Naomi Klein: «Es difícil esperar algo positivo de los líderes mundiales»

Nieta de un exmilitante comunista e hija de dos pacifistas norteamericanos emigrados a Canadá para huir de la guerra de Vietnam, creció en un ambiente de marcada conciencia social, a pesar de lo cual durante su adolescencia se declaraba «consumista» y apolítica. Cuando tenía 19 años, el impacto por la masacre de la Escuela Politécnica de Montreal, en la que un activista antifeminista mató á 15 chicas estudiantes, la atrajo hacia el feminismo. Sus libros, traducidos a más de 20 idiomas, la han convertido en una referencia del movimiento altermundista. Escribe artículos en varios medios y es directiva del colectivo ambientalista 350.org. Está casada con el realizador de documentales Avis Lewis. El calentamiento del planeta, según la afamada periodista es un síntoma más de las deficiencias de un sistema económico n-eoliberal que, por otro lado, atraviesa sus horas más bajas desde el 'cra

Naomi Klein, serena pero contundente, el pasado miércoles, en Madrid.

Naomi Klein, serena pero contundente, el pasado miércoles, en Madrid.

JUAN FERNÁNDEZ

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La periodista canadiense Naomi Klein lleva 15 años agitando las conciencias progresistas del planeta y denunciando los oscuros intereses neoliberales que, según sus sesudas investigaciones, convertidas todas en best-sellers, mueven el orden mundial establecido. En No logo (2000) alertó contra las maniobras que siguen las multinacionales para sacar tajada de la globalización a costa de la gente. Siete años más tarde, en La doctrina del shock, denunció la estrategia del miedo que sigue el poder para imponer sus políticas menos populares. Ahora ha dirigido su mirada hacia el medioambiente, pero desde una perspectiva que desborda el ecologismo. En Esto lo cambia todo (Paidós) no propone luchar contra el cambio climático, sino migrar hacia un nuevo modelo económico.

-¿Cómo ve hoy al neoliberalismo que combate en sus libros en comparación con hace una década y media?

-Desde un punto de vista intelectual, no tengo duda de que hoy es mucho más débil. Cuando escribí No Logo, nadie cuestionaba el capitalismo neoliberal. Simplemente, no había alternativa, era como el aire que respirábamos. Sus políticas se consideraban eficaces y buenas, aunque la realidad fuera muy distinta. Hoy esas políticas están tan desacreditadas que solo logran imponerse a través del chantaje, como sucede en el sur de Europa, azotado por la austeridad.

-¿Se da usted por satisfecha? Según Warren Buffet, los ricos están ganando la guerra.

-Obviamente, no me siento satisfecha. Tengo la impresión de que hemos ganado el debate, pero no la batalla, porque al final esto no va de ideas, sino del poder. Al neoliberalismo le interesa vender su modelo como una guerra de ricos contra pobres y declarar su triunfo, pero la economía y la historia se mueven en ciclos, no existe la victoria final, esto puede cambiar. De hecho, ya está cambiando.

-¿Dónde ve ese cambio?

-Lo que ha ocurrido en Europa con las políticas de austeridad es pura doctrina del shock. Se han impuesto medidas que van contra el bienestar de las personas bajo la excusa de que no hay alternativa, pero las plazas de España se llenaron no hace mucho de jóvenes que gritaban: «No queremos pagar vuestra crisis». Esta es la prueba de que al neoliberalismo se le puede contestar. La gente ha dicho no en Grecia, y muchos lo están diciendo en España. Este es el cambio del que hablo.

-¿Por qué ha centrado su atención ahora en el clima?

-En realidad, este libro es una secuela del anterior. Me di cuenta de que el cambio climático y los desastres naturales son también usados como instrumentos parar propagar el estado de shock y, además, son una consecuencia de esas mismas políticas neoliberales que solo conciben la Tierra como un ente al que explotar, no el lugar donde vivimos y que hay que cuidar.

-De hecho, afirma que el capitalismo está en guerra contra el clima.

-El cambio climático es una expresión más del colapso del sistema económico que impera en el planeta, que es incapaz de comprender los límites de las personas, de las sociedades y de los entornos ecológicos. El capitalismo neoliberal solo entiende una lógica: crecer y crecer sin freno; pero opera en un ecosistema finito. Ha llegado la hora de quebrar esa lógica. Si no lo hacemos por intereses económicos, habrá que hacerlo por motivos ecológicos, porque el calentamiento del planeta no puede esperar. Nos pone una fecha.

-Dice que el capitalismo es el veneno del planeta. ¿Hay que cambiar la dosis o eliminar el veneno?

