De la novela al cómic

Moby Dick

Moby Dick

ANNA ABELLA / BARCELONA

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No son un fenómeno nuevo, pero las adaptaciones de novelas al cómic han eclosionado esta primavera. Sin embargo, lo importante no es la cantidad, que salta a la vista, ni la variedad temática -género negro, histórico, literario, clásicos...-, sino que al margen de las que se limitan a la simple transcripción del relato sobresalen verdaderas obras de autor, que profundizan en el texto original y aportan atractivas visiones artísticas e interpretativas que traen a la mente ejemplos memorables, como la versión de Karasik y Mazzucchelli de 'Ciudad de cristal', de Paul Auster (Anagrama 2005), y las menos lejanas de Jakob Hinrichs de 'Relato soñado', de Arthur Schnitzler (Nórdica), o la de Martin Rowson de 'Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero', de Laurence Sterne (Impedimenta). Y, frente al dominio del mercado francobelga, muchas de estas 'adaptaciones de autor' las firman creadores de aquí.

Es el caso de Pere Joan (Palma, 1956), quien ya había llevado a la viñeta 'Nocilla Experience', de Agustín Fernández Mallo, y ahora hace lo propio con la gulliveriana y sarcástica 'Viaje a Cotiledonia' (Edicions de Ponent), del también mallorquín Cristóbal Serra, al que intenta «dar visibilidad, porque era una rara avis». «Dibujar es adjetivar y extraer, no la historia, sino los adjetivos del escritor en imágenes. Ser traductor, no de la historia sino de su mundo, que en Serra tiene una parte costumbrista y otra surrealista», opina el artista, que cambia de registro con «algo más pop» para mostrar un universo «algo arcaico, que es la impresión caricaturesca de nuestra sociedad».

Respeto

Hay constantes que se repiten en quienes adaptan la obra de un escritor, como el respeto por esta, releyéndola infinidad de veces, la contribución a que el público se acerque al original y la capacidad de atraer al lector no habitual de cómic. «Creo que donde no llega la novela llega el cómic. Se complementan y puede haber un trasvase de lectores entre ambos medios», opina Francisco Sánchez (Barcelona, 1962), guionista del premiado 'Chernóbil. La zona', que adapta, con el dibujante Guillermo Capacés (Zaragoza, 1982), la obra de Álvaro Colomer 'Los bosques de Upsala' (De Ponent), sobre un tema aún tabú, el suicidio. «Es un reto ser fiel al original y a la vez aportar algo propio. Yo he jugado a mover elementos, a crear situaciones nuevas, incluso el final es distinto al del libro, porque al cambiar al lenguaje del cómic hay cosas que no funcionan», considera Sánchez, que contó con la aprobación de Colomer. 'Los bosques de Upsala', cuyo título se refiere al lugar al que en la cultura vikinga iban los ancianos a ahorcarse para no estorbar a la comunidad, refleja la desesperación de un hombre al ver que su mujer sufre una severa depresión y no siente ganas de vivir.

Para Marta Gómez-Pintado (Madrid, 1967), que como ilustradora se ha enfrentado a 'Alicia y Doctor Jekyll y Hyde', debuta en la novela gráfica con otro clásico: 'El hombre que fue Jueves' (Nórdica), de G.K. Chesterton, que sale este lunes. «No puedes verter toda la filosofía que hay en el original pero sí dejar que asome en la trama, que tiene mucho ritmo», cuenta sobre esta ingeniosa historia de policías y anarquistas donde «nada es lo que parece, que juega con distintas visiones de la realidad y te hace pensar gracias a la riqueza de las preguntas que plantea, sin darte soluciones definitivas». «Me atraía hacer una aportación más personal al medio como alguien que no pertenece al mundo del cómic. Me animó la visión que Satrapi, que viene de Bellas Artes, le dio a su 'Persépolis'; me hizo ver todo lo que se puede hacer con este lenguaje».

Con y sin alma

El dibujante Josep Homs (Barcelona, 1975) también tuvo claro que quería hacer «un producto de autor y no una anodina adaptación realista estándar y sin alma» cuando afrontó la trilogía negra 'Millennium', el superventas de Stieg Larsson. «El guionista [el belga Sylvain Runberg] y yo quisimos darle personalidad propia, hicimos pequeñas variaciones e inventamos secuencias sin cambiar el sentido de la obra. Y mi Lisbeth Salander, que es la clave del relato, no se parece a las del cine. Pensamos en un lector que no tenía por qué haber leído las novelas, aunque hay guiños para quienes sí lo han hecho». En Francia se dividió la trilogía en seis volúmenes, aquí unificados en tres: el primero salió en el 2013; el segundo fue obra de Man (Mollet del Vallès, 1976); y ambos dibujantes se reparten el tercero, ya acabado y que saldrá tras el verano en Planeta Cómic, editorial que además publica la versión de otra trilogía negra, 'El guardián invisible', de Dolores Redondo, por Ernest Sala (Olot, 1988), que trabaja ahora en el segundo título.

Del mercado francobelga llegan la mayoría de novedades. Un par de clásicos, en Norma, en cuyo catálogo nunca faltan las adaptaciones: un enorme 'Moby Dick', de Herman Melville, por Chabouté, y 'El corazón de las tinieblas', de Joseph Conrad, por Stéphane Miquel y Loïc Godart, autores ya de 'El jugador', de Dostoievski. Dos historias duras y verídicas de la ocupación nazi de Francia: la autobiográfica 'Suite francesa' (Salamandra Graphic), de Irène Némirovsky, por Emmanel Moynot; y 'Los hijos de la libertad' (Planeta Cómic), del propio autor, Marc Levy, y el dibujante Alain Grand. Y una aún tristemente actual 'El atentado' (Alianza), por Dauvillier y Chapron, sobre la cruda obra de Yasmina Khadra sobre el integrismo islamista y la grieta árabe-israelí.