ESTRENO EN TEMPORADA ALTA

Cuerpos con mucha alma

Lali Ayguadé busca llegar al corazón con 'Kokoro', su primera creación de gran formato

'Kokoro' 8Los bailarines, en una escena de la obra, durante un ensayo.

'Kokoro' 8Los bailarines, en una escena de la obra, durante un ensayo.

MARTA CERVERA / BARCELONA

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Nacer, aprender, amar, odiar, envejecer. La transformación constante del cuerpo y el alma son la base de la primera coreografía de gran formato de Lali Ayguadé en la que la bailarina ejerce solo de coreógrafa. Hasta ahora, Ayguadé con su propia compañía ha estrenado dos duetos: Incógnito, en el que ella también baila, y Saba.

Anna Calsina Forrellad, Nick Coutsier, Sergi Parés y Diego Sinniger de Salas, cuatro intérpretes muy diferentes con un gran fuerza escénica, son los encargados de plasmar en escena el universo de Ayguadé. Todos tienen experiencia y cada uno procede de un mundo diferente, ya sea el hip-hop, el circo o la danza contemporánea. «En la pieza hay mucho humor, sobre todo al principio porque al final todo se transforma en otra cosa. Empieza de una manera pero es dificil adivinar adonde te lleva», señala Ayguadé tras mostrar una parte de la obra que ha dejado a muchos con ganas de ver todo el montaje. «Kokoro es una pieza muy sensible donde la interpretación, cuando se hace bien, llega a tu corazón», destaca tras un ensayo. Está acabando de pulir los últimos detalles ante el inminente estreno en Temporada Alta, el sábado en el Teatre de Salt (Girona). A finales de enero llegará al Mercat de les Flors, coproductor del espectáculo.

Después de viajar por todo el mundo bailando con las aclamadas compañías de Akram Khan, de Roberto Olivan y de Hofesh Shechter, entre otros, Ayguadé intenta hallar su propia voz como coreógrafa. «Cada vez tengo más claro qué quiero expresar y cómo», afirma, satisfecha. Pero sigue nutriéndose trabajando con otros y esta temporada la veremos también en Bestias, de la compañía de circo contemporáneo Baró D'Ével.

Kokoro significa alma en japonés y eso es precisamente lo que quiere mostrar Ayguadé, «el alma de seres que viven y sufren». Y añade: «No quiero mostrar una pieza solo física e increíblemente bailada, que lo será porque los intérpretes son excepcionales. Quiero ir más alla».

Los bailarines experimentan una gran transformación en la obra. Volver a su tierna infancia, plasmar el deterioro del cuerpo con la vejez, pasar de ser hombre a mujer, o del amor a la violencia son algunos de los retos que han tenido que asumir. Ayguadé está muy satisfecha con su trabajo. De Anna Calsina Forrellad, la única mujer del grupo, admira «su capacidad de adaptación a un movimiento o de improvisación». De Sergi Parés, el acróbata, comenta: «Ha resultado ser muy creativo, algo que valoro». Podría estar horas hablando de sus cuatro magníficos. Lleva un año trabajando con ellos de forma intermintente. «Cada uno ha aportado algo. No me interesa que un bailarín me imite, necesito que me entienda y me sorprenda. Cada bailarín tiene su cuerpo y su mente. Necesito que entienda mi mundo, que penetre en él y a partir de aquí se transforme».

A fuego lento

Cocer la pieza a fuego lento ha resultados ventajoso. «Cuando tienes tres meses para un proyecto te estresas más. Con Kokoro he tenido tiempo para pensar y profundizar. Cada vez que nos reuníamos nuestra visión había evolucionado porque habíamos podido asimilar las cosas con calma», comenta.

Como coreógrafa y responsable de su compañía la parte que más disfruta es la artística: el trabajo con los intérpretes, el dramaturgo, la escenógrafa, el compositor... De la música de Koroko se ocupa Josep Baldomà, con quien ya había colaborado anteriormente. La banda sonora se inspira en melodías de películas pero también incluye un tema del grupo barcelonés Selva de Mar con un guitarrista de Baró d'Ével. «Esta creación es muy cinematográfica. Los bailarines explican una historia con sus cuerpos pero para que te llegue y te emocione has de transmitir un ambiente determinado. La música aquí no es solo una energía».

La escenografía, muy sencilla pero efectiva, se resuelve a partir de tres bancos que los bailarines colocan en diferentes posiciones para crear distintos espacios.