-No me gustan los discursos que hablan de eliminar. Son peligrosos y equivocados. No hace falta acabar con los mercados ni con la propiedad privada para plantear una transición que nos lleve hacia otro modelo económico más justo y ecológicamente sostenible. Un modelo que no permita que el patrón lo impongan las empresas que solo aspiran al beneficio económico sin importarles si destrozan el medio en el que vivimos. No se trata de capitalismo sí o no. Depende de qué capitalismo. El que conocemos solo aspira al crecimiento, pero el objetivo no debería ser crecimiento, sino el bienestar de las personas y la supervivencia del planeta.

-¿Y esa propuesta en qué fórmulas reales se traduce?

-Hay multitud de ejemplos inspiradores en todo el mundo que están trazando el rumbo que seguir. En Alemania, cientos de municipios han tomado el control de las centrales eléctricas y están creando empleo en el sector de las energías limpias. Miles de pequeños agricultores han empezado a asociarse en todo el planeta bajo el lema: la agricultura local enfría el planeta.

-En España, hace años se hablaba mucho de energías verdes. Hasta que llegó la crisis. Ahora solo se habla de paro y crecimiento.

-Soy consciente de que en los países más azotados por la crisis, la lucha contra el cambio climático se considera un lujo que no se pueden permitir, pero esta recesión económica es, precisamente, la señal de que no podemos seguir por donde íbamos. Si nuestro modelo económico funcionara a la perfección y generara riqueza y felicidad, sería difícil cuestionarlo, pero ocurre lo contrario. El discurso antiausteridad debería unirse al de la lucha contra el cambio climático, porque sus causas y soluciones están emparentadas. Capitalismo, austeridad, desigualdad y cambio climático están conectados.

-¿Y cree que esa unión de discursos se está dando?

-A nivel político, no como debiera. La izquierda ha relegado este asunto entre sus prioridades. Cuando el movimiento Occupy Wall Street redactó su manifiesto denunciando las carencias del capitalismo, olvidaron incluir el cambio climático. Incluso un partido nuevo como Podemos, que cuenta con gente comprometida con la bandera de la sostenibilidad, ha dejado al margen esta reflexión. De los líderes mundiales es aún más difícil esperar algo positivo. En diciembre, cuando se vean en la Cumbre del Clima de París, hablarán mucho del tema, pero en seguida se olvidarán.

-El ecologismo lleva décadas batallando, pero el calentamiento del planeta no ha parado de crecer.

-El problema al que nos enfrentamos no se puede enfocar desde la óptica ecológica, hay que hacerlo desde el punto de vista económico. No estamos hablando de proteger un río o una especie en extinción, ni de cambiar las bombillas de casa por otras de bajo consumo. Hablamos de transformar los ladrillos sobre los que se asienta nuestra economía, y esto es algo que no podemos dejar en manos de los ecologistas.

-A corto plazo, las noticias de la agenda energética mundial hoy se llaman fracking y petróleo barato. ¿Qué les decimos a los que se declaran encantados por llenar los depósitos de sus coches por menos dinero?

-Puede parecer contraintuitivo, pero la bajada del precio del petróleo es una oportunidad fantástica para plantear la transición a la economía verde, ya que permite jugar con los impuestos tasando las energías del carbono y potenciando las limpias. Las empresas petrolíferas se han encontrado de pronto con un problema: con el petróleo tan barato, muchas de sus explotaciones no son rentables y están empezando a pedir ayuda a los Estados. Es el momento de decirles: no, en vez de subvencionar el petróleo, vamos a invertir en fuentes de

energía más sanas para el planeta.

-A veces da la sensación de que solo avanzamos a base de trompazos. ¿Tiene esa impresión?

-No comparto esa idea de que las cosas tengan que empeorar para empezar a mejorar. Nos falta imaginación y valor, y esto es, precisamente, uno de los éxitos del neoliberalismo. A millones de personas en todo el mundo se les ha dicho que no hay alternativa. Aunque el desastre de este sistema sea palpable, nos resistimos a explorar otro modelo. Preferimos dedicar nuestra creatividad a desarrollar ingenierías tan sofisticadas como el fracking antes que plantear sistemas que nos liberen de nuestra dependencia del petróleo. Es hora de cambiar y liderar la imaginación de la gente en otro sentido. Pero no necesitamos más shock ni más dolor. Ni el planeta puede seguir esperando.

-¿Hay una fecha límite?

-Sí, ayer. Ya llegamos tarde, estamos fuera de tiempo, pero ahí es donde solemos hacer nuestro mejor trabajo. La alternativa es tan catastrófica que tenemos la responsabilidad moral de intentarlo. H