LA NIT DE L'EDICIÓ

De los tebeos a Machado

Joan Manuel Serrat recuerda su recorrido lector en la entrega del Premi Atlàntida de los editores catalanes

Joan Manuel Serrat, Daniel Fernández y Ferran Mascarell, ayer.

Joan Manuel Serrat, Daniel Fernández y Ferran Mascarell, ayer.

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Decir que aprendió a leer en la calle podría sonar a mitología de barrioPero eso es, ha dicho Serrat en la noche de los editores catalanes, rigurosamente cierto. Aprendió a juntar letras de la mano de la joven Conxita, que le llevaba al colegio. Ul-tra-ma-ri-nos («esa me costó», dijo), Sants-Bar-ce-lo-ne-ta (el tranvía...), Cu-chi-llas-La-Pal-me-ra (también en el tranvía). Da para una canción. Pero se trataba del discurso de agradecimiento de un Serrat, reconocido como poeta por el presidente del Gremi d'Editors de Catalunya, que ha recorrido su carrera como lector.

«Yo solo leía tebeos. La editorial Bruguera hizo magnífica mi infancia», ha dicho. Aunque ha reconocido que sus puntales eran Hazañas bélicas, El guerrero del antifaz Roberto Alcázar y Pedrín. Las primeras, con unas «piruetas políticas» a la hora de repartir papeles de malos y buenos por naciones que quizás podrían tener algún paralelismo actual... pero bueno, aquí lo deja. Los últimos, bendita inocencia, aún no le hacían sospechar de que los héroes siempre viajasen acompañados de «ayudantes jovencitos y rubios».Después, la crueldad de Corazón estuvo a punto de arruinarle la afición. La escueta biblioteca paterna (de El Coyote a Ben-Hur y Madame Bovary) lo redimió. La necesidad de memorizar a Bécquer para satisfacer a una novia rubia estuvo a punto de extraviarlo. Y un invierno trabajando en la gélida Jaca, con la única alternativa de borrachera en dura competencia con la guarnición de la plaza o lectura, hizo de él el popularizador de tantos poetas.

Precisamente que la escuela, con las experiencias de préstamo e intercambio de libros, no fomente el valor de tener una biblioteca personal ha sido una de las quejas del presidente del gremio en la Nit de l'Edició (no ha hecho en cambio ninguna referencia a que las lecturas no sean tan disuasorias o más que Corazón). Más lamentos: que la ley de la propiedad intelectual no cuente con recursos para ser efectiva, el descenso de la compra de fondos en las bibliotecas y que a pesar de que el sector editorial cree más empleo o riqueza que el audiovisual, el del carbón o el del automóvil y necesite «ayudas e incentivos directos», las administraciones ni se planteen algo que se parezca a un plan PIVE.

Pero el presidente del Gremi tampoco se quiere poner negativo. Se felicita de que, tras un previsto repunte en Navidad, la caída del sector acabe el año en un 5%-6% (en lugar del 7,2% acumulado en lo que va de 2014, sumando ya un 40% desde el 2008), e incluso de que la Generalitat prometa un plan de fomento de la lectura (no consta si el mismo presentado ya varias veces, u otro).