La esposa y la amante inuit

Isabel Coixet se inspiró para 'Nadie quiere la noche' en Josephine Peary y Allakasingwah, las dos mujeres del explorador ártico Robert Peary

Josephine Peary, intrépida esposa del explorador Robert Peary.

Josephine Peary, intrépida esposa del explorador Robert Peary. / periodico

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Raro e insólito fue que en 1891 una dama de la alta burguesía de Washington, adinerada y cultivada, dejara en casa sus coquetos sombreros, el corsé, el miriñaque y el polisón -esa almohadilla que resaltaba el trasero bajo los largos vestidos- y se embarcara sola junto a su famoso marido explorador y cinco hombres más rumbo a Groenlandia, donde su habitual atuendo poco le habría servido a 50 bajo cero. Así lo hizo Josephine Peary (1863-1955), de soltera Diebitsch, que se convirtió así en la primera mujer en formar parte de una expedición ártica. En 'Nadie quiere la noche', Isabel Coixet se ha inspirado en su intrépida figura -encarnada por Juliette Binoche- y la coloca frente a frente con la amante inuit del marido, episodio que también tiene una base real, aunque ambas no quedaron aisladas todo un invierno como propone la cineasta.

Josephine se casó en 1888 con Robert Peary (1856-1920), famoso explorador que se arrogó el honor de haber sido el primero en llegar al Polo Norte, el 6 de abril de 1909, aunque tras recibir reconocimientos y honores llegaran la controversia y las más que razonables dudas sobre su gesta, cuestionándose aún hoy su supuesto logro. Tres años después de la boda emprendía aquel primer viaje junto a su marido a Groenlandia. Invernaron en McCormick Bay, a medio camino entre el Círculo Polar Ártico y el Polo Norte, y allí no dudó en adoptar la parka y los guantes de piel y largas piezas de lana porque, como escribiría a su vuelta en su primer libro, 'Mi diario ártico. Un año entre hielos y esquimales'  (1893), “cuando vas por la ciudad, piensas en cómo te verán. En el Norte, vistes para estar caliente y nada más”.

DAR A LUZ EN EL ÁRTICO

No faltaron los prejuicios de la época, como los de un miembro de la expedición, John Verhoeff -a quien ella describió en su libro como “enano misterioso” y nada caballero-, que decía que en el Ártico no hay lugar para la mujer. Ella hizo oídos sordos y rizó el rizo volviendo al Polo Norte con su esposo en 1893 embarazada de ocho meses. Su hija Marie nació allí y el caso hizo las delicias de la prensa, que la llamó 'El bebé de la nieve', apodo con que la madre titularía su siguiente 'best-seller', donde relataba su experiencia. Muchos criticaron que sometiera a la pequeña a condiciones tan extremas pero Josephine se limitó a envolverle en la bandera americana de la expedición y a fotografiarlo en el crepúsculo helado.

INFIDELIDAD

Era ya una figura tan pública como su marido, que seguía ausentándose en largas expediciones. En 1899 dio a luz a su segundo hijo, que enfermó y murió a los pocos meses. “Nunca volveré a sentir lo mismo. Parte de mí se ha quedado en la pequeña tumba”, escribió poco antes de saber que Peary había perdido ocho dedos por congelación y de que este tenía una amante inuit.

Sin embargo, a pesar de la infidelidad siguió apoyándole y amándole hasta el punto de que, cansada quizá de esperarle, viajó de nuevo al Norte con su hija en 1900 para encontrarse con él pero un iceberg dañó el barco y tuvo que pasar unos meses en Groenlandia, 300 kilómetros al sur del campamento de Peary. Fue entonces cuando la esposa llegó a conocer a la amante, Allakasingwah, que estaba además embarazada del marido.

HIJO ILEGÍTIMO

El hijo ilegítimo que nacería se llamaría Kali y su historia sería ampliamente recuperada por los medios estadounidenses en los 60, siendo objeto de un libro y un documental. Peary volvió a casa en 1909 para retirarse dos años después junto a su mujer. Josephine le sobrevivió 35 años, llegando a la edad de 92. Nunca dejó de defender que su esposo fue el primero en pisar el Polo Norte.