CRÓNICA FOTOGRÁFICA DEL 2014

365 clics de magia

Trate de poner de acuerdo a 31 abogados, arquitectos o políticos. No es fácil, no. Julio Carbó, maravilloso fotógrafo, sí fue capaz de poner de acuerdo a 31 fotógrafos. De proponérselo, hubiese puesto en fila a 365, uno por cada día del año. Es la exposición coral del apasionante 2014. Una preciosa crónica en imágenes.

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TEXTO Y FOTOS: EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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El día que le tocaba, que le apasionaba hacer clic, pensar la foto, imaginarla, captarla, robarla, macerarla, hacerla suya, ya había sido elegido. Para no liarse, equivocarse y / o olvidarse (el cerebro de los fotógrafos es muy especial y con mil cajones), decidió que su fecha sería el 20 de cada mes. ¿Razón? Única, cristalina: es su cumpleaños.

Decidido el día, ¡mierda!, apareció el cáncer de pulmón. Y no un cáncer de pulmón cualquiera, no. Como gran fotógrafo, como fotógrafo en plan Lou Grant, es decir, Animal, ¡el más grande! Había que operar a saco, extirpar. Y sí, la prioridad fue, claro, la intervención... pero ¡ojito al día, doctor, que tengo foto!

«Lo haremos el 12 de febrero». 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19 y 20. Hay tiempo, muy mal se tienen que dar las cosas para atascarse. Tumor en el bronquio y le quitan el pulmón entero. «No es quitarte una muela, no». El 17 lo bajan a planta. Vamos bien. Quedan tres días. Ánimo.

El 18 no se ve aún en pie. Mal asunto. «Verá, enfermera, es que tengo que hacer una foto...». No lo trataron de loco porque ya lo trataban de fotógrafo, así que no sumemos más conflicto. «Una foto... ya, vale, vale». Y la enfermera se lleva el agua.

Se acerca el día

El 19 se complica la cosa, pero a mejor. «Mañana es el día, enfermera, así que tenemos que buscar una foto. Me toca y yo a los míos no les fallo nunca». Los míos, que no son de nadie, que nunca han sido de nadie, que no son ni de ellos, pues más de la mitad van por libre (les llaman freelance), son los otros 30 colegas fotógrafos, retratistas, documentalistas, perdón, fotoperiodistas, fotoreporteros, que comparten el maravilloso proyecto 1 día 1 foto.

La enfermera levanta la tapa del plato de sopa y le dice: «Puede ir, si quiere, a nuestro hospital materno-infantil, que está aquí al lado y van los payasos a entretener a los niños». O le llevo yo, pensó. Voy. Joan Manuel Baliellas llamó a su mujer y le pidió que le llevase la cámara al hospital. «Y ropa de vestir guapa». Bueno, ropa. Guapa, guapa. Ropa. Y el 20 abandonó la cama, se vistió y lo llevaron en silla de ruedas (su enfermera favorita) para que cumpliese con su clic del mes. Y volvió a la cama convertido en una piltrafa. Pero siendo más fotógrafo que nunca. O que siempre. Enorme.

Fotos para el mundo entero

Y así, con la pasión de quien empezó de botones en EL PERIÓDICO, repartiendo cafés, y ha terminado publicando en The New York Times, hay más de 31. Eso sí, ninguno tiene ya las uñas marrones de agitar las copias en el corrosivo revelador. Ni posee cuarto oscuro en su casa. Ni luce en su cámara película Plus-X o Tri-x y, mucho menos, fuerza su sensibilidad hasta los 3.200 asa para el fútbol nocturno. Ahora todo está en una tarjeta de 64 gigas. La bomba.

Como dice Baliellas, esto de las nuevas tecnologías, redes sociales, internet, el nuevo mundo, es fantástico. «Haces una foto en Bombay y la ven, al segundo, en todo el mundo». Lo que no le gusta a Baliellas es que se abuse de la tarjeta, del motor de la cámara («el motor es una auténtica metralleta») y que, para asegurar el tiro, «hagan casi vídeo». Baliellas sigue defendiendo lo viejo: «Toma, chaval, un rollo de Tri-X de 36 fotos y haz tres temas», le decía su primer jefe. Ahí quiero ver al guapo que la clava con solo una docena de clics por tema. Porque eso es lo único que no ha cambiado: el ojo, la inspiración, el instante, la imaginación. No sonará como la Leica, pero el clic sigue siendo lo que ilumina esta profesión, maltratada en las redacciones y, ahora, superada por los móviles.

