CRÓNICA TEATRAL

Pol López ya tiene su Hamlet

El actor pasa con gran nota el reto del clásico de Shakespeare en un sobrio montaje de Pau Carrió en el Lliure de Gràcia

Hamlet

Hamlet / periodico

JOSÉ CARLOS SORRIBES / BARCELONA

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'Hamlet' es una obra cumbre tanto para su director como para su protagonista. Una prueba a superar en algún momento de una trayectoria teatral. Así lo han hecho Pau Carrió y Pol López en el Lliure de Gràcia en un montaje que despertó tantas expectativas que, como suele ocurrir con los grandes clásicos de fútbol, no acabó de corresponder plenamente a ese sentimiento previo.

Ambos superaron el reto, sobre todo el actor, pero la propia ovación del día del estreno ya reveló que no fue una noche triunfal como la de 'Victòria d’Enric V', el primer 'shakespeare' que afrontó esta joven y exitosa pareja escénica. Da la impresión de que Carrió ha tenido tanto respeto a una pieza tan totémica, a la enorme palabra del bardo en 'Hamlet', que su apuesta por una sobriedad hierática le ha quitado chispa y alma a su propuesta.

Esa austeridad ya se manifiesta en el propio espacio escénico, construido como un recinto nada acogedor con una amplia y breve escalinata delante del público, con puertas enormes por las que salen y entran los personajes. Apenas un par de banquetas de piel se dejan ver en el escenario. Sugerente en principio, no acaba de dar juego porque los personajes aparecen con frecuencia perdidos en ese ambiente desnudo.

El respeto al texto provoca que las escenas se sucedan, además, de forma algo mecánica. Así, la aparición del fantasma del padre de Hamlet, el rey asesinado por su hermano Claudio, se produce sin el aliento y la atmósfera que la realcen. Carrió solo se suelta el pelo por momentos y lo hace forma brillante, por ejemplo, en el baile espasmódico de Hamlet -ya ofuscado por la venganza- bajo la música electrónica del cantante belga Stromae. Es una brillante sacudida musical, como también es otro acierto la ruptura de la cuarta pared cuando se interpela al público con el apoyo de la iluminación.

UNA VERSIÓN BIEN ACTUALIZADA

Son los mejores momentos de la primera parte, junto al monólogo inicial de López, antes de que la doliente y enajenada Ofelia (enérgica Maria Rodríguez) tome la escena en el inicio de la segunda, o de que el enterrador (Xicu Masó) de Ofelia le entregue a Hamlet la calavera del bufón Yorick. Fogonazos de una puesta en escena atrapada en la solemnidad de esta mayúscula tragedia.

Esa solemnidad sí queda bien actualizada en la versión que firma el propio Carrió, que incide con ecos reconocibles sobre la corrupción en torno al poder. Y que también describe de forma nítida la desorientación y la duda del individuo para responder a esas afrentas. Le sucede al Hamlet que modula Pol López en otro gran salto de su imparable carrera. El actor articula en todos sus matices el torrente emocional del personaje y lo traslada sin trampas al público.

Él es, lógicamente, el rey de la función en un reparto intergeneracional con jóvenes que repiten papeles: Pau Vinyals (Horaci y Ronsencrantz) y Marc Rius (Laertes y Guildernstern). Y con veteranos a la sombra de Hamlet, Eduard Farelo (Claudi), Rosa Renom (Gertrudis) y Xicu Masó, de los que este último es a quien se le ve más cómodo en su doble traje de consejero Poloni y de enterrador.