seis flases de museo

«El Prado es sexy»

Miguel Zugaza, el director de la pinacoteca de Madrid, ha mantenido firme el timón de la institución frente al embate de los recortes y el flaco apoyo del país a la cultura. En su brújula, el norte lo marca el abrumador patrimonio artístico que tiene a su cargo.

Miguel Zugaza, en Barcelona, donde el miércoles dictó una conferencia invitado por la Fundación Arte y Mecenazgo que impulsa La Caixa.

Miguel Zugaza, en Barcelona, donde el miércoles dictó una conferencia invitado por la Fundación Arte y Mecenazgo que impulsa La Caixa.

NÚRIA NAVARRO

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El Prado es más importante que la Monarquía y la República juntas», le dijo Manuel Azaña a Juan Negrín cuando ya oían el taconeo de las tropas franquistas. Miguel Zugaza (Durango, Vizcaya, 1964)  lleva casi 14 años al frente de la pinacoteca y comparte esa idea de tesoro fuera del tiempo, de las escaramuzas políticas y de los palos de selfi. Está tan convencido de la necesidad social de la belleza y la sabiduría

-«Velázquez es tan beneficioso como el ibuprofeno»-, que sortea con elegancia cualquier espasmo de la época. Repasemos algunos.el poder del amor. Mientras los hinchas de Adorno y Horkheimer-dúo dinámico de la escuela de Fráncfort- insisten en que las pinacotecas son contenedores de una sola versión de la historia -la del poder-, Zugaza da gracias por la existencia de un Felipe IV -«el mejor coleccionista de arte de Europa»- y de una ristra de cortesanos que financiaron parte de las 8.000 pinturas y 8.600 dibujos de la colección. «El Prado cuenta la historia política de Europa desde  el Renacimiento, sí; pero los dos grandes argumentos de su relato son el amor y la muerte -subraya-. Sobre todo el amor. Es uno de los museos más sexis del mundo. Ningún otro tiene tantas Venus». A saber: 128 (17 de ellas, expuestas).

¿Un vermeer junto a un chanel? En Abu Dabi se está levantando una isla de ocio con tiendas de lujo, hoteles y franquicias del Louvre y del Guggenheim. ¿El acabose? «Los museos no cambian, cambia la sociedad», ataja Zugaza. Nacieron con los ideales de la Ilustración, con la misión de conservar una colección y ponerla a disposición de los ciudadanos, explica, y así siguen. «Eran lugares poco frecuentados, pero en los 80 la sociedad recuperó el Prado al mismo tiempo que las libertades democráticas» -la llegada del Guernica simbolizó esa emulsión de entusiasmos- y la cosa se desbordó. Mientras la Francia de Mitterrand se apuró en ampliar el Louvre, al Prado le cogió con el pie cambiado. Guernica«La exposición de Velázquez en 1990 rompió las costuras, y la avalancha de interés se resolvió en el 2007 con la ampliación de Moneo».

¿Miran o zapean? Miquel Barceló le confesó a Zugaza que cuando encontraba a alguien que podía estar más de 10 minutos delante de una obra le entraban ganas de abrazarle. Fijo que a él le ocurre lo mismo, pero se pone la capa de la pedagogía y machaca a turoperadores y a quien haga falta sobre la conveniencia de una visita sosegada e instructiva. «Hay que desconectar del mundo real y entrar en una burbuja de aislamiento». Por eso, «y a riesgo de pasar por carca», en su casa no permite fotografiar las obras de arte ni el uso de tabletas. «El museo ya no es un templo, pero sigue siendo un espacio cargado de espiritualidad -dice-.

 

Ofrece un camino de conocimiento a través de la contemplación de la belleza». ¿Tiempo estimado ideal? Eugeni d'Ors propuso tres horas, Zugaza opina que «ni en una vida».

El podio de tripadvisor. En el siglo XX la pinacoteca tuvo poderosos reclamos: Unamuno se arrodilló a rezar ante el Cristo de Velázquez, Machado le dedicó sonetos y Alberti pregonó que el Prado era su segunda casa. Ahora la web de viajes más grande del mundo le ha consagrado como el número uno de España y el cuarto del mundo. ¿Triste? «El turismo está en el origen del conocimiento de la historia del arte -corrige Zugaza-. Solo que en el siglo XVIII el grand tour lo hacían los aristócratas y ahora lo puede hacer todo el mundo. ¡Esa democratización es un éxito! El fracaso de ese éxito reside en no saber conducir el entusiasmo». A su juicio, no es un problema aritmético -dos millones y medio de visitantes es una «escala justa» comparado con los 10 millones que patean el Louvre-, sino de enfoque. Y no busca nuevas audiencias, sino financiación.

Atrapar al millonario. En tres años el museo ha perdido el 60% de la aportación pública. «La Administración no entiende que la cultura es un derecho -se duele-, pero tampoco he visto yo mareas como las de la sanidad y la educación». A base de hacer pagar más por la entrada, ampliar la zona recreativa, negociar préstamos y recibir el goteo de los 28.000 amigos del Prado, ha conseguido elevar el porcentaje de autofinanciación a un 70%. En paralelo, a Zugaza no le queda otra que perseguir a mecenas y coleccionistas privados. ¿Tarea ardua? «Como decía Paco de Lucía cuando le preguntaban por la dificultad de crear, 'más duro es subirte a un andamio el 8 de enero'». Gracias a su pericia para buscar aliados, el museo ha recibido en estos tiempos magros parte de la colección de arte antiguo de José Luis Várez Fisa y el empresario Plácido Arango ha cedido 25 obras valiosas. «No les convenzo yo, sino el Prado, que es un lugar mágicoCualquiera que tenga una sensibilidad respecto al arte y sepa que puede contribuir a esa fantasía, lo hace».

Si está en la tablet, ¿para qué ir? 8.000 piezas del museo están a un clic en la tablet mientras te cocinas unos espaguetis. «Fuimos el primer museo internacional que se lanzó a mandar gratuitamente imágenes de altísima resolución», se ufana el director. «El mundo digital nos ayuda a extender el patrimonio a lugares que nunca alcanzaríamos», valora. Pero, ¡ay!, no hay nada como el directo. «Aparte de la cuestión fetichista de encontrarte con un objeto que está colgado, pesa y cambia con la luz, permite al observador componer una imagen subjetiva de la belleza», remata.