TODO LO QUE HAY / AIXÒ ÉS TOT JAMES SALTER

La justa palabra

El escritor norteamericano James Salter, en París.

El escritor norteamericano James Salter, en París.

SERGI SÁNCHEZ

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¿Qué significa vivir? El paso del tiempo, el encuentro con los otros, la ilusión y la decepción que produce el amor, el placer de la literatura, el miedo a la muerte, tropezar mil veces con la misma piedra, querer y no poder, poder y no querer, buscar la belleza del mundo y no siempre encontrarla. ¿La vida destilada en una novela que abarca 40 años sin que el lector tenga la impresión de que han transcurrido, como cuando nos damos cuenta, al volver al barrio de la infancia, de que ya no somos niños, y que algunas cosas (no todas, sólo algunas) no han sucedido como nosotros esperábamos, y las que hemos recibido a cambio son una sorpresa y una traición? ¡Qué gran experiencia es la lectura cuando nos topamos con una novela como 'Todo lo que hay'!

Lo primero que sorprende es la naturalidad con que James Salter maneja la voz de un narrador omnisciente que, al principio, salta de la conciencia de Philip Bowman a un plano general para describir la batalla de Okinawa a habitar las distintas personas con las que se cruza, y que van a conformar su biografía. Somos, viene a decirnos el norteamericano, la experiencia de los otros, y entonces la novela, bajo su aspecto de lírica transparencia, que atraviesa el exultante romanticismo de Bowman, que se convierte en editor y experimenta placeres y desengaños, se transforma en una colmena enorme de vidas que remiten a otras vidas, de afluentes que vuelven a la cuenca original para desviarse otra vez con la precisión técnica de quien escribe, corrige y reescribe sin parar en busca de la palabra justa.