Agustí Villaronga: «La sociedad tiende a esconder las miserias»

El director mallorquín presenta en el festival 'El rey de La Habana'

Agustí Villaronga Apellidu «La sociedad tiende a  esconder las miserias»_MEDIA_2

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BEATRIZ MARTÍNEZ

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La nueva película de uno de los pocos directores incontestables que siguen en activo en nuestro cine, Agustí Villaronga (Palma, 1953), se presentó ayer en la sección oficial a competición del Festival de San Sebastián. Han transcurrido cinco años desde su anterior largometraje, Pa negre (2010), adaptación de una novela de Emili Teixidor, con el que alcanzó por fin el reconocimiento por parte del público y de la Academia del Cine al obtener 11 premios Goya. Pero el cine del autor mallorquín siempre ha sido sinuoso y escurridizo, y nunca ha discurrido por los cauces de los convencionalismos. Su adaptación de la novela El rey de La Habana, de Pedro Juan Rodríguez, nos devuelve la esencia más pura y perturbadora del autor. La película huele a sexo, a sudor, a sangre y a miseria y es de esas obras que están hechas de tripas, pero también de corazón.

-¿Cómo surge la idea de adaptar la novela de Pedro Juan Rodríguez?

-Yo conocía el libro anterior del autor, Trilogía sucia de La Habana, y éste me lo recomendó Luisa Matienzo, la productora de la película, y nada más leerlo me sentí muy cercano a su mundo, a pesar de que me daba mucho respeto aproximarme a un país que no era el mío. No intenté ponerme a interpretar todo aquello, sino únicamente traducirlo en imágenes.

-Creo que tuvieron que suavizar un poco el tono…

-Es que la novela de Pedro Juan Rodríguez es muy fuerte. El final resultaba en ese sentido demasiado perverso a la hora de filmar. Violación, descuartización… Una cosa es leerlo, pero otro verlo en una pantalla. Pensé que iría en contra de la película, que a la gente le generaría rechazo.

-Pero usted se atrevió a visualizar algunas cosas muy perturbadoras en algunas de sus películas como Tras el cristal (1987), que no sé si se podrían hacer en la actualidad.

-Pues sí, a veces lo he pensado y creo que tienes razón, que no se podría. Porque trata temas como la pederastia, que son  muy delicados. La sociedad actual tiende a maquillar las cosas, o, si usted quiere, a esconder las miserias. Todo se ha vuelto demasiado falso. Yo he intentado en El rey de La Habana afrontar las emociones sin cortapisas. Y eso es algo que casi no se hace.

-En la mayoría de sus películas, usted ha intentado romper con los tabúes e intentar contar las cosas de una manera muy cruda y directa, eso es verdad.

-A mí no me gusta la hipocresía. La gente está acostumbrada a ver sangre en la televisión, en Juego de tronos o en Walking dead, y no pasa nada. Pero cuando la insertas en un contexto más realista, le incomoda. Cuando se ven cosas asociadas a la muerte, que implican agresividad y violencia, el ser humano entra en conflicto moral. Por eso me gusta Haneke, porque nunca es gratuito, aunque pueda ser muy salvaje. Pero si no se hace así, ¿de qué estamos hablando? ¿Por qué hay que disfrazar las cosas?

-Con Michael Haneke tiene en común la creación de monstruos en el seno de la sociedad.

-Bueno, no sé si en este caso concreto son monstruos, yo diría que más bien son víctimas. Los veo como personas que están en una situación social muy precaria y que intentan salir adelante de la manera que pueden. Cuando se trata de subsistir lo primero que se caen son los valores, la ética, la inocencia. Pedro Juan Rodríguez habla en sus libros de los sin voz, de personas que son tan primarias, que no tienen ni acceso a la cultura ni a sentimientos familiares, ni de amistad, y que acaban teniendo una manera de estructurar los pensamientos de forma diferente.

-Son pobres parias, desheredados, pero la verdad es que producen mucha ternura.

-Ahí está. Son personas que no tienen recursos y que lo único que pueden hacer es tener sexo y sobrevivir. Quererse entre ellos de la manera que saben, que no es ni buena ni mala, sino que es simplemente la que tienen.

-Es la primera vez que utiliza el elemento del humor en una de sus películas.

-Sí, a mucha gente eso le ha llamado la atención. Me he sentido cómodo con est aincursión, aunque nunca sabes si va a funcionar o no, porque es un humor muy grotesco, de trazo grueso, porque los personajes son muy primitivos y no podía plasmarlo en la película de manera muy sofisticada.

-También es un relato picaresco, de aventuras y aprendizaje.

-Recoge algo de la tradición de Cervantes, Rinconete y Cortadillo, el Lazarillo, Dickens… De escritores que utilizaban el mundo lumpen y los ambientes marginales, y a partir de ahí ven cómo sobreviven estos personajes dentro de la sociedad. Pero, esto es de muy de Pedro Juan Rodríguez, yo no me lo puedo atribuir.

-En este festival parece que se critican todas las películas que tienen agallas de contar las cosas de manera diferente. ¿Tan conservadores nos estamos volviendo?

-Nos estamos volviendo conservadores en el cine y en muchos otros terrenos de la vida. Parece que haya que hacer las cosas de manera estándar para que gusten a todo el mundo. Ponerles filtros para embellecerlas. Es una cuestión de sensibilidad. En realidad, se trata de ser sincero y ponerle alma a lo que haces.