Onírico 'Pélleas'

Los protagonistas de la ópera, en el lago de aguas muertas, elemento central.

Los protagonistas de la ópera, en el lago de aguas muertas, elemento central.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / DRESDE

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Enigmática, perturbadora, vaporosa y con mucho ritmo teatral. La versión escénica de Pélleas et Mélisande de Claude Debussy que La Fura, de la mano de Àlex Ollé, estrenó anoche en  la Semperoper de Dresde (Alemania) recibió una calurosa acogida, con más de 10 minutos de bravos para los participantes. La fuerza del lenguaje onírico del montaje, con  una atmósfera cercana al estilo de David Lynch, conmovió al público.

La orquesta Staatskapelle, de la que es responsable el prestigioso Christian Thelemann, fue dirigida con buen  pulso por el francés Marc Soustrot. Un  notable reparto de cantantes, encabezados por Camilla Tilling y Phillip Addis en los papeles principales, contribuyó  a dar vuelo musical a esta gran ópera del siglo XX basada en la obra del simbolista Maurice Maeterlinck.

En una pieza en la que el mundo psicológico de los personajes es más importante que  lo que se percibe directamente, es fundamental un enfoque que ayude a dar claves para encontrar respuestas a las muchas preguntas que se plantean en el relato. La trama narra la historia el trágico triángulo amoroso que protagonizan Pelléas, su hermano Goulad y la misteriosa Mélisande.

Una gigantesca caja negra, representativa del universo de la mente, centra la producción junto al lago de aguas muertas, exponente del paisaje pantanoso por el que discurre este viaje por tan fantasmagórica irrealidad. El contenedor ideado por el escenógrafo Alfons Flores encierra los codificados símbolos de los enigmas de la ópera, y su estructura giratoria permite desarrollar, en dos alargados y superpuestos compartimientos, las escenas a dos niveles de la decadente existencia burguesa en el castillo del rey Arkel.

El artilugio ofrece otros juegos escénicos, entre ellos el de abrir ventanas en las paredes de la torre. En una de ellas aparece Mélisande con sus largas trenzas. Pero en esta producción Pélleas no la espera abajo, sino que la observa desde otra ventana. La representación de  la gran escena de amor entre los jóvenes acabará reuniéndoles sentados en una cama y observados por el obsesivo Goulad.

DESDE EL ACANTILADO / En el inicio del espectáculo, la protagonista observa sobrecogida el abismo desde lo alto de la caja convertida en acantilado. Su mirada se dirige hacia el agua, donde acaba de lanzar una corona  que es el símbolo de una realeza caduca. Una imagen parecida, con ella embarazada, se verá más adelante después de que Pélleas haya muerto a manos de su hermano. Ese juego de flash back responde al intento de demostrar que la protagonista vive una historia circular y que acaba siempre volviendo al lugar del que huye.

PASAJES IMPACTANTES / Hay muchos pasajes impactantes en el montaje. Entre ellos están los de la violencia del brutal Goulad enloquecido por los celos. La muerte de ella es uno de los momentos de mayor intensidad dramática, junto con esa secuencia final con dos imágenes de la heroína, una en la casa con la familia y la otra en el exterior, sobre un lecho que flota sobre el agua. Es su fantasma, que ha huido para reunirse con el del héroe asesinado.

El vestuario de Lluc Castells realza la estética de un montaje que sigue la estela del simbolismo de Maeterlinck y de las tesis de Freud. La célebre gruta del libreto original es aquí un trastero del castillo. El pequeño Yniold, hijo de la primera esposa de Goulad , aparece  siempre como mudo testigo de lo más inquietante que sucede en la familia.

Àlex Ollé rellena con imágenes de vida cotidiana la interpretación de los bellos interludios que dan continuidad dramática a la ópera. Situaciones como la de la pérdida del anillo de casada de Mélisande en la fuente de los ciegos y muchas otras proyectan  siempre la  inmersión en el mundo de los sueños/pesadillas  de esta producción.

SUTILEZA MUSICAL / Soustrot extrae de la orquesta toda la sutileza y el colorido del innovador lenguaje de Debussy, con una música ligada a la vivencia psíquica de los personajes. Es magnífica la actuación de la formación tanto en los interludios como en el respaldo a los intérpretes y al coro. Todos ellos declaman/cantan obligados por una partitura al servicio de la palabra.

Tilling mereció las aclamaciones por su Mélisande y Addis respondió a su rol de Pélleas. Ambos proyectaron la serenidad y belleza de la gran escena de amor del cuarto acto de la obra con la hermosa canción de ella y el arioso de él. Marquardt encarnó un buen Goulad, Rönneberg dio con la estampa del viejo rey, y Christa Mayer fue una correcta Geneviève, la madre de  los dos hermanos.