BARCELONA NOVELA HISTÓRICA
Maquis y bandoleros
Martí Domínguez y Sebastià Alzamora trasladan en 'La sega' y 'La malcontenta' dos tipos de violencia en comunidades rurales
Aunque han participado en distintas sesiones del festival literario Barcelona Novela Histórica, Sebastià Alzamora (convocado para hablar de la microhistoria en la ficción) y Martí Domínguez (que se ha enfrentado a la figura del héroe en la novela) han traído también bajo el brazo dos novelas recientes en las que los protagonistas fueron gente que se lanzó al monte y acabaron convertidos en mitos, en parte épicos en parte terroríficos. Un bandolero de Llucmajor en el siglo XIX en el caso de Alzamora (La malcontenta) y la lucha contra los maquis del Maestrazgo en el de Domínguez (La sega).
El valenciano, con un mas en la zona e integrado en grupos de memoria histórica de Castellón, ha basado su novela en historias reales, «con datos entrecruzados para que la gente no se reconozca excesivamente». Durante la posguerra esa zona, en torno al macizo del Penyagolosa, vivió una auténtica experiencia de contrainsurgencia, con tintes de Argelia o Vietnam (la siega del título), que Domínguez recrea a partir de la muerte de un campesino a manos de la Guardia Civil por haber vendido víveres a los maquis. Lo hace desde la visión del hijo, en el que el autor ha proyectado su propio interés por la naturaleza.
«La gente no ha querido hablar hasta ahora, hemos cogido al vuelo los últimos testimonios», explica Domínguez. Delaciones,crímenes sin explicar, viejos recelos («mucha gente sospecha pero no sabe quién delató a su padre») pesan sobre las familias que no se sumaron al éxodo hacia las zonas industriales de La Plana, en parte económica pero también, cree el escritor, motivadas por cinco años de represión.
«Era un escondrijo espléndido para los guerrilleros, y enviaron al general Pizarro para hacer este tipo de trabajo de limpieza, que pasaba por eliminar la despensa del maquis que eran los campesinos». Estos acabaron entre dos fuegos, saqueados por los guerrilleros cuando ya no se les alimentaba de buen grado y represaliados por la Guardia Civil, que llegaba a disfrazarse para hacerlos caer en la trampa. «Había un estado de terror total. Esa situación provocó heridas muy fuertes que se mantienen; humillaciones, bofetadas, violaciones y carta blanca para matar, porque los guardias venían para hacer carrera rápida y por tantos guerrilleros detenidos les daban la Cruz de San Hermenegildo y un aumento de sueldo».
Un bandolero cruel
En el caso de La malcontenta, los campesinos del sur de Mallorca piden con entusiasmo la cabeza de un bandolero de Llucmajor, un tal Joan Durí que allá por 1829 aterrorizaba la zona. «Aunque el protagonista real es la malcontenta, una mujer enamorada de él a pesar de todo, que como él lo que quiere es huir de la miseria, y que jura vengarlo después de que lo ejecuten», explica Mesquida. A diferencia de otros tantos bandoleros de esos tiempos, Joan Durí no es un personaje idealizado por la memoria popular como un Robin Hood local, «Más bien lo contrario, es un personaje que aún hoy mencionarlo da miedo, lo que quedó es que fue un asesino de hombres, mujeres y niños». A diferencia de otras memorias históricas, la de bandoleros como Joan Durí es, dice Alzamora, «difícilmente mitificable».
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