ÓBITO

Muere Antoni Pitxot, el gran amigo de Dalí

El pintor velaba por el legado del genio en el Teatre-Museu de Figueres

Antoni Pitxot, el verano pasado en su casa de Cadaqués.

Antoni Pitxot, el verano pasado en su casa de Cadaqués. / FERRAN SENDRA

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Era pintor desde los 15 años, momento en que dejó de estudiar para entregarse al oficio de artista. Era, también, un hombre de modales exquisitos y trato amable, al que le encantaba recordar los momentos vividos junto a Salvador Dalí, del que fue confidente y amigo. Y era, sobre todo, un enamorado de Cadaqués. Allí se instaló en 1966 y de allí solo salía con un «motivo más que convincente», afirmaba. Y de allí salió hace unos días camino del hospital para no volver más. Era Antoni Pitxot (Figueres, 1934). El vicepresidente de la Fundació Dalí y director del Teatre-Museu de Figueres, además de autor de una muy personal obra pictórica inspirada en el universo pétreo del Cap de Creus, murió este viernes con 81 años.

La desaparición del artista coincidió con la presentación de la exposición Dali Pitxot Cadaqués. Entorn a la pintura, una muestra que revive, en el Musueu Municipal de Cadaqués, la relación entre ambos artista a través de pinturas, fotografías y un audiovisual. No en vano, el encuentro con el genio de Port Lligat marcó la vida de Pitxot. Ambos se conocieron en 1972, cuando el autor de La persistencia de la memoria lo visitó en compañía de Amanda Lear y tras ver su obra exclamó: «Es el Opus Dei de la pintura», algo que Pitxot nunca supo descifrar. El encuentro se produjo en la casa familiar que los Pichot (Antoni cambió la grafía por consejo de JV Foix) tienen en la península del Sortell desde el siglo XIX, un espacio abierto a todo el mundo –«igual que vienen se van», apuntaba el ahora desaparecido artista– y por el que han pasado, entre otros, Azaña, Albéniz, Picasso y Pau Casals. A partir de aquí la complicidad duró hasta la muerte de Dalí, Pitxot era la única persona que el genio toleraba tener cerca mientras pintaba y fue uno de los pocos que le acompañó en el lecho de muerte.

De la amistad salió la colaboración de ambos en el Teatre-Museu: Dalí lo nombró director para que conservara su legado tal cual él lo dejaba, lo invitó a exponer sus obras de forma permanentemente en el segundo piso del centro y le pidió colaboración para crear los cuatro «monstruos grotescos» del patio interior.

Arte pétreo

Pero Pitxot era también pintor. Un artista que abandonó el estilo convencional de sus inicios, entre el realismo y el impresionismo, para abrazar un arte muy personal lleno de formas antropomórficas y alegorías minerales y vegetales que sacaba de las piedras del Cap de Creus, su inspiración. Unas piedras que seleccionaba y reunía, y con las que luego construía las figuras que plasmaba en sus cuadros o simplemente abrazaba. Un trabajo que le sugirió Dalí: «Lo único que tienes que hacer es bajar a la playa y recoger las piedras que ha trabajado el mar». Y esto hizo hasta que pudo. 

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