UNA VOZ RADICAL EN EL MERCAT DE LES FLORS

El anticristo del cante

Niño de Elche actúa este sábado en la muestra 'Ciutat flamenco', pero critica los festivales del género y aboga por la desaparición de los concursos

Niño de Elche rehúye hasta los corsés visuales del flamenco, como muestra esta imagen.

Niño de Elche rehúye hasta los corsés visuales del flamenco, como muestra esta imagen.

NANDO CRUZ / BARCELONA

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Francisco Contreras, más conocido como Niño de Elche, es posiblemente la figura más radical que ha dado el flamenco en el siglo XXI. Se curtió como todos, concursando en el Festival del Cante de Las Minas. «Me apunté a escondidas de mi familia. Entonces aún tocaba la guitarra. Tuve la suerte de que un concursante se rompió la pierna y me llamaron», recuerda. Así, con 15 años, descubrió Contreras el mundo de las peñas flamencas y los concursos. Problema: solo aguantó tres años aquel ambiente.

«Lo de la competición no fue nada positivo. Me hizo caer en depresión a los 18 años», confiesa. «Era gente bastante conservadora y reaccionaria y yo tenía otras inquietudes. Ese mundo me permitió desarrollar mi cante, pero se convirtió en una cárcel y una cruz. Y me fui alejando», explica. Hoy es más tajante: «Por la competitividad y por el fanatismo no hay que pasar. Hubo una época en que esos concursos eran un reflejo del flamenco, pero hoy es un submundo. Esos premios y jerarquías no tienen nada que ver con el flamenco real. Hay que eliminarlos», propone.

Con este discurso y con una obra que no hace más que cuestionar los cánones del flamenco, es normal que los ortodoxos lo vean como a un marciano. Hoy actúa en el Mercat de les Flors (a las 20.00 horas) dentro del festival Ciutat flamenco acompañando a su admirado Juan Carlos Lérida. Presentan el espectáculo Al cante, donde el coreógrafo y el cantaor cuestionan la gestualidad misma del flamenco: «Intentamos ver cómo modificando la posición del cuerpo del cantaor se puede modificar el cante», avanza. Es flamenco, pero en movimiento, más cerca de la performance y la danza; en las antípodas del cante de silla y micrófono.

En otros espectáculos, Contreras canta desnudo o con la boca llena de aparatos. Pese a ello, no soporta que se diga que pretende renovar el flamenco. «Morente pretendía reformar la palabra cantaor, pero a mí me da igual que me llamen cantaor o atleta. Yo hago música y hay más flamenco en ella porque es lo que más he escuchado, pero quizás dentro de 30 años no haya nada», aventura. En su último disco, Voces del extremo, canta sobre ritmos krautrock, funk y ambient. Más chocantes aún es su mensaje: explícitos poemas contra la corrupción, el consumismo, la crisis de la democracia y los falsos comunistas. «Ya está bien de cantar a la humanidad y a la pobreza. Hay muchas instituciones y empresas a los que señalar con el dedo. Incluso a nosotros mismos. Al fin y al cabo, Voces del extremo es un canto a nuestra esquizofrenia porque las situaciones que narra el disco las hemos creado entre todos», aclara.

Una enmienda a la totalidad

Lo del Niño de Elche es una enmienda a la totalidad. «El flamenco es un aparato más del mecanismo de control por parte de las instituciones», sentencia. Y denuncia cómo estas «lo han cogido como identidad nacionalista, cómo desarrollan las fórmulas mercantiles de los cachés y las subvenciones, dónde van los premios y qué puestos ocupan algunos flamencos en las instituciones». Él edita sus discos con licencias libres, se niega a registrar su obra en la SGAE y asume que su presencia en esos festivales flamencos de programación «conservadora e institucionalizada» contribuye a darles una pátina de modernidad. Por eso se guarda un último mordisco: «Para mí, los festivales de flamenco son el anticristo». 

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