Ramon Andrés: "La sociedad tiene una actitud suicida"

El ensayista revisa la muerte autoinflingida en 'Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente'

El ensayista Ramón Andrés.

El ensayista Ramón Andrés. / GUILLERMO MOLINER

SONIA ÁVILA / BARCELONA

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En una sociedad violenta y discriminatoria el suicidio parece natural. Representa huir de la muerte obligatoria a través de la voluntaria, afirma el ensayista Ramón Andrés (Pamplona, 1955). Para los animales, carentes del concepto de vida y muerte, dejarse caer por un barranco es la única opción para escapar de su presa. Las células se autodestruyen en busca de regenerarse. Morir como parte de la vida. Esta es la reflexión de Andrés en 'Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente' (Acantilado) en el que analiza la muerte voluntaria no como una enfermedad mental sino como un estado natural a lo largo de la historia de la humanidad. La intención es comprender el fenómeno en un intento por disminuir su incidencia.

{"zeta-legacy-phrase":{"name":"Ram\u00f3n Andr\u00e9s","position":"ESCRITOR Y ENSAYISTA","text":"\"En la antig\u00fcedad\u00a0no se censuraba, en l\u00edneas generales, la muerte voluntaria\""}}¿Qué lo motivó a investigar el tema? Me interesaba cómo un hecho tan interesante, un acto tan decisivo, se ha vivido a lo largo de la historia, de la historia de las mentalidades, y tirando del hilo nos explica mucho del concepto de la vida, sobre la civilización. Fue revelador cómo en la antigüedad no se censuraba, en líneas generales, la muerte voluntaria.

En el ensayo se infiere una diferencia entre los conceptos muerte voluntaria y suicidio, ¿en qué radica esta diferencia? Se parte de un punto que es Aristóteles. Aristóteles condena el suicidio, antes no había una condena explícita, aunque había castigos para el suicida o las familias de un suicida. Él dice que tú no te puedes quitar la vida porque eres propiedad de la comunidad, eres un ciudadano y esa comunidad ha invertido en ti, en tu formación. En la antigüedad no existía la palabra suicidio; había fórmulas como darse la muerte, la muerte con propia mano, pero en ningún momento hubo un término que hablara de asesinato. Este surge en el siglo XVII, en Inglaterra, con el médico Tomas Brown,  la palabra entra en uso y significa un paso importante. Se entiende como un mal.

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Aunque no hay registros exactos del número de suicidas en los siglo XVI y XVII, Andrés señala que en el presente las muertes voluntarias son más. Sin embargo, la destrucción viene tan de antaño como la necesidad del ser humano por regenerase. Condición in crescendo cuando una sociedad vive en estado fallido.

¿Se entiende que por naturaleza nos destruimos? Hay en la naturaleza el derecho de supervivencia, pero también el de autodestrucción. Al final del libro termino diciendo que  por qué se condena a un suicida si la sociedad tiene una actitud suicida. Tiene una autoerosión, un autodesgaste, vivimos un suicidio social. Lo que yo he pretendido es que se trate de entender, que no se condene, que no haya prejuicios de que son enfermos, en algunos casos sí pero no en todos.

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Aquí Andrés insiste mucho: un suicida no es un enfermo mental. La medicina ha catalogado a los suicidas como depresivos, en el mejor de los panoramas, pero el autor señala que en muchos casos se trata de una crisis emocional temporal, no una enfermedad.

Si no es una enfermedad y por lo tanto no hay un tratamiento curativo, ¿cómo atender este fenómeno social? Con el libro procuro que se entienda. Hemos caído en democracias totalmente nihilistas, donde se nos ha acostumbrado a vivir sin sentido. Y esto deja individuos apartados. Nosotros tenemos la discriminación industrializada, en un sistema fallido las personas que quedan apartadas son propensas. Lo ideal sería no trasmitir más violencia y, con personas cercanas, acompañar si pensamos que pueden sufrir una crisis. 

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