ESTRENO

La muerte explicada a través del silencio

Hermann Bonnín dirige en La Seca Espai Brossa 'Interior', una adaptación de una pieza de Maurice Maeterlinck

Albert Eritja

Albert Eritja / periodico

SONIA ÁVILA / BARCELONA

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En un entorno austero, cuatro personas se enfrentan al reto de explicar la muerte con la elocuencia del silencio, de evocar el duelo sin palabras. Son los encargados de informar a una familia de que su hija se ha suicidado. Pero cuando no consiguen narrar cómo la niña se tiró al río, dejan que las miradas, la respiración y el entorno mudo hagan lo propio. Es una de las escenas clave de 'Interior', obra de teatro dirigida por Hermann Bonnín en La Seca Espai Brossa.

La pieza es una adaptación del texto 'Variaciones sobre la muerte' del escritor belga Maurice Maeterlinck (Gante, 1862 - Niza, 1949)La dramaturgia es de Sabine Dufrenoy a partir de la traducción de Jordi Coca. La obra, con un repartro integrado por Carles Arquimbau, Òscar Intente, María Padi Padilla y Marta Laia de Mendoza, estará en escena hasta el 8 de mayo.

El montaje se caracteriza por el minimalismo, tanto del escenario como del diálogo, para dar más espacio físico y temporal a un silencio reflexivo. "La figura de Maeterlinck generó a finales del siglo XIX e inicios del XX una revolución en el arte al ofrecer una experiencia del mundo de los sentidos, del silencio, de la elocuencia del silencio y de las palabras. Él entendía a los personajes de sus obras como símbolos", apunta Bonnín.

UN ESPACIO ÍNTIMO

Para Bonnín, Maeterlinck –dramaturgo, poeta y ensayista, autor de 'Pélleas y Mélisande' (Que Claude Debussy convirtió en ópera) y 'El pájaro azul'- estableció las bases del modernismo a partir de sus escritos simbolistas, tanto en la poesía como en el teatro. En ellos reflexionó sobre la vida, la muerte, el mal y el ser humano. Y en las artes escénicas tradujo sus preocupaciones estéticas en montajes más íntimos.

En 'Interior', por ejemplo, la atención se centra en el pensamiento de los cuatro actores sin distracciones musicales. Incluso son evidentes los lapsos de silencio que suponen un modo de explicar la muerte de la niña. Las pocas interrupciones se deben a los gráficos de Joan Cruspinera, que construyen un ambiente simbólico. "La obra leída dura 30 minutos, e interpretada, una hora y cuarto. Es insólito presentar silencio, pero los actores han hecho un buen trabajo de exploración de ese mundo sin palabras", señala el director.

Para dar equilibro al montaje, los diálogos son planteamientos poéticos. En ellos, Maeterlinck ofreció un análisis filosófico sobre la vida y el ser humano, la tragedia cotidiana y el destino. Y si bien responden a un contexto social de finales del siglo XIX, en opinión de Bonnín mantienen su vigencia en la sociedad contemporánea. "Habla sobre la muerte como un sistema asociado a la vida, como parte de ella".

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