crítica

Big eyes Tim Burton Pintura e impostura

Big eyes Tim Burton    Pintura e impostura_MEDIA_2

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por QUIM CASAS

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La última película de Tim Burton pintaba bien, pero los resultados demuestran que el director de Eduardo Manostijeras perdió hace años la verdadera inspiración y va dando tumbos intentando reencontrarse a sí mismo. Big eyes es mejor que Charlie y la fábrica de chocolate, Alicia en el país de las maravillas Sombras tenebrosas, pero eso no es suficiente: aún puede pedírsele más al director que inventó el concepto de cine bizarro y creó una estética inimitable.

Pintaba bien por el tema tratado, la relación de la artista Margaret Keane, autora de lienzos con rostros humanos caracterizados por sus grandes ojos (una estética muy burtoniana), y su esposo Walter Keane, quien comercializó sus cuadros cual Andy Warhol del márketing pero se hizo pasar por autor de los mismos, lo que terminó en un pleito legal. También prometía la presencia de los guionistas Larry Karaszewski y Scott Alexander, expertos en biopics de personajes anómalos: el cineasta Ed Wood (en el espléndido filme homónimo del mismo Burton), el editor de revistas pornográficas Larry Flint y el cómico Andy Kaufman (personajes ambos de sendas películas realizadas por Milos Forman).

Pero el cometido de estos dos guionistas no tiene nada de transgresor, siendo biografías cinematográficas de personajes que si lo fueron, y el estilo de Burton resulta demasiado plano, carente de toda tensión y tendente a un sentido del humor que nunca funciona: como mejor ejemplo la secuencia del juicio, en la que Walter Keane (interpretado por un descontrolado Christoph Waltz) se defiende a sí mismo a base de chascarrillos que no vienen a cuento dada la textura dramática del relato.

Bien ambientada e iluminada, cierto, y mejor interpretada por una Amy Adams que parece emerger de una vieja película de Hollywood de los años 50, pero poco más.