Javier Gutiérrez: "Montoro está de caza de brujas entre los actores"

Luanco, Asturias, 1971. Actor.El sábado pasado, al recoger el Goya al mejor actor del año por su trabajo en ‘La isla mínima’, se mordió la lengua para no romper el tono festivo de la gala. Una semana después, le dice al ministro de Hacienda lo que aquel día se dejó en el bolsillo. Luanco, Asturias, 1971. Actor.

El actor, nacido en Asturias, criado en Ferrol y que se confiesa forofo culé, el pasado miércoles, en Madrid.

El actor, nacido en Asturias, criado en Ferrol y que se confiesa forofo culé, el pasado miércoles, en Madrid.

JUAN FERNÁNDEZ

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Asturiano de nacimiento, cuando era un crío su familia se mudó a vivir a Ferrol (A Coruña), donde pasaría toda su infancia y su adolescencia. Su afición al teatro le llevó más tarde a mudarse a Madrid para estudiar Arte Dramático.  «Antes que nada soy actor de teatro», dice. Ha estrenado 26 obras en los últimos 20 años. Las que más celebridad le aportaron fueron las que representó con el grupo Animalario. Debutó en el cine en el 2002 y ha rodado 21 películas, la mayoría comedias. En la tele, desde hace seis años da vida a Sátur en la serie ‘Águila Roja’. Sin embargo, el papel de su vida ha sido de perfil dramático. El policía carca y oscuro de ‘La isla mínima’ le ha granjeado la Concha de Plata y el Goya.

El lunes pasado, a las siete de la mañana, Javier Gutiérrez ya estaba en pie para iniciar su semana laboral. A esas horas, el glamur y los brindis de la noche del sábado, la de su proclamación como mejor actor del año en los premios Goya, era un eco lejano. Ahora tocaba volver a ese terreno que él tan bien conoce, y donde se reconoce: el del oficio. Lleva 20 años haciendo teatro, 12 participando en películas y 6 formando parte de la serie de mayor éxito en televisión, Águila roja, en cuyo set de grabación se ha pasado la semana como si nada hubiera ocurrido. Se presenta como un «picapedrero de esta profesión», pura clase media del cine español que este año, para variar, ha dado un paso al frente para concentrar toda la atención.

–De lo que ha vivido esta semana, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención?

–El otro día, en el supermercado, noté que la gente me felicitaba con una complicidad especial, como si se alegrara de que hubiera ganado un tipo como yo, que no soy demasiado conocido y nunca estuve en las apuestas. He llegado hasta aquí a base de constancia y sin esperarlo. Guardo en casa el guion de la primera película que hice, El otro lado de la cama, donde mi presencia quedó reducida al mínimo porque mis secuencias se cayeron en el montaje. En un margen del guion, dejé escrito en mayúsculas: «NO SIRVO PARA HACER CINE». Creo que voy a poner el Goya a su lado.

–Los niños aficionados al fútbol sueñan con ser Messi o Iniesta. ¿En qué actor se miraba usted cuando decidió que esto era lo suyo?

–La primera vez que viajé a Madrid me gasté 150 pesetas, que para mí eran una fortuna, en una entrada para ver a José María Rodero en el gallinero del Teatro Español. Durante años, mi libro de cabecera fue El viaje a ninguna parte. Me miro en el espejo de la generación de Juan Luis Galiardo, López Vázquez, Alfredo Landa, Fernán Gómez. 

–¿Tiene fechado ese flechazo?

–Realmente, antes de querer ser actor tuve tres vocaciones: detective privado, periodista deportivo y misionero comboniano. Esta última se debió al colegio al que iba, La Salle, donde nos sorbieron el coco poniéndonos documentales de misiones. Pero lo de periodista deportivo es una cuenta pendiente. Sigo escuchando los partidos por la radio aunque los vea en la tele y soy un gran forofo del Racing de Ferrol y del Barça. Me hice culé por una camiseta de Charly Rexach que me regalaron de niño. 

–Ya que lo nombra, ¿cómo ve al equipo? ¿Disfruta de este Barça o la sombra del Pep Team sigue siendo demasiado alargada?

–Creo que hay que sacudirse ya lo del Pep Team, igual que algún día tendremos que sacudirnos la era Messi. De momento no, porque está enchufadísimo y el tridente funciona a la perfección, pero ese día llegará. Celebro que Luis Enrique haya dejado la mano dictatorial con la que manejaba el vestuario. Le gustaba hacerse sentir demasiado. El Barça es una filosofía de fútbol, y eso seguirá cuando no esté Messi.

–¿Es un comediante que ha triunfado haciendo un papel dramático?

–Me siento bien con los dos trajes, pero reconozco que es mucho más difícil la comedia. Lo dramático siempre puedes arroparlo con la música o la propia historia, pero hacer reír a la gente es muy complicado, a pesar de estar menos valorado. 

–La identificación de su rostro con la comedia data de las gamberradas que montaban en Animalario. ¿Cómo recuerda aquella etapa?

