La exhibición de atrocidades de David Cronenberg

'Consumidos' parece un pastiche de las películas del cineasta canadiense, pero con una sanísima vena autoparódica

El director de cine canadiense David Cronenberg.

El director de cine canadiense David Cronenberg. / AP / CHRIS YOUNG

SERGI SÁNCHEZ

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Esta es la novela que David Cronenberg habría firmado a los 21 años cuando, antes que convertirse en el rey del horror venéreo, su sueño era ser escritor, con Nabokov como modelo inasequible. Ha pasado medio siglo, durante el que el cineasta canadiense ha elaborado una de las filmografías más consistentes, atrevidas y visionarias de la contemporaneidad, y es inevitable leer 'Consumidos' a la luz de su heterodoxia intelectual, su culto al cuerpo como grado cero del pensamiento y su imaginación a un tiempo científica y retorcida. Pero insistimos: la novela tiene la agresividad, la ingenuidad y la necesidad enloquecida de embutir mil ideas en un solo texto típica de los escritores primerizos.

Por supuesto, está la secreta intención de redactar una de esas novelas inadaptables que con tanta brillantez (para muestra, dos botones: 'El almuerzo desnudo' y 'Crash') Cronenberg ha hecho suyas en su traducción en imágenes. 'Consumidos' podría titularse, en honor a su admirado Ballard, 'La exhibición de atrocidades': desde pechos irradiados como bombas nucleares hasta pechos que albergan en su seno un nido de insectos; desde el autocanibalismo hasta la amputación como catalizador sexual; desde creativas enfermedades venéreas hasta penes copiados por impresoras 3D, los delirios de 'Consumidos' están concebidos para que el único cineasta capaz de llevar a buen puerto su adaptación al cine fuera Cronenberg.

Eso nos lleva a considerar que su universo, tan solipsista y centrípeto como abierto a entender los virus más contagiosos de nuestra realidad sociotecnológica, es su auténtico tema. Por mucho que el director de “Cromosoma 3” asegure que nunca piensa en sus viejas películas, que son agua pasada, 'Consumidos' parece un pastiche de todas ellas, especialmente las que labraron su reputación como inventor del horror tumoral de finales de los 70. Un pastiche, eso sí, recorrido por una sanísima vena autoparódica, como si Cronenberg estuviera haciendo comedia a partir de su marca registrada, lo cronenbergiano.

PROS Y CONTRAS

Lo menos satisfactorio de la novela es su un tanto obvia mirada hacia las nuevas tecnologías, desde la obsesión por la obsolescencia de cámaras, teléfonos y ordenadores hasta los efectos críticos de Internet y las redes sociales. Lo más sorprendente es la capacidad de Cronenberg para mantener una neutralidad clínica, alérgica a toda condena moral, hacia todas sus perversas ocurrencias psicopatológicas. Lo más estimulante es la libertad con que rompe la omnisciencia narrativa, centrada en el relato alterno de las correrías de dos periodistas, Nathan y Naomi, a la caza de un ‘mad doctor’ que experimenta con su propia hija y un filósofo caníbal respectivamente.

En un momento de la novela, ese relato se convierte en la confesión de un tercer personaje, en verdad indescriptible, en primera persona. Alrededor de una película de Corea del Norte, 'El juicioso uso de los insectos', Cronenberg teje una conspiración demencial que no tiene nada que envidiar a 'La subasta del lote 49' de Pynchon o 'Fascinación' de DeLillo: la historia empieza en un hilarante Festival de Cannes -Cronenberg lo conoce de primera mano- y se desarrolla, en clave de cuento de espionaje, en un mundo donde los audífonos tienen su encanto erótico, las filósofas fantasean con sueños entomológicos y los cirujanos plásticos vienen de Moldavia.

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