Pesadilla con J. G. Ballard

El director Ben Wheatley brilla con la incómoda, hipnótica y subversiva 'High-Rise'

El director Ben Wheatley y los actores Luke Evans, Sienna Miller y Tom Hiddleston, ayer en San Sebastián, tras presentar 'High-Rise'.

El director Ben Wheatley y los actores Luke Evans, Sienna Miller y Tom Hiddleston, ayer en San Sebastián, tras presentar 'High-Rise'.

BEATRIZ MARTÍNEZ / SAN SEBASTIÁN

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J. G. Ballard adaptado por Ben Wheatley. Un binomio que por sí solo despertaba curiosidad y mucha expectación. El universo enfermizo del icónico escritor unido a la imaginación visual y el espíritu transgresor de un director que, con cada nueva película, ha ido demostrando que es poseedor de un imaginario creativo en pleno proceso de expansión y explosión. Con Turistas exploró las fronteras del humor negro, con A field in England se introdujo en los límites de la experimentación formal. Con High-Rise definitivamente ha hecho boom y ha pasado a otro nivel, el de los directores superdotados, capaces de orquestar de una forma tan inteligente un mecanismo, que sabes que como espectador no vas a estar a la altura de las circunstancias.

Y eso a cierto público le incomoda, incluso le escandaliza. Porque te enfrentas a una propuesta nada acomodaticia, al límite del delirio. Pero tiene que ser así si adaptas a Ballard. Cronenberg lo supo cuando hizo Crash, y ahora Wheatley también ha sido consciente de eso. Crear u odio o fascinación. No puede haber término medio, para qué. El cine valiente se juega las partidas a cara o cruz.

Como en Metrópolis o en la reciente Snowpiercer, nos encontramos frente a una fábula en torno a los niveles jerárquicos y a la lucha de clases, pero la verdadera dimensión de High-Rise, es mostrarnos la sordidez a la que está abocado el ser humano cuando se desmorona el sistema de valores sobre el que se asienta la sociedad, abriéndonos paso a sus vicios y monstruos internos. El director nos adentra en un ambiente de pesadilla a través de un complejo sistema orgánico en el que se integra el horror, la psicodélica, el surrealismo y la locura, en una mezcla psicótica, hipnótica, subversiva, grotesca, morbosa. Un auténtico festín de adjetivación para celebrar la enajenación y el éxtasis en la pantalla.

'The boy and the beast'

El otro protagonista de la jornada fue Mamoru Hosoda, el director de la primera película de animación que concursa en San Sebastián. The boy and the beast es una deliciosa fábula en torno al crecimiento y el aprendizaje, uno de los temas fundamentales dentro de la filmografía del cineasta, a través de la relación entre un niño huérfano y una bestia que pertenece a un mundo paralelo imaginario. El director alcanza con esta nueva obra su maestría. Su cine es cada vez más complejo, sus personajes se encuentran mejor configurados y sus imágenes desprenden mayores niveles de emoción, poesía y sentido de la aventura. De magia, al fin y al cabo. Le preguntamos qué significaba estar compitiendo por la Concha de Oro, a lo que nos respondió: «Este festival, es muy valiente por permitir esto».

'El apóstata'

Por último, se presentó el nuevo trabajo de Federico Veiroj, El apóstata, una pequeña película que habla de temas muy grandes, como es la lucha contra los valores establecidos, contra las normas sobre las que se estructura la sociedad. Sobre la Iglesia, la familia, el Estado, sobre las presiones que impone la vida actual y la necesidad de liberarse de las ataduras en un momento de crisis y de desorientación vital.