Ponç Puigdevall: un carrusel de furias

'D'incògnit' es una novela de consolidación que trata al lector con una exigencia que no excluye la generosidad

Ponç Puigdevall, en Barcelona.

Ponç Puigdevall, en Barcelona.

VICENÇ PAGÉS JORDÀ

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El primer libro de Ponç Puigdevall (Sant Feliu de Gruíxols, 1963), 'Un silenci sec', ganó el premio Andròmina de Valencia en 1990. No fue hasta 1998 cuando apareció otra colección de relatos, de hecho una de las más deslumbrantes de ese final de siglo, 'Era un secret', que consolidaba el estilo del autor: una combinación de claustrofobia en la acción y de arborescencia en la sintaxis. Después de una década larga de silencio, reaparece en el 2010 con la novela 'Un dia tranquil', y reincidice en el 2012 con los cuentos de 'L’atzar favorable', en los que se mantiene fiel a una poética oscura y minuciosa. Ahora acaba de aparecer una novela de consolidación, 'D’incògnit', que, como en los cuentos de 'Era un secret', trata al lector con una exigencia que no excluye la generosidad.

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A lo largo de estos años, Ponç Puigdevall ha publicado críticas en la prensa, a veces elogiosas y a veces despiadadas (en estos últimos casos, consiguiendo convertir el subgénero del libelo en una plataforma de lucimiento estilístico que no excluye un sentido del humor corrosivo). Más de un autor damnificado ha confundido la invectiva que recibía su libro con un presunto odio genérico hacia la literatura catalana. Contra esta interpretación podemos citar 'Els convidats de pedra', una colección de artículos sobre autores catalanes olvidados o arrinconados que Puigdevall ha publicado hace unos meses. Tal como remarca el prologuista, Enric Sòria, estos artículos -escritos con respeto, simpatía y compasión- constituyen “un combate contra el marasmo de la desmemoria”.

'Combate' es, ciertamente, un término útil para encuadrar la manera en que Ponç Puigdevall concibe la literatura: un combate a favor de los que él considera textos memorables, un combate contra la incompetencia y el oportunismo, y un combate, finalmente, con las palabras, que necesita alinear en periodos largos y circunvoluciones retorcidas para expresar todos los matices de la situación. No se puede encontrar un solo párrafo de la novela 'D’incògnit' que se prolongue durante menos de unas cuantas páginas, igual como no se puede encontrar ningún diálogo, ninguna tregua, ninguna frase dirigida a los partidarios de la facilidad. Cuando quise contar los verbos de una oración especialmente puigdevalliana, desistí al llegar al número 40.

Ningún lector encontrará extraño que el libro se inicie con una cita extraída del epistolario de Kafka, ni tampoco con una frase de Gombrowicz que hace referencia al tedio y al miedo, dos ingredientes capitales en la obra de Puigdevall. Acostumbrados a los filtros que prodiga en sus libros, como si se negase a admitir lectores diletantes o buscadores de gratificaciones sencillas, tampoco es extraño que el protagonista del libro se llame Benet, como el apellido del autor de 'Volverás a Región', con quien comparte la resistencia a la brevedad.

'D’incògnit' repasa las deambulaciones de un hombre que llega a una ciudad lluviosa y se instala a vivir en la casa de unos tíos anormales, desde donde inicia unas actividades cíclicas que tienen como objetivo principal postergar cualquier decisión, o bien delegarla en presagios externos. A lo largo de centenares de páginas encontramos variaciones sobre la soledad y la nostalgia, las formas que adopta la incertidumbre y la pusilanimidad, un carrusel de adversidades y de situaciones absurdas situadas entre “la purulència del fracàs” y “el furor dolç de precipitar-se a l’abisme”. Para lectores audaces.