entrevista con el Profesor, traductor y escritor

Pedro Olalla: "La democracia es incompatible con esta Europa"

Estudió Filología Románica en Oviedo y en los 90 se instaló en Grecia. Ha dado clases de traducción en la Universidad de Atenas, conferencias sobre cultura griega en medio mundo y ha firmado una treintena de obras. Tanta entrega le ha valido el título honorífico de embajador del helenismo. Su interés por el humanismo le ha llevado también a la fotografía y al cine -su documental 'Con Calliyannis' fue nominado por la Academia Griega de Cine-, y a la política (ha sido candidato al Parlamento Europeo por Grecia con el Frente Popular Unido). Está casado y tiene cuatro hijos atenienses. «No soy nada sentencioso con ellos -confiesa-. Solo les digo: 'Confiad en vosotros mismos y seguid buscando'». Investiga, vive y ama en Atenas. Con esas credenciales, y el dolor que le provoca ver a Grecia arrodillarse de nuevo a un tercer rescate, el helenista considera que la UE es una estructura imperial al servicio de las &eacu

Pedro Olalla, junto al friso del Partenón expuesto en el Nuevo Museo de la Acrópolis, en Atenas.

Pedro Olalla, junto al friso del Partenón expuesto en el Nuevo Museo de la Acrópolis, en Atenas.

NÚRIA NAVARRO

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Cuando los otros niños se chiflaban por el Fuerte Comansi, a Pedro Olalla le dio por la antigua Grecia. Su fascinación creció hasta tal punto que en 1994 cogió las maletas y se instaló en Atenas para investigar, entre olivos y ruinas, aquel mundo en el que Solón, Clístenes y Pericles inventaron la democracia. Unos 2.500 años después, la Grecia de Tsipras acaba de acatar los memorandos de la troika, cuando el 62% de los griegos había pronunciado un no rotundo a tragar esa quina. «Rocambolesco», lo define el helenista, que desgrana el mundo antiguo -y de paso, el nuevo- en el libro Grecia en el aire (Acantilado).

-Su barbero, Jenofonte, suele preguntarle cómo va la cosa.

-Cada vez que me pelo.

-¿Qué le respondería esta semana?

-Que era previsible. En enero ya dije que Tsipras no estaba dispuesto a romper los huevos para hacer una nueva tortilla. Estas elecciones solo fueron convocadas para legitimar a una nueva comparsa de títeres en el Parlamento dispuesta a ejecutar las órdenes de Maarten Verwey, el director general de la Comisión Europea para asuntos de reformas estructurales. Por eso se celebraron en mitad del verano, por la vía rápida. ¿Sabe qué es lo paradójico?

-No, señor.

-Que los acreedores y el Gobierno europeo han hecho la carambola perfecta: ya no es el neoliberalismo el que ejecuta los planes, ahora es la izquierda radical, respaldada por el pueblo en las urnas, la que defiende su proyecto.

-Pablo Iglesias, entre otros, ha aplaudido la reelección de Tsipras. 

-Existe un tabú: no se puede cuestionar la UE ni la moneda única. Syriza y Podemos no enarbolan esa bandera porque, en este momento, no hace ganar elecciones. Ahora bien, ante el acorralamiento del Eurogrupo a Grecia, Tsipras tenía que haber sido honesto y decir al electorado: «Hemos intentado la permanencia en Europa hasta el último aliento, pero nos obligan a seguir con los memorandos; así que proponemos un referéndum sobre la salida del euro». En vez de eso, o de acudir a los tribunales internacionales, firmó. Antepuso su permanencia en el poder y los intereses de los acreedores.

-¿La salida de la UE es la mejor salida para Grecia?

-Sí. Solo puede reconstruirse recuperando el control de su moneda y, sobre todo, negando unilateralmente la deuda. Tiene que declarar en quiebra el Estado y deben quebrar los bancos, rescatados con dinero público que recibe con préstamos de alto interés. Hay que romper el círculo vicioso.

-Aquí oímos eso de que «España no es Grecia».

-No miren solo las cifras macroeconómicas -maquilladas en su mayoría-, sino los indicadores sociales. ¿En España hay menos paro que en Grecia? ¿Hay menos desahucios? ¿Es menor el endeudamiento de las familias? ¿Y los niveles de corrupción?

-¿Recomienda también ir a la puerta de salida?

-Deberíamos discutir qué es realmente el euro.

-Diga la suya.

-Desde mi punto de vista, la UE es una construcción para convertir el poder de facto de ciertas élites en un poder de iure, sorteando los estados tradicionales, la soberanía nacional, la política como defensa del interés común y la democracia misma. El euro es una herramienta a su servicio.

-Contundente.

