ENTREVISTA

László Nemes: "Quise devolver a los muertos su dignidad"

El director húngaro ha hecho buenos los pronósticos al llevarse el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa por 'El hijo de Saúl'

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NANDO SALVÀ

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Que el húngaro Laszlo Nemes acabaría ganando el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa gracias a su ópera prima, 'El hijo de Saúl', es algo que los predictores expertos llevaban dando por hecho casi desde que el filme obtuvo el Premio Especial del Jurado en Cannes el pasado mayo. Después de todo, es quizá el retrato más aterrador e indeleble jamás trazado de los horrores de Auschwitz. Hablamos con Nemes en el pasado Festival de Toronto.

¿Cómo ha digerido el éxito de 'El hijo de Saúl'? Pensé que nadie querría verla, que sería un fiasco. En realidad no tenía muy claro qué estaba haciendo. Es decir, sabía que 'El hijo de Saúl' iba a ser una película nueva, distinta a cualquier otra, y que sería impactante, pero dudaba de si los distribuidores y los espectadores se atreverían con ella. En todo caso, para mí hacer cine solo tiene sentido si tomas riesgos.

¿Qué hace de ella una película distinta? El cine sobre el Holocausto siempre habla de los supervivientes, y eso me resulta inquietante porque hace que nos sintamos a salvo, y aumenta la brecha que nos separa de las víctimas. Por eso quise poner al espectador en el centro de la maquinaria de exterminio. Mi película no habla de supervivencia sino de muerte, porque la supervivencia es una mentira. La regla en los campos, su única verdad, era la muerte. Quise devolverles a los muertos su dignidad.

¿Diría que 'El hijo de Saúl' es la obra definitiva sobre el Holocausto? No creo que nadie pueda, ni que nadie deba, hacer la película definitiva. Pero en todo caso hacía falta una película más visceral. Y yo llevo queriendo hacerla desde que era un niño. Tenía cinco años cuando mi madre, que había perdido a sus abuelos en Auschwitz, me habló del Holocausto, y el tema me ha obsesionado desde entonces.

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En todo caso, el filme evita mostrar el horror de forma explícita. Sí, mostrar demasiado habría sido pura explotación, pero tampoco quería edulcorar la realidad de los campos. Por eso decidí permanecer pegado al punto de vista de mi protagonista, ver y oír en todo momento solo lo que ve y oye alguien que ha perdido la habilidad de ver el horror. La idea era estimular la imaginación del espectador, que él recree en su mente la enormidad de la barbarie.

En ese sentido, ¿por qué decidió que Saúl fuera un miembro de los Sonderkommando, prisioneros judíos obligados por las SS a encargarse del trabajo sucio en las cámaras de gas? Porque el acto más terrible de los nazis fue hacer que los judíos se mancharan las manos con la sangre de su propia gente. Forzando a algunos de ellos a ayudarlos en el exterminio, los privaron hasta del consuelo de sentirse inocentes. Eso es la maldad pura.

Hay quienes dicen que del Holocausto no debería hablarse, que cualquier película sobre ello es una trivialización. Obviamente usted discrepa. Sin duda, porque creo que ese enfoque pretende mitificar el Holocausto, y la mitificación es algo que alimenta a todos los neonazis del mundo. Estoy de acuerdo en que no hay que convertir el exterminio en un espectáculo hollywoodiense. Pero si no hablamos de ello, si no asumimos que sucedió y que es una evidencia de las tendencias genocidas que todos nosotros poseemos en nuestro interior, no seremos capaces de evitar que algo así ocurra de nuevo.