CRÓNICA

Ana Torroja y la llama de Mecano

La cantante evocó al grupo con autoridad en el Palau

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Los conciertos de Ana Torroja son aquello que va sucediendo mientras sus fans hacen planes sobre el regreso de Mecano. Reunión que vuelve a estar en el ambiente y que, si llega, encontrará un terreno sembrado por la cantante, portadora de la llama en giras como Conexión, diseñada desde México, de donde vienen sus músicos, y que como otras realizadas en el pasado (Girados, Me cuesta tanto olvidarteSoy) se apoyan en buena parte en aquel repertorio: 14 de las 24 piezas del recital del viernes en el Palau llevaban las firmas de los hermanos Cano.

Torroja es partidaria de retocar las canciones con nuevos arreglos, superando el sonido de juguete asociado a los 80, modificando algún tempo (Maquillaje perdió en el Palau su tramo más frenético) y reforzando la guitarra eléctrica (muy visible en Hijo de la luna). Cambios que no desfiguraron las canciones sino que las mantuvieron muy reconocibles puliendo excesos de ingenuidad. Torroja no necesita coristas e interpretó con brillantez.

Concierto más sólido que el del 2012, con el que, más que aprovecharse del bagaje de Mecano, le dio un poco más vida, con escenas intensas (Mujer contra mujer, El 7 de septiembre, Un año más) y señales de su vida solista, de A contratiempo a Duele el amor. Y un bis con peticiones populares que resolvió a cappella, arropada por el Palau, en No hay marcha en Nueva York o Perdido en mi habitación. Torroja se debe a Mecano, pero la memoria del grupo pasa por ella.