LA PRIMERA JORNADA DEL FESTIVAL
El rey Kendrick Lamar
La actuación de Kendrick Lamar en la primera jornada del Cruïlla, como cabeza de cartel en el escenario Estrella Damm, asentó un complicado precedente para todos los artistas que pasarían luego por el festival. El carisma era esto. Y la energía. Y el flow, si enfocamos hacia el rap. Lamar empezó fuerte, nada menos que con Money trees, maravilla de esa sobrecogedora crónica de una adolescencia en Compton que fue good kid, m.A.A.d city (2012), su disco de confirmación y explosión popular. Pero, aunque funcionando a diferentes velocidades, siempre bien acompañado por una banda matizada, no bajó la intensidad hasta el final. Se mostró como el rapero perfecto: claro, expresivo, enérgico sin tirar de efectismo. Comprometido con la causa negra y comprometido, también, a dar un buen espectáculo.
La primera parte del show se concentra en aquel segundo disco -se atrevió a enlazar, sin respiro, la parte final de The art of peer pressure y el falso himno de fiesta Swimming pools (Drank)-, mientras que la segunda miró hacia el seminal Section.80 con A.D.H.D y descargó bombas funk del reciente To pimp a butterfly como i y King Kunta. Antes de irse, un breve, conciso «Os quiero a todos». Sonó sincero. Solo por Lamar, ya habría valido la pena pagar el precio de un abono completo, pero pudieron verse otras actuaciones. A última hora de la tarde, en el escenario PayPal, Cocorosie mostraban su conocido gusto por lo excéntrico: pop retorcido de bases hip-hop (interpretadas por el beatboxer Tez) y vestuario extravagante, incluyendo pelucas y maquillaje casi circense. Ellas, dicen, quieren perturbar los clichés pop; a veces les quedan cosas diferentes y buenas, y otras veces solo diferentes. También Ferran Palau y su banda, que incluye ahora a gente de El Petit de Cal Eril y Seward, apostaron ayer por la sorpresa de estilo: tocaron con vestidos. Musicalmente, también cierto shock, porque el repertorio folk de La ferida sonó realmente oscuro e impositivo.
Justo después de ellos, abriendo el Estrella Damm, Jamie Cullum tiró sobre seguro y exhibió su faceta de artista pop absolutamente blanco, aunque no sin establecer interesantes conexiones R&B-hip hop, como ese guiño inesperado al 1 thing de Amerie. Siempre efectivo, igual que O Rappa, el grupo reggae-rock brasileño, en su asalto al Time Out para recuperar material a veces añejo como Meu mundo é barro, de 7 vezes (2008). Of Monsters And Men empezaron enfadando a algunos: se anunció que darían un concierto más breve por enfermedad del bajista, y se oyeron silbidos. Pero pobre bajista, cabría pensar. Una vez saltaron al escenario, todo el mundo pasó del mal humor y bailó con su pop-folk épico. Entre lo mejor, temas tristes: Thousand eyes y Crystals.
Tras Lamar, el resto de artistas seguramente pensó en cancelar. Pero la noche se movió. Por ejemplo, con The Cat Empire y su cóctel jazz, punk y pop, o Vintage Trouble y su rock'n'soul retroactivo.
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