PREMIO DE LAS LETRAS

Alexiévich, la Nobel polifónica

Svetlana Alexiévich, ayer, en Minsk tras el anuncio de la concesión.

Svetlana Alexiévich, ayer, en Minsk tras el anuncio de la concesión.

MARC MARGINEDAS / MOSCÚ

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C ientos de miles de liquidadores (bomberos, científicos, obreros y especialistas en energía nuclear) colaboraron, en los meses que siguieron a la explosión, en abril de 1986, del reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania) en las peligrosas y complejas labores para poner coto a los devastadores efectos del desastre. Uno de ellos tenía un hijo que pedía repetidamente que le prestara el sombrero con el que se cubrió la cabeza mientras trabajaba en los alrededores de la fábrica atómica ucraniana. Al cabo de un tiempo, el pequeño murió, víctima de un tumor cerebral.

Éste es una de las turbadoras historias que la escritora y periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich, premio Nobel de Literatura del 2015, recoge en Voces de Chernóbil, una de sus obras más renombradas. Llevando el género del reportaje periodístico a cotas ignotas, según la opinión de la Academia Sueca que la acaba de laurear, Alexiévich narra los padecimientos de aquellos hombres, mujeres y niños que se vieron afectados, de una forma u otra, por el peor desastre atómico de todos los tiempos, «en una obra polifónica, memorial del sufrimiento y del coraje en nuestro tiempo».

«El libro es una sobrecogedora colección de relatos, narrados en primera persona», rememora para EL PERIÓDICO la catalana Marta Ter, licenciada en filología eslava y comentarista de temas políticos en el espacio postsoviético. Ter llegó a conocer en persona a Alexiévich tras una conferencia que tuvo lugar en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) en el 2006, en la que la periodista participó junto con otras dos escritoras rusas, Lilia Kim y Natalia Tolstaya, esta última descendiente de León Tolstói. Y de Alexiévich recuerda, en especial, las duras críticas que dedicaba entonces al presidente ruso, Vladímir Putin, y al nacionalismo que se fomentaba desde los poderes públicos rusos. «Su eslógan es algo así: Rusia levántate y deja de estar arrodillada», declaró entonces la reportera galardonada con el Nobel al diario madrileño ABC.

Llamada telefónica

La escritora recibió la llamada telefónica de rigor desde Estocolmo en su domicilio de Minsk, la capital de Bielorrusia. «Esto es una recompensa no solo para mí, sino también para nuestro pequeño país, que ha vivido siempre como entre prensas», declaró. Más tarde, durante una rueda de prensa, hizo honor a su condición de disidente política al lanzar una dura invectiva contra los actuales dirigentes de Rusia, la potencia vecina. «Amo el mundo ruso, bueno y humanista; ante el cual todo el mundo se inclina; el del ballet, el de la música y el de la Literatura; pero no amo al de Beria (jefe del servicio secreto NKVD durante la Gran Purga de los años 30), Stalin, Putin o Shoigu» (actual ministro de Defensa de Rusia), declaró la escritora. «Tampoco a esta Rusia que en un 86% se ríe cuando la gente muere en Donbás», remachó. Alexiévich está convencida de que Putin está arrastrando a su país a un «nuevo Afganistán» al enviar aviones a atacar Siria.

Svetlana Alexiévich es la 14ª mujer que recibe el Nobel de Literatura. La última de ellas fue, hace solo dos años, en 2013, cuando la Academia Sueca reconoció a la canadiense Alice Munro. Las autoridades bielorrusas, con las que Alexiévich mantiene un tenso pulso, se limitaron a saludar la concesión del Nobel con frialdad y corrección. «Saludamos la decisión del comité de los Nobel de conceder el premio de Literatura 2015 a nuestra compatriota, la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich», reza un comunicado emitido por la Cancillería de Bielorrusia. «Nuestra tierra es rica en talento y estamos convencidos de que el Nobel a Svetlana Alexiévich no será el último gran premio internacional por los logros de los bielorrusos en los ámbitos científico, literario, médico y otros», indicó. Sin embargo, el presidente bielorruso, Aleksándr Lukashenko, guardó silencio. «Las autoridades bielorrusas fingen que no existo, y el presidente bielorruso también», constató Alexiévich.

La periodista nació en Ucrania en 1948, bajo el Gobierno de Stalin. A diferencia de otros escritores del espacio exsovietico, nunca ha padecido encarcelamiento, aunque sí ha tenido que ausentarse de su país durante largos periodos. En la actualidad, vive a caballo entre Minsk, Francia, Suecia y Alemania.

Su primer trabajo, La guerra no tiene rostro de mujer, es una recopilación, escrita en ruso, como el resto de sus obras, de relatos de mujeres que combatieron durante la segunda guerra mundial, recogidos con un magnetofón. Después, empleó la misma técnica, empaparse de las experiencias traumáticas vividas por individuos particulares con el objeto de destapar los horrores de la invasión soviética de Afganistán durante los años 80, en la obra Los ataúdes de zinc, publicada en 1990.

Alexiévich es conocida entre los especialistas de la exURSS por retratar al homo soviéticus, un individuo que ha vivido bajo regímenes totalitarios durante tanto tiempo que es incapaz de ser libre.