadora de la Bel Canto Orquestra de Pascal Comelade, Claret emprendió en los 80 una trayectoria como cautautora de pop melancólico bajo el influjo de la rumba y la bossa nova, transmitiendo ‘joie de vivre’ con voz susurrante. “En Francia, entonces lo mío, cantar dulce, no se llevaba”, recuerda. ¿Y ahora en España? “Tampoco, aquí la gente escucha a Malú y a cantantes que chillan”. Tiene expectativas con Japón, país en el que conserva fans de otros tiempos. “El disco saldrá allí en julio y estoy loca de contenta. El avión me da terror, pero tendré que ir”.

EMPEZAR DE CERO

Tras grabar ocho trabajos con canciones dedicadas a conceptos seguramente tan extemporáneos como la vida nómada, la pereza, la libertad, Claret se encontró sin discográfica. “Nadie daba un duro por mí, me sentí empezando de cero una vez más, y como no tenía presión fui grabando maquetas en casa y experimentando mucho”, revela. El fruto es ‘Solita por el mundo’, más pop que flamenco, refinado y con brisa brasileña.

No tiró la toalla porque la música es, dice, “una necesidad” para ella, aunque sí tuvo “una pequeña crisis artística”. Pero una canción nueva, ‘Chocolat’, con su exotismo mundano, le alumbró el camino hacia un “pop sesentero, luminoso y un poco ‘retro’”, de esbeltas melodías. “Me salen muy fácilmente, más que las letras”, confiesa. ¿Recuperando sus reflejos de Françoise Hardy? “Sí, y de Gainsbourg. Yo hago de los dos, de Françoise y de Serge”, bromea. No se considera nostálgica, pero le gusta cultivar un imaginario evocador, “que haga pensar en películas como ‘La dolce vita’”.

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Donde menos se lo espera encuentra a un fan, como Marc Collin, de Nouvelle Vague. “Hace unos años, un día abrí mi MySpace y me encontré mi primer mesaje, que era suyo. Me decía que yo había sido una precursora”, recuerda. Collin colabora en el disco, al igual que su viejo amigo Comelade y dos inesperadas voces: Rossy de Palma (“con esa voz grave a lo Gainsbourg, es muy artista”) y Bebe. “Me dijo: ‘estoy para lo que tú quieras’. Me extrañó que alguien del ‘mainstream’ conociera mis canciones”.

Cocinó el disco “solita”, que es como se sintió durante su infancia transhumante, y como sigue situándose en la vida. “Porque en Barcelona nunca me he sentido integrada, sino  inmigrante”, asegura Claret, que vive en familia en el mundo gitano, con un pie en su “casita blanca” de Les Planes y otro en Montpellier. Una comunidad que la arropará en Jamboree, donde contará con una imprevista invitada, Marina Rossell. “Un día estaba en la FNAC, me para y me dice: ‘¡Mira qué tengo en la bolsa!’. Y me saca un disco mío que se acababa de comprar. Quiere cantar ‘Bolleré’. ¡Sí, ‘Bolleré con Marina Rossell!, ¿alguien se lo puede creer?” 

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