FIESTA DE LA MÚSICA

Grammy de ecos negros

Sam Smith y Beck dan la campanada en una gala seria, sombría, polémica y con tintes políticos

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IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Amy Winehouse en 2008 y Adele en 2012 habían dejado claro que a la industria musical de Estados Unidos le puede el soul que cruza el océano y cobra nueva vida en la voz de intérpretes británicos, gargantas de ecos negros que rugen tras pieles blancas. Desde el domingo se puede sumar un nuevo nombre a la tradición: Sam Smith.

El londinense de 22 años que ha sacado el máximo partido a un corazón roto dio el domingo la campanada en los Grammy. Su himno Stay with me fue votado como mejor canción y mejor grabación del año y se llevó los gramófonos a mejor nuevo artista y mejor disco de pop vocal (In the lonely hour).

Si la coronación de Smith fue una sorpresa relativa la suprema fue la elección de Morning Phase, de Beck, como disco del año, reconocido también como mejor álbum de rock y por su ingeniería. Pocos niegan méritos a un californiano que lleva una docena de discos creando una personal propuesta, pero Kanye West está entre las excepciones.

En lo que parecía un guiño a su asalto hace unos años al escenario cuando Taylor Swift fue premiada dejando en la cuneta a Beyoncé (en la silueta), West hizo amago de repetir gesto. Hasta Beck lo interpretó como una broma. West, no obstante, dejó claro que le pone pegas al premio y a una industria que sigue dejando a artistas como Knowles sentadas cuando llega el premio gordo (aunque la artista ganó tres grammys).

«Si quieren que los artistas de verdad sigamos viniendo tienen que dejar de jugar con nosotros», dijo West a un canal de televisión. «Beck necesita respetar el arte y debería haber dado el premio a Beyoncé. (...) Cuando sigues abofeteando a gente después de que hagan monumentales logros musicales estás faltando al respeto a la inspiración».

TRES HORAS Y MEDIA / Fue una reivindicación realizada cuando ya había acabado una gala de más de tres horas y media que se tomó a sí misma muy en serio, demasiado, aunque afortunadamente dejó entre 23 actuaciones lujos como escuchar a Annie Lennox dando vida a I put a spell on you o ver la interpretación en directo del vídeo de Chandelier de Sia e incluso a una Madonna aferrada a excesos toreros.

PROTESTAS / Hubo, además, corrientes de protesta. Williams y sus bailarines, por ejemplo, levantaron en su versión de Happy las manos, el símbolo que nació tras la muerte de un joven negro desarmado a manos de un policía blanco en Ferguson (Missouri), a la que también se hace referencia en Glory, la canción de Common para la película Selma que fue le último número musical. Y al presentar un premio Prince sentenció que «los discos, como los libros y la vida de los negros, importan».

Hasta el presidente de EEUU, Barack Obama, apareció en la gala, urgiendo en un vídeo a combatir la violencia contra mujeres y niñas. «Los artistas tienen un poder único de cambiar mentes y actitudes», dijo. Música con mensaje, mensaje con música.