Chus Lampreave, el humor surreal hecho mujer

La 'chica' Almodóvar por excelencia, inolvidable en su registro cómico-costumbrista, fallece en Almería a los 85 años

Chus Lampreave

Chus Lampreave / periodico

QUIM CASAS / BARCELONA

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Hay actrices y actores asociados a la obra de un solo director. Es el caso de Chus Lampreave, fallecida esta madrugada en Almería a los 85 años. Siempre se la recordará por sus papeles secundarios en el cine de Pedro Almodóvar. De hecho, es la “chica” Almodóvar por excelencia. El azar ha hecho que su muerte coincida con el estreno, este viernes, de la última película del director manchego, 'Julieta', un melodrama generacional (aquí el enfrentamiento es entre madre e hija, como en algunos clásicos del género: 'Mildred Pierce' y 'Stella Dallas') en el que no había cabida para personajes como los encarnados por Lampreave en 'Laberinto de pasiones', 'Entre tinieblas', '¿Qué he hecho yo para merecer esto?', 'Matador', 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', 'La flor de mi secreto' (en la foto de abajo, con Rossy de Palma), 'Hable con ella', 'Volver' y 'Los abrazos rotos', sus nueve colaboraciones almodovarianas. Personajes variopintos, siempre con el mismo registro cómico-costumbrista de la actriz.

Lampreave hace honor a la importancia que en el cine español han tenido siempre los actores de carácter, mal llamados secundarios. Necesarios como contrapunto, generalmente distendido. A veces auténticos roba-escenas. La obra de Luis García Berlanga o José Luis Cuerda anda repleta de estos rostros insustituibles que han marcado una larga y fecunda etapa en la historia del cine español. Lampreave se incrusta en la lista de los más grandes, de Agustín González Manuel Alexandre pasando por Pepe Isbert.

No en vano su debut cinematográfico fue en uno de estos filmes corales y de humor negro, 'El pisito' (1958), de Marco Ferreri. Los primeros tiempos de la carrera de Lampreave se caracterizan por su afiliación al cine esperpéntico español: 'El cochecito' (1960) del mismo Ferreri o 'El verdugo' (1963) de Berlanga. Antes de que Almodóvar la descubriera y convirtiera en uno de sus iconos –¿quién le dio más al otro, Almodóvar a Lampreave o la actriz al director?–, la intérprete de peculiar físico, proverbial gracejo, particular humor y surrealista oralidad ya había demostrado sus bazas en la trilogía berlanguiana formada por 'La escopeta nacional' (1977), 'Patrimonio nacional' (1980) y 'Nacional III' (1982), en el papel de la divertida Viti, además de en la obra de otros directores habituados a la comedia negra como José Luis García Sánchez.

SUS SEÑAS DE IDENTIDAD

Pero Almodóvar le otorgó sus más reconocibles señas de identidad. Portera cotilla y testigo de Jehová en 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' (1988) o abuela adicta al Vichy, las magdalenas y otras cosas en '¿Qué he hecho yo para merecer esto'? (1984), Lampreave se transformó en la imagen precisa que Almodóvar quería ofrecer de una determinada tipología femenina, una especie de espejismo costumbrista en medio de movida, de la modernidad de sus otros personajes, escenarios, decorados, colores y puesta en escena. Pese a ello, no desentonaba: podía ser tan moderna como Cecilia Roth, Carmen Maura o Penélope Cruz, pero siempre riéndose de sí misma y de lo que representaba en pantalla.

La actriz le dio a Almodóvar el necesario gesto distendido en sus melodramas más acérrimos –'Hable con ella' (2002), 'Los abrazos rotos' (2009)– y la comicidad esperpéntica en sus relatos más desmadrados –'Laberinto de pasiones' (1982), 'La flor de mi secreto' (1995)–, con esa peculiar forma de decir frases divertidas en un contexto dramático o de ser más incisiva que nadie en una situación plenamente humorística. La disfrutaron otros directores: Cuerda en 'Amanece que no es poco' (1988) –no podía faltar en esta película absolutamente coral de fantasía y humor negro–, Fernando Colomo en 'Bajarse al moro' (1988), Fernando Trueba en 'Belle Epoque' (1992), Fernando Fernán Gómez en 'Siete mil días juntos' (1994) o Santiago Segura en la saga 'Torrente'. Hubiera sido una presencia excelente en el cine de Luis Buñuel.

En los últimos tiempos le dio por hacer publicidad y se convirtió en icono del medio: su papel en el anuncio de KH7 rodado por J.A. Bayona hace dos años es tan impagable como la imagen que gastaba en esa época en sintonía con la de David Lynch (camisa abrochada hasta el cuello, cabello blanco peinado hacia arriba), cineasta con el que tampoco habría desentonado.