EXPERIENCIA ESTÉTICA Y SENSORIAL

La belleza de la tecnología

El estudio ART+COM y el músico Ólafur Arnalds levantan una colosal escultura cinética

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Envolvente, etérea, armónica, ingrávida, sensorial, experimental y, sobre todo, bella. Pero con un nombre poco poético: RGB/CMY Kinetic. Así es la pieza de arte, cinético, por supuesto, y con un pie en el light art, que presenta el Sónar este año. Quinientos metros cuadrados de oscuridad y quietud con cinco pequeños discos reflectantes suspendidos a 12 metros del suelo que se mueven creando una afinada coreografía de luz y sonido. Un bálsamo de medidas colosales para los sentidos desbocados por el banquete auditivo que es el festival.

La instalación -«una reflexión de la naturaleza a través de la ingeniería», según sus responsables- lleva la firma de ART+COM, uno de los estudios de interacción más veteranos de Europa y muy cercano al Chaos Computer Club, la mayor asociación de hackers del continente. Y quizá por eso, por su obsesión por la protección, la pieza se puede ver pero no pasear por ella: Es una cuestión de «salud y seguridad», afirma Jussi Ängeslevä, vicedirector creativo del estudio. Aunque no niega una cuestión estética: «Hay mejor vista desde la grada que hemos construido para verla». No en vano el componente de belleza es importante en la instalación: «Hemos intentado crear emoción usando maquinaria industrial de alta precisión. Herramientas que normalmente se usan en un contexto fabril, pero que aquí están puestas al servicio de una experiencia estética que es lo que queremos presentar por encima de todo».Así, los cinco discos descomponen la luz de tres focos en múltiples colores que se proyectan armónicamente en el suelo. Un movimiento coreográfico que tiene mucha y sofisticada tecnología detrás, y el talento del islandés Ólafur Arnalds en la banda sonora. Un compositor versado en crear para el cine y la danza que ha afrontado el proyecto como si se tratara de un ballet: «Es como crear música para bailarines, pero bailarines que no son humanos, son robots», afirma. Y continúa: «Aunque vemos objetos, en la composición, el ritmo y el movimiento hay mucha coreografía que remite al lenguaje de la danza».Naturaleza y máquina. Humanos y robots. Todo en tensión. «El equilibrio ambivalente entre el superpreciso control mecánico y los movimientos orgánicos, vivos» es lo que hace bella a la escultura, a juicio de Ängeslevä. Aunque admite el libre albedrío: «Cada visitante puede tener su propia experiencia». 

Promover la investigación

La pieza es una producción de SónarPlanta, la conjunción del festival y el proyecto Planta de la Fundació Sorigué. Una iniciativa que tiene como objetivo promover la investigación de los lenguajes creativos en torno a la tecnología y el arte new media. La de este año es su segunda colaboración y hay previstas otras dos. Nada se dice del presupuesto, que se prevé alto. Ni del destino de la pieza: «Cabe la posibilidad de que vaya a Planta y es algo que vamos a valorar», afirma Ana Vallés, directora de la fundación. De momento, la propiedad intelectual es de los artistas.