-Al propio Jean-Claude Trichet se le escapó en el 2011 que si uno de los países de la zona euro saliera del club, no habría argumentos para convencer a los demás de su permanencia. En una década, el euro ha generado una gran acumulación de capitales en los bancos de los países centrales y una involución en los países de la Europa periférica. ¿Por qué hay que tenerle tanta condescendencia?

-¿Ni una buena intención le ve?

-Basta analizar el balance de resultados en Grecia de estos últimos cinco años: la deuda que se intenta combatir con las medidas ha pasado del 120% del PIB al 180%; el PIB ha disminuido un 25%; el paro ha aumentado un 26%; se han cerrado el 30% de las empresas, se han reducido los sueldos un 38% y las pensiones, un 45%; la mortalidad infantil ha aumentado un 42% y hay casi dos suicidios al día. Sin embargo, todo es normalidad. ¿Por qué? Porque son los resultados de las políticas de la UE.

-¿Qué propone?

-La única manera es la reconquista de la política por parte de los ciudadanos. Si se cultiva esa virtud, se puede abonar el terreno para que algún día prendan brotes democráticos.

-¿Algún día, dice? ¿Tan poco espesor democrático hay?

-Si nos comparamos con Arabia Saudí, salimos bien parados. Pero no debemos hacernos ilusiones. La UE, a través de sus propios organismos y de los superorganismos que está impulsando -como el Mecanismo Europeo de Estabilidad o la TTIP-, está construyendo estructuras imperialistas en las que las decisiones las toman un puñado de magnates de las finanzas que no han sido elegidos y no representan más que a sus propios intereses. Si esto es democracia, que baje Dios y lo vea.

-En la Atenas de Solón había 250.000 ciudadanos. Ahora somos muchos más, y en un mundo global.

 

-La globalización es contraria a la democracia. Es el efecto del imperio económico y político generado por estas élites que, a través de la deuda y la desregulación de los mercados, crean un mundo a su servicio.

-¿Entonces?

-Lo que caracteriza a la democracia es la menor distancia entre quienes toman las decisiones y quienes deben obedecer. Si podemos elegir en tiempo real la canción ganadora de Eurovisión, no veo por qué no podemos votar en referéndums incluso a escala europea. Medios hay, lo que no hay es voluntad política. La democracia es incompatible con esta Europa que nos imponen. Reclama acatamiento, no participación.

-Participar implica tiempo, y buena parte de la ciudadanía está ocupada en sobrevivir.

 

-Exacto. Y la precariedad es muy conveniente para los fines de quienes no desean que exista una ciudadanía real. Los inmigrantes que están entrando en Europa, por ejemplo, generan un abaratamiento del mercado de trabajo y miedo en la población a que no haya recursos para todos, cosa que les resulta muy aprovechable. Existe una estrategia global de desvincular a las poblaciones de sus tierras para que no puedan aspirar a tomar decisiones sobre ellas. Es decir, crear una masa de trabajadores nómadas, apolíticos, en precariedad, sin capacidad de reivindicación. Sobre una sociedad de apátridas no puede germinar la democracia.

-Suena a película de terror, la verdad.

-¿Le parece una teoría conspiratoria? No lo es. La democracia solo es posible si el ciudadano tiene conciencia de sí mismo y un peso político reconocido por el sistema. No puede prender en una sociedad donde no hay ciudadanos, donde las personas no se sienten vinculadas al territorio.

-El conflicto entre dignidad y legalidad ya lo planteó Antígona.

-Nos venden el respeto a la legalidad. Identificar el derecho con la ética es una trampa. La ética es una reflexión sobre el uso correcto de la libertad, que siempre está en evolución y es de donde debe emanar el derecho. Lo que es legal no siempre es legítimo.

-Catalunya tiene esa pelea. Hoy intenta decir la suya frente a la ley.

-Soy partidario de que los catalanes se pronuncien. No se puede oponer a la expresión de la voluntad ateniéndose a la letra de la ley. Ahora bien, si yo votara hoy en Catalunya tendría en cuenta si la opción por la que me inclino hará a la sociedad en la que vivo más libre, más solidaria y más justa. Si es para elegir a unas oligarquías locales que se constituyan en señores feudales, no creo que se gane con el cambio. No hay que escuchar cantos de sirena. Pero, además,  hay otra cuestión.

-Usted dirá.

-Uno de los objetivos de Europa es acabar con el poder de los estados-nación e ir hacia un modelo federalista regional, en el que los acuerdos de colaboración generen una nueva estructura de poder político. Yo soy contrario a ese proyecto. La pérdida de soberanía es muy peligrosa.

-Ante este panorama, ¿qué le hace levantarse de la cama?

-La confianza en que podamos ayudarnos unos a otros a cambiar aquello que no sirva a nuestra felicidad. No resignarme al «sálvese quien pueda» que nos vienen proponiendo. El hombre es un ser político, y debe recuperar esa dimensión para combatir el egoísmo.

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