EL NAZISMO, 70 AÑOS DESPUÉS DE SU RENDICIÓN

Cinco flases de la (des)memoria española

A diferencia de Alemania, cuyas instituciones persiguieron a los criminales  nazis y repararon a las víctimas, en España ha sido la sociedad civil la que ha  impulsado la revisión de un pasado, el franquista, cuya condena aún eludió el PP  en el 2013.

NÚRIA MARRÓN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ley de amnistía Un blindaje franquista que la ONU exige revocar

La ley de amnistía se aprobó en 1977 con el objetivo de suprimir las penas que pesaban sobre quienes habían sufrido represión política durante el franquismo. Pero la norma, impulsada por los partidos de izquierdas y nacionalistas, se ha vuelto un muro contra el que chocan los intentos por investigar los delitos contra los derechos humanos –entre ellos, genocidio y desaparición forzada– que se cometieron durante la dictadura. El fiscal jefe de la Audiencia Nacional Javier Zaragoza se opuso a la causa que impulsó Baltasar Garzón argumentado que los hechos «estaban prescritos y perdonados» por la ley de amnistía, que la ONU pide revocar por atentar contra los derechos humanos.

Juicio sumario a Companys Clamor por una anulación que no llega

Durante la tramitación de la ley de memoria histórica, la izquierda pidió que el texto incluyera la anulación de los juicios sumarios celebrados durante y tras la guerra civil, pero solo se logró un arbitraje para instar a los tribunales a revisar cada proceso. En este sentido, el Gobierno catalán exigió en el 2009 la nulidad del juicio al president Lluís Companys, ejecutado el 15 de octubre de 1940 en del castillo de Montjuïc. Pero la anulación –como se recordaba este jueves, 75º aniversario de su fusilamiento– no ha llegado. Alemania y Francia, por su parte, han pedido perdón por haber colaborado en la detención y deportación del único presidente democrático ejecutado en el siglo XX.

Memoria histórica El segundo país con más fosas cerradas tras Camboya

La ley de memoria histórica, del 2007, reconoció y amplió derechos a quienes fueron reprimidos durante la guerra civil y la dictadura. El texto, sin embargo, no incluyó la apertura de fosas donde aún podrían yacer 110.000 represaliados (6.000 han sido localizados). «Hay países mucho más pobres, como Etiopía, con más apoyo político», dijo el año pasado la autoridad forense Luis Fondebrider. Cuando llegó al poder, Mariano Rajoy cortó las subvenciones destinadas a las exhumaciones. El resultado es que España es el segundo país, tras Camboya, con más fosas cerradas. «Algunos se han acordado de su padre –afirmó el popular Rafael Hernando– cuando había ayudas para encontrarlo».

Callejero De la plaza Arriba España a la calle de la División Azul

Algunas muescas del franquismo persisten, a menudo imperturbables, en el espacio público. En Barcelona, la comisión dirigida por Xavier Domènech tiene la misión de acabar de revisar y tratar las huellas –desde simbología hasta esculturas y nombres de calles– que dejó la dictadura. Y en Madrid, el equipo de gobierno de Manuela Carmena anunció en julio que acometería lo que Gallardón anunció que haría y de lo que nunca más se supo: revisar los 150 nombres franquistas que aún sobreviven en el callejero. Entre ellos, la plaza de Arriba España o la calle de los Caídos de la División Azul. El objetivo es que sean los vecinos quienes decidan el nuevo nomenclátor.

Las herencias Ultras en Barcelona y la ‘nietísima’ en ‘prime time’

En menos de una semana, las zarpas de la herencia franquista han asomado desde el prime time de TVE hasta las concentraciones del 12-O en Barcelona. Claro que en registros distintos. La garra más violenta se afiló el lunes, día de la Hispanidad, en Montjuïc, donde la ultraderecha exhibió sin problemas su arsenal de amenazas a periodistas y de souvenirs franquistas y nazis –algo, por cierto, prohibido en Alemania–.

El miércoles anterior, día 7, TVE ya se había avenido a remover las cenizas del régimen, en versión aromatizada, con la entrevista de Bertín Osborne a Carmen Martínez-Bordiú. Un festín de audiencia a costa de mirar el franquismo en clave ¡Hola!.