ESTRENO DE LA SEMANA

Álex de la Iglesia: «Sería maravilloso ver a Raphael convertido en Hannibal Lecter»

El director recupera la figura del cantante en la comedia 'Mi gran noche'

BEATRIZ MARTÍNEZ / MADRID

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Regresa el Álex de la Iglesia más excesivo con una de esas comedias destinadas a convertirse en un clásico inmediato. Mi gran noche recupera la figura de Raphael para situarla en el centro de un disparate esperpéntico ambientado en la grabación de un especial de Nochevieja en el que un buen número de estrellas del panorama nacional se sumergen en un caótico e hilarante circo de tres pistas en el que todo puede pasar. Un espectáculo vodevilesco en forma de delirio trash en el que se perciben ráfagas de crítica a la realidad social del país a través de una relectura de nuestra cultura popular.

-La película comienza con una coreografía homenaje a Celentano y Carrá, y eso es solo el principio. Me da la sensación de que quería hacer un musical.

-Totalmente. Era un especial de Nochevieja, y enseguida nos dimos cuenta de que los números musicales eran vitales para la historia. Porque, al final, nos daban una euforia y una alegría que necesitábamos que tuviera la película. Yo la veo como una especie de tragedia grotesca con una serie de personajes conducidos directamente al abismo pero a través de un dispositivo musical que te da energía y ganas de desmadrarte.

-Al igual que ocurría en 800 balas, aquí también ha utilizado una figura icónica para aportar sobre ella un nuevo punto de vista, en este caso Raphael.

-Raphael es un símbolo y forma parte de la historia de España. Él representa una manera de ser, un mundo, un trasfondo, un background alucinante que de alguna manera nos define.

-Al parecer, después de esta experiencia, a ambos les gustaría trabajar de nuevo juntos.

-Raphael exige una trilogía. Yo creo que el siguiente paso es que hiciera de psychokiller. Sería maravilloso verlo convertido en algo así como un Hannibal Lecter castizo. Un Cincuenta sombras de Raphael.

-Hábleme del trabajo con los actores.

-El mejor modo de controlar un proceso es dar rienda suelta. Entonces los actores se sienten desprotegidos y quieren que los guíes. Hay que generar un clima en el que el actor se sienta cómodo y a la vez desvalido. Creo que me odiarán si leen esto (risas).

-¿Por qué ambientar la historia en Nochevieja?

-De pequeño el especial de Nochevieja era para mí el momento más importante del año. Televisivamente fascinante. Hablar de ello era inconscientemente muy ilustrador, porque representa algo que ya no existe, que ya no puedes ver en el país, todo el mundo unido fraternalmente viendo algo al mismo tiempo. Me apetecía recuperar este espíritu.

-También hay un trasfondo de crítica social dentro de la película.

-Siempre es recomendable no abstraer tanto las cosas que no sepas en qué lugar o momento ocurren. Colocarlo en un entorno específico sirve para que el espectador se sienta más identificado. Al final, de lo que estamos hablando es de un grupo de gente encerrada dentro de una situación que parece imposible, que está a punto de explotar, y cuya única salida es asumir que no tiene solución.

-Hay muchas referencias a nuestra cultura en la película. ¿Cree que podrá entenderse fuera?

-Al final yo creo que cuanto más local sea algo, mejor funciona fuera. Ese ha sido el secreto internacional de Almodóvar o de tantos otros que han hecho de lo concreto, algo universal. Porque al espectador le da la sensación de que está viviendo una serie de costumbres de otro que curiosamente encajan con las tuyas.