CRÓNICA
Les Luthiers, la risa imperecedera
El grupo volvió a ponerse al público en el bolsillo con la antología '¡Chist!' en su primera aparición como sexteto en Barcelona
Marta Cervera
Periodista
MARTA CERVERA / BARCELONA
Les Luthiers tienen un don innegable para enganchar al público. Lo demostraron, una vez más, en la primera función de '¡Chist!' el jueves en el Auditori del Fòrum. El público que llenó la platea y el anfiteatro disfrutó de lo lindo con las eternas bromas musicales de este veterano grupo argentino de humor musical, y lo manifestó con un cálido aplauso de despedida.
Era la primera vez que estos 'Rolling Stones de la risa' actuaban en Barcelona sin Daniel Rabinovich, fallecido el verano pasado. Pese a su ausencia, la engrasada máquina de gags, convertida en sexteto, funcionó como un reloj, y las dos nuevas incorporaciones, Martín O’Connor (que lo mismo da un do de pecho como interpreta a un político cateto) y Horacio 'Tato' Turano, se ensamblaron con naturalidad con los históricos Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Carlos Núñez Cortés y Marcos Mundstock.
Con la edad, Les Luthiers siguen afinando, no solo con las voces sino a la hora de elegir los temas entre su amplio repertorio. En esta ocasión, el espectáculo se articula en torno al infalible gag 'La comisión'. Las escenas en las que dos políticos intentar convencer a un compositor para cambiar el himno nacional a su conveniencia dio pie a momentos desternillantes. Incluso cuando, casi al principio, un técnico de sonido tuvo que entrar en la sala para solventar un problema técnico, siguió la broma. Con casi 50 años en escena, Les Luthiers tienen fondo de sobra para salir de cualquier situación.
DRÁCULA Y MASTROPIERO
A veces uno no sabe bien si se divierten más ellos o el público. Basta ver la cara de pillo de Marcos Mundstock vestido de Drácula o la actitud solemne que adpta poco después para presentar las obras del maestro Johann Sebastian Mastropiero, uno de los clásicos del grupo. De él interpretaron el famoso madrigal 'La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa'. Y pese a ser unos de los números más antiguos de la noche (data de 1977), fue uno de los más aclamados. Sus caras de sorpresa ante el lío que montaba el cantante solista tras alterar el orden de la partitura no tenían desperdicio. Lástima que en las últimas filas se perdieran esos detalles. Si siguen actuando en auditorios tan grandes, quizá les convenga imitar a los Rolling Stones y poner pantallas gigantes.
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