Un auténtico ‘dream team’

A partir del 1 de enero, usted va a tener oportunidad de ver algo único («¡ojalá se repita cada año con más y más fotógrafos!»), sugiere Carmen Secanella), que es una crónica fotográfica del 2014, pues 31 fotógrafos se han repartido el mes y, cada mes, ha hecho una foto el día que le tocaba. 365 imágenes que cuentan una vida: la de la ciudad, la de este país, desde mil sitios y mil enfoques diferentes. Todo empezó el pasado 1 de enero con un baño en la Barceloneta inmortalizado por Jordi Cotrina, el Leo Messi de la fotografía deportiva, y me juego lo que quieran a que acabará el 31 de diciembre con un gracioso cagané de Albert Betran, el Andrés Iniesta de la imagen.

Y en medio no hay 363 días, ni fotos. Hay pasión. Y sufrimiento. Por el presente y por el futuro. Pero sobra magia. Y pelea. ¿Miedo? No más que los arquitectos, ingenieros, maestros o taxistas. «Nosotros no somos dueños de la fotografía. No la inventamos. Se trata de una técnica y, como tal, la puede aprender todo el mundo. ¿Qué es lo que hace que un fotógrafo destaque por encima de otro? Su creatividad, el clic, su ingenio, su pasión». Es Jordi V. Pou, dos metros de retratista, maestro, innovador y experto al que le encanta, por encima de todo, estar a la última.

Pou, sobrino del gran Pou (insisto, el fotógrafo tampoco es manco) ha venido con Martín, su hijo de 10 años, que ya es un gigante. Y hace fotos magníficas, claro. «Los que quieran tener miedo a Instagram, que se lo tengan. Se equivocan. Esa gente no quiere hacer la competencia. El 90% de la fotógrafos que publican en Instagram no tienen pretensión alguna de ser fotógrafos. Antes no existía gente que hiciese fotos sin pretensión de ser fotógrafo. Ahora sí, hay millones de personas». Me temo que desde allá arriba –¡son dos metros!– se ven las cosas más claras. Y con menos miedo.

La mejor vida del mundo

Alguien que hace ya algún tiempo decidió ver transcurrir la vida desde el Club Natació Barcelona, que es una forma de ver placentera, mimosa, amena y confortable, elogia que «por fin» un grupo de fotoperiodistas se hayan juntado para ser sus «propios editores». «Hacemos las fotos que hemos querido y somos cada uno de nosotros nuestro propio comisario de exposición». Así lo explica Agustí Carbonell, uno de los padres de la fotografía, un lince de la imagen, apasionado dueño de una preciosa Leica mecánica.

«Esta exposición es la mejor prueba de que el fotoperiodismo tiene ganas de vivir y no morirá jamás», explica Carbonell, que ha enseñado a demasiada gente que no quería aprender. ¿Miedo? «Yo no tengo miedo a nada ni a nadie. Todo el mundo sabe escribir, pero ¿cuántos buenos escritores hay? Todo el mundo hace fotos, pero solo unos pocos seguirán teniendo el privilegio, el don, el arte, la oportunidad, la sensibilidad, el instante, la capacidad de acertar la luz, el color y saber explicar una historia en cinco instantáneas», subraya este sabueso de la imagen, un tipo que parece pintar sus fotos, no hacerlas, y que agradece el magnífico copiado de los laboratorio EGM.

Un mundo que solo mira

Carmen Secanella suena a castañuelas. Se la ve feliz, se le nota contenta, luminosa. Está más que orgullosa, insisto, está sonora por haber sido llamada a participar de la idea de Julio Carbó, el clic más clic, pues él fue el padre de este proyecto, que ¡ojalá! se convierta en libro (¡venga, Banco Sabadell, anímate!). «Esto es la historia de una ciudad, de un país, de una sociedad, de sus gentes, de sus costumbres», relata Secanella. «Y no hay mejor manera de contar una historia que con fotos. ¿Por qué? Porque vivimos la era de mirar, de ver, más que de leer, lo siento. ¿O no?». Ya ven, Carmen no cree que su profesión esté en crisis. «O no lo está más que cualquier otra. Más que el teatro, el cine y tantas y tantas otras disciplinas. Hay que ser más ingeniosos y valientes, olvidar los soportes convencionales y las temáticas de siempre. Hay que arriesgarse. Los buenos trabajos siempre sobrevivirán. Y el buen fotoperiodismo no desaparecerá nunca porque es muy necesario, mucho».

