NUEVO TRABAJO DE uno de los CREADORES FRANCeSes con más proyección

'Madama Butterfly', en un friso ilustrado de 10 metros

Benjamin Lacombe pinta la ópera de Puccini en un desplegable monumental

Benjamin Lacombe, en Barcelona, ante uno de sus dibujos de 'Madama Butterfly'.

Benjamin Lacombe, en Barcelona, ante uno de sus dibujos de 'Madama Butterfly'.

ANNA ABELLA / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De niño, a Benjamin Lacombe (París, 1982), su madre, apasionada de la ópera, le llevaba de acompañante al teatro porque a su padre le aburría. Y él lo veía como algo para mayores, que no entendía. Hasta que llegó a Madama Butterfly. Madama Butterfly«Me emocioné y lloré. Fue la primera vez que comprendí lo que supone una ópera. Por eso quise hacer un libro que transmitiera lo que yo había experimentado oyéndola», recuerda el reconocido ilustrador francés, que con las emociones que le provocó la representación de la historia de amor desengañado de una gueisa por el joven oficial estadounidense Pinkerton ha creado un nuevo y mágico libro objeto, que se convierte en un insólito desplegable de 10 metros de longitud inspirado tanto en la dramática y sublime ópera de Puccini como en la novela autobiográfica de Pierre Loti Madame Chrysanthème.

La Madama Butterfly (Edelvives / Baula) de Lacombe es una obra de gran formato que se abre como un quilométrico biombo japonés. En una cara desarrolla dos actos. Uno, de texto, en el que hace hablar a Pinkerton en primera persona y descubre sus remordimientos por haber abandonado a esa «mariposa que debía ser suya aun a costa de quebrarle las alas». Y otro, donde los sentimientos de Butterfly afloran a través de las simbólicas ilustraciones del innovador Lacombe. «Es la espera de la mujer loca de amor por el hombre que nunca llega, que mantiene la esperanza en que volverá, hasta que descubre que no lo hará y sabe que no puede hacer otra cosa que morir», constata durante una escapada a Barcelona. En la otra cara, como un tercer acto operístico, el autor une a los protagonistas en un delicado y bello friso que se despliega cual alas de mariposa, a trazos azules a lápiz y acuarela, como las porcelanas niponas.

Capaz de imprimir su icónica personalidad a obras tan dispares y brillantes como Los amantes mariposa, Genealogía de una bruja, El herbario de las hadas, el pop-up Cuentos silenciosos o sus versiones de Nuestra señora de París, de Victor Hugo, y de los cuentos de Poe, Lacombe expone las intimidades de la creación de Madama Butterfly hasta el 1 de marzo en el museo Abc de Madrid

Sensación de vértigo

Para reflejar los remordimientos de Pinkerton, que «refleja la mentalidad colonial de Estados Unidos de sentirse autorizados para llegar a un país y llevarse lo que les interesa», el ilustrador recurrió a la novela de Loti. «Sus obras son como libros de viajes y, a través de sus ojos, los de un americano de su época, vemos cómo conoció el Japón de principios del siglo XX. Era un autor muy abierto y comprensivo hacia culturas de Oriente y África, pero curiosamente no entendió la japonesa», opina. Frente al texto, contrapone la versión en imágenes de Butterfly. «Simboliza la distancia entre ambos y la incomunicación que les provoca no conocer la lengua y cultura del otro. Por eso confluyen los dos en el desplegable, metáfora de la historia».

Son 10 espectaculares metros que difícilmente pueden abrirse de una tacada en una casa. «Refleja el sentimiento de lo que es la ópera, donde todo es grande, exagerado, extremado. Las voces, el maquillaje, las luces, la duración. Quería transmitir esa sensación de vértigo». Vértigo que, seguro, también destilarán sus próximos trabajos: la historia de amor entre Leonardo da Vinci y su discípulo Salai, el diario secreto de María Antonieta y la ópera Carmen