Jonas Jonasson retrata a un asesino

El autor de 'El abuelo que saltó por la ventana...' publica 'El matón que soñaba con un lugar en el Paraíso'

Jonas Jonasson.

Jonas Jonasson. / periodico

ELENA HEVIA / VISBY

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Cuesta imaginarlo ahora con temperaturas bajo cero, y más cuando se ha llegado desde esta Barcelona sin invierno, pero Visby, la capital de la isla de Gotland, en Suecia, suele ser un excelente destino veraniego, o lo que sea que los suecos entiendan por verano. Hace unos años el escritor Jonas Jonasson se instaló en la isla, en una granja con cerdos y gallinas, buscando un buen lugar donde criar en solitario a su hijo, que ahora tiene 9 años, después de un complicado divorcio.

Jonasson se trajo a Visby un éxito bajo el brazo. 'El abuelo que saltó por la ventana y se largó' era toda una rareza, una novela cómica que sorprendió a propios y extraños, porque tradicionalmente Suecia, con Strindberg y Bergman a la cabeza, es país de escritores más bien torturados y la más cercana moda de la novela negra tampoco ha hecho mucho por alegrar el cotarro. El humor blanquísimo y sin pizca de malignidad de Jonasson hizo que ‘El abuelo’ se convirtiera en un 'best seller' automático. Y ahora, después de una segunda novela más cálida, con inicio en Suráfrica, ‘La analfabeta que era un genio de los números’, el escritor regresa al territorio local con ‘El matón que soñaba con un lugar en el Paraíso’ (Salamandra / Catedral),que el jueves estará en las librerías, y con  la ambición de repetir la misma conexión con los lectores. De hecho, después de ser el más vendido en Sant Jordi con sus dos novelas anteriores, está deseando ver el festejo personalmente en abril cuando por fin venga a Barcelona.

La casa de Jonasson es en realidad un complejo de tres edificios nada ostentosos, aunque una mirada más atenta revele una piscina climatizada -ahora en barbecho bajo la nieve- y un hangar en el que el autor esperaba aparcar un helicóptero si los 'royalties' de ‘La anafabeta’ (funcionó comercialmente la mitad de bien que ‘El abuelo’) se lo hubieran permitido.  

En sintonía con el espíritu luterano del lugar, tener una celebridad en la zona no altera la vida de los isleños. Durante años Ingmar Bergman pudo llevar una retirada vida de ermitaño en Fårö, otra pequeña isla cercana y el pueblo se lo agradeció a la sueca, es decir, dejándolo en paz. A Jonasson, mucho más querido en su país que el cineasta, tampoco le acosa nadie cuando a diario, se instala en una butaca, siempre la misma, de la moderna biblioteca de Visby. Allí, grande, rubicundo y visible, suele escribir con el portátil en las rodillas, antes de ir a recoger a su hijo al colegio.

“No tengo la sensación de haberme escondido. Tengo una casa en Estocolmo, pero este es mi hogar, quise que fuera así porque en cierta forma me hace pensar en el territorio de mi niñez en el campo y en el continente”, cuenta sentado en la mesa de la cocina donde recibe, al parecer todo un detalle de la campechanía sueca. 

La nueva novela tiene también un personaje con voluntad de perdurar. Asesino Anders, un ‘killer’ bastante estúpido al que un buen día de improviso visita la gracia divina y decide no solo dedicarse al bien, para gran excitación de la prensa sueca que ha seguido sus malas acciones con la misma curiosidad que las buenas, sino también fundar su propia iglesia. Una trayectoria picaresca de Anders, gran degustador de la sangre de Cristo en su aspecto más prosaico, el vino tino, le llevará a cumplir un recorrido con final sorpresa. “El humor me sirve a modo de terapia  -teoriza muy seriamente Jonasson en camiseta de manga corta mientras en la chimenea de la cocina chisporrotea un buen fuego-. Creo que es la única manera de enfrentarse a todo el horror del mundo”.

MUCHA BROMA CON LA RELIGIÓN

Pese a que su estilo no es particularmente vitriólico, el autor coloca el límite de su mirada humorística en el horror del Holocausto nazi. “Es un tema que no sabría cómo abordar, no me sentiría bien. Roberto Benigni lo logró con ‘La vida es bella’ pero tuvo que hacer una pirueta muy especial y muy emotiva”. Tampoco se siente, dice, con ánimos de lanzar en el futuro sus dardos literarios contra el islamismo, lo que no le impide hacer una crítica sin matices al atentado contra ‘Charlie Hebdo’. “La tesis de mi novela es que debemos tomar la religión de una forma menos seria. La risa nos llevará a mantener un mayor respeto por nuestras diferencias. Pero está claro que al Estado Islámico le interesa fomentar el miedo porque es un efectivo instrumento político. Dicho esto, no importa demasiado si los dibujantes de ‘Charlie Hebdo’ se pasaron o no de la raya en sus críticas. Fueron asesinados y eso lo cambia todo”.

Las susceptibilidades religiosas en la descreída Suecia tampoco han hecho apenas ruido. “Al contrario. He recibido cartas de sacerdotes que me felicitan por haber tratado de una manera amable las grandes dudas existenciales que todos tenemos. Y está la pregunta eterna que en los últimos tiempos podría concretarse en: ¿Cómo puede Dios permitir la muerte de Aylan? Creo que solo si estamos unidos encontraremos respuestas”. 

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