Los hay que tienen vitrinas enteras repletas de reconocimientos. Y no los enseñan, ni lo dicen. Por ejemplo, Pere Tordera. «Siempre ha costado vivir de la fotografía, pero yo creo que la crisis se centra más, por ejemplo, en los grandes negocios vinculados al sector, no sé, Fotoprix, por ejemplo, que en los profesionales», afirma uno de los mejores clics catalanes, al que le gustaría que la exposición sepasease por toda Catalunya.

La misma crisis para todos

Casi todos piensan lo mismo: la profesión no está en crisis. Está en crisis que no se pague, que no se valore el trabajo y que los editores, los dueños de los medios, prefieran cualquier trabajo al buen trabajo. «A ver, seamos sinceros, ¡caray!: el tema está jodido, pero está jodido para todos», explica Santi Cogolludo. «Los fotoperiodistas sufrimos la crisis como todo hijo de vecino. Solo los que viven de rentas, estafan al prójimo o venden cocaína no la padecen. Como dice Toni Albir, un gran fotógrafo de la agencia Efe, yo no estoy en contra del fotógrafo del móvil, de Instagram, del que está en el momento oportuno: ¡yo estoy en contra de que ese tipo regale la foto! ¡Que le paguen lo que vale la foto del león comiéndose al tipo que se tira al foso! Así los medios valorarán el trabajo de los fotógrafos».

Demasiadas barreras

Albert Bertran coincide con este planteamiento, no con el discurso reivindicativo y sonoro de Cogolludo. «Es evidente que si se incendia una casa, el vecino hará la mejor foto: se asomará con su camarita digital o con su móvil e inmortalizará al bombero sacando a la abuelita por la ventana. Y, cuando yo llegue, ya solo podré hacer la casa en ruinas. O, tal vez, ni siquiera eso, porque la policía me impedirá acercarme». Pero Bertran, que critica el millón de límites que ponen a su profesión («el Barça te da 10 minutos, te coloca en un corralito y todos hacemos la misma foto con la misma óptica»), reinvidica que «el fotoperiodismo es mucho más que una imagen. Nosotros no solo ilustramos, tratamos de enviar mensajes, a través de una foto, que ayuden a interpretar qué ha ocurrido».

Un trabajo reivindicativo

La colombiana Consuelo Bautista, que ha disparado millones de clics en todas direcciones y, por supuesto, el 80% de ellos de forma desprendida en proyectos reivindicativos o humanitarios, afirma que «vivir de la fotografía en pleno 2014 es un milagro». O eso cree ella, que denuncia esa tiranía de: «Si no lo haces tú, lo hará otro a mitad de precio». Bautista cree que debería ser el momento de elegir a los mejores. «Por eso esta muestra es un grito de honestidad, un trabajo cómplice, combativo, plural, muy bien pensado».

«Es evidente que todo el mundo lleva una cámara en su bolsillo. Una cámara por la que habla y se comunica. ¡Cómo no va a hacer fotos!» Joan Monfort sí siente, a menudo, la sensación de que sobra, pues las empresas publican lo primero que encuentran en las redes sociales y, como decía (gritaba, ¿no?) Cogolludo, ¡sin pagar! «La competencia estimula, cierto, pero la competencia desleal no es justa. No hay duda de que una imagen seguirá valiendo más o igual que mil palabras, pero no es menos cierto que los fotógrafos tenemos que reinventarnos, como otras muchas profesiones, y adaptarnos a los nuevos tiempos cuanto antes».

En busca de nuevos soportes

Un maestro que ha dado ese paso (¡ojito! ¡vaya zorro! sin soltar la cámara de fotos... aún) ha sido David Airob, uno de los últimos premios World Press Photo por su trabajo Calcio Storico, medio vídeo, medio fotos, que realizó con David Ramos. Los davides se repartieron foto y vídeo, y Airob tuvo su primera gran experiencia como cameraman. «Lo que me salía instintivamente con la máquina de fotos, clic a clic, era una tortura con la cámara de vídeo. No sabía mirar, no sabía ver, no sabía encuadrar». Pero... ya sabe mirar, ya sabe ver, ya sabe encuadrar. «El primer día de filmación fue como entrar en una sala de tortura y no saber quién te pega, cómo y dónde. No había visto nada y, lo que había visto, no sabía si lo tenía grabado». Pero Airob ya sabe lo que es pasar de lo fijo al movimiento. Y todo eso que tiene aprendido y ganado.