–Ese grupo de teatro ha sido y sigue siendo mi familia. Animalario no solo significaba una forma de actuar, también era una forma de vivir. Fue una época muy divertida, aunque también tuvimos nuestras cuitas. Nos pateábamos el país entero en giras de año y medio y todos teníamos mucha personalidad. Al final, cuando juntas tanta testosterona a flor de piel, acaban saltando chispas. Ocurre en las mejores familias. 

–¿Se pelearon, se disolvió el grupo?

–En absoluto. Conservamos la amistad, hablamos a menudo, pero el grupo de teatro desapareció ahogado por problemas económicos. Las administraciones no pagaban lo que nos debían y nos fuimos arruinando con los créditos. La productora dejó de existir, pero el espíritu lo conservamos.

–Animalario dirigió la revoltosa gala del No a la guerra. Este año, al acabar la ceremonia, usted la describió como «elegante». ¿Preferiría que hubiera sido más combativa?

–Sí, pero yo mismo reconozco que también me corté. Tenía pensado soltar algo, pero al final, viendo cómo transcurría la velada, me autocensuré. Pensé: si digo lo que tengo en mente, quizá quede raro y al final solo consiga manchar el premio y dar argumentos a los que nos critican todos los años. 

–¿Qué se dejó sin decir?

–Era una noche ideal para preguntarle al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, por qué últimamente no habla de cine, él que decía que el público no iba a ver nuestras películas porque eran malas. Me gustaría saber cuántos filmes españoles ha visto en el último año. Ya que le gusta hacer de crítico de cine, me interesa conocer ese dato.

–Por cierto, ¿tiene todos sus papeles en regla con Hacienda?

–He sufrido cuatro inspecciones en los últimos tres años. De hecho, dos de ellas están ahora mismo abiertas. Y no soy el único. Conozco a varios actores que están pasando por lo mismo. 

–¿Se siente perseguido?

–Totalmente. Montoro está ejecutando una caza de brujas entre los actores. Mi asesor me lo dijo: «Javier, esto no es normal, aquí hay algo detrás, van a por vosotros». Por eso, cuando oigo al ministro insinuar con su vocecita que en este país hay actores que no pagan impuestos y que somos unos defraudadores, me dan ganas de soltar más de una hostia. 

–La familia del cine español arrastraba un estigma político. Ya sabe, lo de los progres y los titiriteros. ¿Esa imagen se ha superado?

–Para una parte del público, no. Continúa habiendo un sector que sigue viéndonos así, y por ese motivo jamás irá al cine a ver una película española. Es gente intoxicada por ciertos periódicos y radios que llevan hablando mal de los Goya desde la gala del No a la guerra. Persiguen enemistarnos con el público, pero este año se han quedado sin argumentos. 

–¿Un personaje popular debe medir lo que dice en público?

–Yo tengo el mismo derecho que cualquiera a contar lo que pienso, y lo reivindico. Soraya Sáenz de Santamaría dice que los del cine debemos dedicarnos a hacer películas y no a hablar de política. No cuenta lo mismo cuando hay elecciones y me pide el voto. Antes que actor, soy ciudadano. 

–¿Usa su oficio para poner en práctica su compromiso político?

–Siempre que tengo ocasión. En la tele no puedo, porque está enfocada al entretenimiento, y en el cine no soy dueño de las historias. Pero en el teatro, donde a veces soy productor aparte de actor, procuro elegir obras que remuevan la conciencia del espectador e incluso le hagan estar incómodo. Para mí, el teatro es política. No me imagino permaneciendo ajeno al compromiso en un mundo tan injusto como este. 

–¿Qué se puede hacer?

–Ir a votar en masa. A lo que cada uno considere oportuno, pero hay que votar. Si los simpatizantes del PP creen que la legislatura ha sido inmejorable, que voten al PP. Pero los que opinamos lo contrario, debemos buscar otra opción. 

–Están las opciones muy revueltas últimamente.

–Me parece muy triste que en un momento como este, con la derecha acorralada por los casos de corrupción y sin apoyo popular, la izquierda se dedique a tirarse los trastos a la cabeza. En vez de mirar por el ciudadano, solo les preocupa llegar al poder sea como sea. 

–Su amigo Alberto San Juan se presenta por Podemos a la Comunidad de Madrid. Su también amigo Willy Toledo declaró a este diario que es un proyecto «peligroso e irresponsable». ¿Usted dónde se sitúa?

–Creo que Podemos se merece una oportunidad. No tengo claro su programa y me perturba lo que está pasando con Monedero, no sé hasta qué punto es cierto lo que se dice de él. Estoy un poco despistado, pero tengo claro que si hay que elegir entre ellos y el PP, me quedo con Podemos. 

–¿Se imagina entrando en política?

–No es para mí. Admiro lo que hacen Alberto y Willy, que tienen mucho carisma, son muy líderes y dicen verdades como puños, pero mi guerra va por otro lado.