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Babadook Madres, hijos y bestias

Babadook Madres, hijos y bestias_MEDIA_2

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Jennifer Kent

El cine australiano ha dado algunas de las películas y directores más importantes en los márgenes de un cine fantástico donde se impone la sugerencia y la reflexión: Picnic en Hanging Rock de Peter Weir sería uno de los mejores exponentes. Babadook no tiene la atmósfera perturbadora de aquel filme, o mejor dicho, posee otro tipo de atmósfera menos original pero igual de efectiva. Y su historia, explotada desde la sugerencia hasta el trazo grueso, puede funcionar como metáfora de muchas cosas, entre ellas la maternidad no deseada.

Se percibe cierta influencia de Roman Polanski por lo que respecta a esa idea argumental (La semilla del diablo) y también a su puesta en escena (Repulsión). A partir del imaginario terrorífico del siniestro libro de cuentos que da título al filme, Babadook plantea un cara a cara entre un niño hiperactivo y una madre completamente superada por las circunstancias. Pero lo interesante es como el centro de gravedad de la historia va desplazándose de uno a otro, como cambian los puntos de vista y los temores, de qué manera se busca la identificación con la madre y después con el hijo, como el terror real deriva en horror sobrenatural.

Kent crea un clima sin duda malsano a través de sonidos, gestos y composiciones: los rostros demudados de la madre en primerísimo primer plano transmiten el agotamiento físico y psíquico del personaje de manera ejemplar. La parte final del filme resulta menos atrevida

pero no invalida los muchos

aciertos de este fulgurante debut. QUIM CASAS