Pixar vuelve a ser Pixar

La magistral 'Del revés', de Pete Docter, se pone a la altura de la trilogía 'Toy Story' y 'Wall-E'

NANDO
Salvà

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Pixar ya vuelve a ser Pixar. Aunque mejor sería decir que, desde ahora, Pixar es más Pixar que nunca. El estudio que nos enseñó que el cine de animación por ordenador no tenía por qué sentirse como el pariente pobre del de acción real y durante mucho tiempo nos hizo creer ciegamente en su propia incapacidad para hacer una mala película, hizo saltar las alarmas con 'Cars 2' (2011), 'Brave' (2012) y 'Monstruos University' (2013), tres obras que parecieron responder más a imperativos comerciales que a su habitual creatividad hercúlea.

Que alguien las vaya apagando. Decir que con su nueva película el estudio recupera la inspiración –conceptos intrépidos, riqueza visual desbordante, personajes que revelan una capacidad única para convertir los píxeles en carne y  hueso- es quedarse ridículamente corto. Porque 'Del revés' -estreno en España 17 de julio-- es una obra maestra con todas las letras. Mientras cuenta lo difícil que resulta para una niña de 12 años cambiar de casa, colegio, ciudad y vida en general desde un punto de vista increíblemente singular -el interior de su propio cerebro-, revela una complejidad temática y emocional que la pone a la altura de los títulos más ejemplares de Pixar, como la trilogía 'Toy Story' y 'Wall-E' (2008). Y aunque resulta algo aventurado encumbrarla ya como la mejor de todas ellas, quien quiera defender lo contrario deberá sudar tinta para encontrar argumentos.

Jugando en otra liga

No debería sorprendernos viniendo de quien viene: su director, Pete Docter, ya firmó las magníficas 'Monstruos S.A.' (2001) y 'Up' (2009). Pero 'Del revés' juega en otra liga, en buena medida por su capacidad para conectar con niños y adultos de forma inmediata y por igual. Si obras como 'Monstruos S.A.' o 'Toy Story' (1995) nos permitían conectar con el niño que fuimos –acordarnos de cuando temíamos que un ogro se ocultara bajo nuestra cama, o fantaseábamos con la idea de que nuestros juguetes tuvieran vida propia–, la nueva película conecta de forma directa con el adulto que somos. Porque lleva a cabo una visita guiada a través del cerebro y los sentimientos humanos y la mayoría de personas a las que conocemos tienen ambas cosas, a pesar de que a menudo su comportamiento sugiera lo contrario.

Quizá lo dicho haga pensar en una clase elemental de neurología pero Del revés no es eso, aunque qué duda cabe de que se trata de una película densa si se compara con el estándar del cine de animación. Pero encima de todo es una exuberante fantasía infantil, y de hecho su fuente de inspiración es la propia hija de Docter. «A los 13 vi cómo se aplatanaba y pensé: '¿Qué le pasará ahí dentro?'. Así saltó la chispa», afirmó el director ayer y, según la película, ahí dentro hay un mundo imposible en el que los recuerdos se almacenan como bolas en un dispensador de caramelos, los sueños se crean a la manera de las películas de Hollywood y conceptos como la honestidad, la familia y la amistad son barrocas estructuras flotantes propias de una película de Hayao Miyazaki.

Olvidarse de pestañear

Pero hay más. Docter mezcla elementos de 'road movie', cine de acción y ciencia ficción distópica sobre una base de irresistible comedia; añade tantos detalles visuales y tanta información en segundo y tercer plano que, contemplando la pantalla, uno casi se olvida de pestañear; y sobre todo eso vehicula el tipo de reflexión que solo el tipo de película de animación que no toma a los niños por tontos -y de esas hay pocas- se atreve a articular: hacerse mayor significa aceptar que no todo en este viaje son alegrías y precisamente eso, y lo mucho que podemos aprender de la tristeza y la rabia, es lo que hace que merezca la pena vivirlo.