Muere André Glucksmann, el filósofo que pasó del maoísmo a Sarkozy

Pensador estrella del mayo del 68, falleció de cáncer a los 78 años

André Glucksman, en enero del 2012.

André Glucksman, en enero del 2012. / periodico

EVA CANTÓN / PARÍS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A finales de los 60, Louis Althusser dirigió un seminario sobre el pensamiento de Hegel en la Escuela Normal Superior de París donde un joven André Glucksmann formaba parte de los invitados. No hizo falta que abriera la boca para que la sala se rindiera al 'look' de rebelde inconformista del filósofo de pelo largo y vaqueros, sentado con desenvoltura en el borde de la mesa para mostrar que renegaba del rol que cabría esperar de él.

Esa imagen, rememorada por el ensayista Patrick Rodel en el diario Mediapart, ilustra el principio transgresor que pareció inspirar la trayectoria del intelectual francés, que falleció en París a los 78 años debido a un cáncer y que a los 7 años, en la Francia ocupada por los nazis, llevaba consigo la llave de la casa en la que su madre, una judía austriaca activista de la Resistencia, escondía armas y refugiados. En su libro autobiográfico 'Une rage d'enfant' (2006), contó cómo el enfado de la infancia se convirtió más tarde en la cólera de toda una vida.

Tras un paso fugaz por Mayo del 68, el maoísmo y la izquierda proletaria, Glucksmann dio un sonoro portazo a Carlos Marx en ‘La cocinera y el devorador de hombres’ (1975), una obra de ruptura que traza un paralelismo entre el comunismo y el régimen nazi. Su discurso se orienta entonces hacia la crítica de los totalitarismos y la defensa de los derechos humanos, un combate que lleva a menudo a los platós de televisión, a los que era adicto.

NUEVOS FILÓSOFOS

Como Bernard-Herni Lévy y otros de los llamados 'nuevos filósofos' –el grupo que en la década de los 70 certificó su desencanto del marxismo-, Glucksmann era un intelectual mediático pegado a la actualidad. “Es mi manera de filosofar”, decía.

Un día llegó a arrastrar al Elíseo a Jean-Paul Sartre y al liberal Raymond Aron, de quien fue asistente en la Sorbona, para pedirle a Valéry Giscard d’Estaing que acogiera a los balseros vietnamitas que huían del país comunista. Su voz se oyó más tarde apoyando la intervención de la OTAN contra Serbia en 1999, la de Estados Unidos en Irak en el 2003, al lado de los independentistas chechenos o reclamando a la comunidad internacional actuar en Libia y Siria, promoviendo un intervencionismo de corte atlantista y pronorteamericano.

Azote de la izquierda desde su atalaya de antiguo maoísta, en lo que todavía muchos colegas le reprochan como una paradoja, apoyó en el 2007 la candidatura presidencial de Nicolas Sarkozy. "Me gusta bastante decepcionar a la gente que me ha puesto una etiqueta que no he elegido. No soy incondicionalmente de izquierdas. Soy como la mayoría de los franceses, elijo”, declaró en una ocasión en la emisora France Info. Luego marcó distancias cuando el político conservador flirteó con Vladimir Putin.

HOMENAJE DE HOLLANDE

A la noticia de su muerte le han sucedido los homenajes de intelectuales y políticos del país. El presidente François Hollande habló de un filósofo “impregnado por la tragedia de la historia y por su deber de intelectual que no se resignaba a la fatalidad de las guerras y de las masacres y que estaba siempre a la escucha del sufrimiento de los pueblos”. “La indignación, el destino de los pueblos, el rigor del intelectual. André Glucksmann guiaba conciencias. Su voz nos faltará», fueron las palabras en Twitter del primer ministro, Manuel Valls.

Fue el realizador Raphaël Glucksmann, hijo del filósofo, quien anunció en Facebook la muerte de su padre. “Mi primer y mejor amigo ya no está. He tenido la increíble suerte de aprender, reír, debatir, viajar, jugar, hacer de todo y no hacer nada con un hombre tan bueno como genial. Mi padre murió anoche”.