ESTRENOS DE LA SEMANA

Damien Chazelle: "Para hacer música hay que sangrar"

Estrenos de la semana. Tráiler de 'Whiplash' (2014).

Tráiler de 'Whiplash' (2014). / periodico

NANDO SALVÀ / TORONTO

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Whiplash, segunda película del joven director estadounidense Damien Chazelle (cumple 30 años el lunes) opta a cinco Oscar -entre ellos el de mejor filme- tras haber sido aclamada en Sundance, Cannes y Toronto. Parcialmente autobiográfica, retrata la explosiva relación que se establece entre un batería de jazz, decidido a convertirse en un genio, y su instructor, que le hará pagar un precio muy alto para lograrlo.

-Durante la adolescencia usted también fue batería de una banda de jazz, ¿verdad?

-Sí, y fueron cuatro años de ansiedad y miedo constantes. El director de la orquesta no era un monstruo de la película, en realidad era el mejor maestro que he tenido. Pero era muy duro, aterrorizaba a los músicos y disfrutaba con ello. Sigo teniendo pesadillas sobre esos años, y hacer la película no ha acabado con ellas. Ahora bien, si legué a ser un buen batería es gracias a esa tiranía.

-¿La está justificando?

-No, que un educador abuse física o mentalmente de sus alumnos, aunque sea con el fin de convertirlos en genios, me parece inmoral e indefendible. Dicho esto, uno de los asuntos de la película es recordar la importancia del trabajo duro. Mucha gente tiene la idea de que los grandes artistas nacieron siéndolo, y no es así. Da Vinci no nació sabiendo pintar la Mona Lisa. Beethoven no se levantó un día de la cama diciendo «hoy compondré la Novena Sinfonía, caramba».

-Por momentos, Whiplash funciona casi como una película de terror.

-Yo lo que quise fue hacer una película en la que se percibiera el dolor físico que tocar música conlleva. Para hacer música hay que sudar, sangrar y sufrir, y no hay películas dedicadas a eso. Con el tiempo los pianistas se destrozan los dedos, los trompetistas se fastidian los labios y los violinistas se tuercen la espalda. Cuando yo era batería mis manos estaban llenas de ampollas y sangraban constantemente. Recuerdo que vi La chaqueta metálica en esos años y pensé, «por fin una película refleja lo que estoy viviendo».

-El jazz y el sufrimiento siempre han ido de la mano. ¿Por qué?

-Siempre ha habido algo muy militar en las orquestas de jazz, supongo por eso las big bands se convirtieron en una forma muy popular de entretenimiento para los soldados durante las dos guerras mundiales. Durante su edad de oro, entre los años 30 y finales de los 50, esas formaciones se hicieron famosas por lo dictatoriales y violentos que sus líderes podían llegar a ser. Y, posteriormente, también músicos como Buddy Rich y Miles Davis se distinguieron por sus malos modos.

-Si para crear arte hay que sufrir miedo y dolor, ¿merece la pena crearlo?

-Esa es la pregunta del millón, y no tengo respuesta. Pero sí sé una cosa. Si repasamos la historia y decimos «vamos a borrar todo logro artístico de la historia que haya requerido que alguien sufra o que alguien haga sufrir a otros», entonces tendremos que hacer desaparecer muchos avances científicos, y las pirámides que los esclavos construyeron, y la llegada a la Luna, y la Capilla Sixtina, y la música de Charlie Parker. ¿Qué importancia tiene perder todo eso?

-¿En qué cree usted que la música sobresale sobre el resto de artes?

-En su poder para crear emociones. Eso se ve fácilmente en el cine: una mala banda sonora puede destrozar una película y convertirla en una cursilada, y una buena banda sonora puede salvar una película. Por eso, para un director tener una partitura es como tener una pistola en la mano. Te da un gran poder, pero debes usarla con cuidado.