La unión hace la fuerza

«Estoy con Agustí [Carbonell], es fantástico trabajar, aunque solo sea un día, para nosotros. Ser tu jefe, tu editor, tu comisario ¡un placer!», relata Cristina Calderer. «Eso es esta exposición: lo que nos ha dado la gana a cada uno de nosotros. Libertad, ¡caray!». Cuando oigo a Cristina me acuerdo de papá, que siempre defendió que los fotógrafos jamás se habían hecho valorar y siempre habían aceptado ser «los últimos monos de la redacción, una gente rara». «Hay un punto de individualismo en todo ello, de coleguismo mal entendido, que nos impide unirnos para luchar por la dignificación de nuestra profesión», concluye Calderer.

Tú ves, miras, paseas, te paras, disfrutas, analizas, te distraes, debates, te apasionas frente a las 365 fotos. Y en cada una ves algo, intuyes todo y disfrutas del mensaje. No es el aquí te pillo, aquí te mato. Quique García fue ¡seis veces al pantano de Sau para ver la estelada en lo alto del campanario! Y en dos ocasiones no la pudo fotografiar porque no hacía viento y solamente se veía un palo, una antena, no parecía una bandera. «Yo no estoy en contra de que todo el mundo sea fotógrafo, ya me defenderé de eso. De lo que estoy en contra, como dice el maestro Juan Guerrero, es de que se publiquen fotos con faltas de ortografía: torcidas, desenfocadas, mal encuadradas, mal cortadas, ¡impublicables! No me opongo al intrusismo, sino a las malas fotos». A García le fastidia que la tecnología haya alejado a los fotógrafos de las redacciones: «El roce con los colegas agudiza tu ingenio y del diálogo salimos beneficiados todos».

Acosados por el móvil

«Me gusta mi profesión, me gusta el trabajo diario y el que me invento para mí o lo míos. Me gustan los colegas y el contacto con la redacción, pero me duele la banalización de la profesión. Tengo la sensación de que, tanto en textos como en imágenes, empieza a valer todo. Y eso duele, no me parece justo, aunque se diría que a algunos les reporta buenos beneficios», critica Pere Puntí. «Yo, como explica Bertran, no criticaré –ni siquiera lo considero competencia porque solo es oportunismo– estar en el sitio justo en el instante adecuado, contra el tipo que hace la foto con el móvil en el momento en el que el león se come al tío que se lanza a su foso. Pero, a partir de ese instante, todo lo demás es conocimiento y experiencia, porque muchos de nosotros llevamos 30 años haciendo clic para tratar de convertir esa imagen en algo más que una instantánea».

En manos de las agencias

Juan Guerrero, Francesc Melcion, Susanna Sáez, Àlex García, Ana Jiménez, Laura Guerrero, Carles Ribas, Albert Masias, Marcel.lí Sàenz, Toni Albir, Miquel Anglarill, Josep Losada, Inés Baucells, Josep Lago y Vicens Giménez también forman parte de este proyecto global. Ignoro si alguno de ellos comparte la dureza («es lo que siento, no puedo decir otra cosa») de Danny Caminal: «Yo creo, al menos en referencia a los diarios, que somos los últimos de Filipinas. Detrás nuestro ya no contratarán a nadie más. Me temo que el modelo es imitar a Europa, cuyos periódicos se nutren de grandes agencias». Y Caminal se expresa así muy dolido y haciendo de tripas corazón: «La nueva generación es una maravilla, hacen unos trabajos brutales y, si hay que ir a la guerra y jugarse la vida, se la juegan».

Podría contarles de qué va la exposición e, incluso, hacer algo mejor, pedirle a su ideólogo, Julio Carbó, que no quiere salir, que se oculta, que pasa de mí, cómo se gestó y cúal es su objetivo. Pero está demostrado que es imposible explicar una foto en mil palabras, así que ¡imagínense describir 365 imágenes!

Una visita obligada

Bajen a Las Ramblas, acérquense a Colón, entre en el Arts Santa Mònica, el museo que, hace dos años, describió maravillosamente el mundo del ballet en una espléndida exposición. Pues bien, ahora ha despertado el volcán del mundo de la imagen y una lengua de lava ardiendo en colores y sugerentes tonalidades de negros, grises y blancos recorren sus paredes. Todo empieza con un baño y acaba con un caganer. El teatral ¡mucha mierda! también debería ser un grito fotográfico. Estos chicos/as se merecen tener suerte. La misma que les proporcionará a ustedes esta exposición.