Hanif Kureishi: «Estar en la picota no me da ningún miedo»

El escritor británico regresa con 'La última palabra', un inmisericorde retrato de las miserias del mundo editorial

Hanif Kureishi, en su visita a Barcelona, el  pasado miércoles

Hanif Kureishi, en su visita a Barcelona, el pasado miércoles

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Viene engalanado por su célebre encanto hosco, una mezcla de «me enfrentaré a la indignidad de conceder una entrevista con la mayor elegancia posible» y grandes dosis de sorna soterrada. Su desazón solo se aprecia en el modo en que hace girar sus dos ostentosos anillos a medida que medita las respuestas. Es Hanif Kureishi (Londres, 1954), primer ejemplar de que lo que en los 80 se vino a llamar escritor angloexótico, en este caso padre pakistaní y madre inglesa. Joven airado entonces, de piel oscura y perfecto acento high class, capaz de hacer la radiografía feroz y certera de la Inglaterra en la era Thatcher. Ahora, más reposado pero con la misma mala baba, vuelve con La última palabra (Anagrama), un inmisericorde retrato de las miserias del mundo editorial ejemplificado en las figuras del indio Mamoon Azam, vaca sagrada de las letras británicas (en el que no hace falta mucha imaginación para reconocer al Nobel V. S. Naipaul) y Harry Johnson, su joven biógrafo inglés en busca de un buen escándalo que convierta su trabajo en un best-seller.

-No sé que habrá pasado en su vida, quizá sea la aparición de su nueva novia italiana, lo cierto es que ha recuperado un sentido del humor que le faltaba a su última novela.-A medida que me hago mayor me gusta más escribir en clave de comedia. Pero me preocupaba que esta obra fuera solamente divertida. También deseo que a mis personajes les pasen cosas, no necesariamente agradables.

-Pues así es. Su mirada despiadada sigue estando en buena forma.-Me alegro mucho de oír eso. Es algo que me halaga.

-¿Cree que su novela habla de la imposibilidad de la biografía? ¿Toda biografía es una obra de ficción?-Se pueden explicar los detalles de la vida de alguien, su nacimiento, dónde se casó, el colegio al que fue, pero una obra de arte implica algo más. Una canción de Bob Dylan o una novela de Balzac dejan el sentimiento de cómo vivieron un momento en concreto. Puedes leer miles de biografías de Dylan pero ninguna te dará la experiencia que él ha vivido y trasmitido en sus canciones.

-¿Cómo se sentiría más cómodo como objeto de una biografía o como biógrafo?-Jamás he escribiré una biografía, no me interesa. Pero no tengo objección a que se escriba una sobre mí. Y seguramente me interesará leerla, para enterarme de lo que he estado haciendo en los últimos años.

-Una biografía siempre excita nuestro lado chismoso. La última vez que vino a Barcelona estaba muy interesado en la última novia de Jeannette Winterson. ¿Se reconoce cotilla?-Soy un gran chismoso, lo confieso. Los escritores en general lo somos, especialmente cuando nos reunimos. La gente nos imagina cenando ceremoniosamente con serias conversaciones sobre la forma y el desarrollo de un soneto, pero es falso. Lo que nos preocupa es quién se casado de nuevo o quién se ha divorciado...

-En el libro se puede leer que un escritor suele ser amado por los extraños y odiado por su familia. ¿Suscribe personalmente esa frase?-¿Me está preguntando si mi familia me odia? Ja. Philip Roth dijo que cuando un escritor nace en una familia, la familia muere. Es decir, que todos los escritores utilizan a su familia para su escritura. Pero ese es el peligro de hablar. Hablar siempre es peligroso.

-¿Entonces para escribir se necesita cierta dosis de egoismo?-Bueno, estar en la picota no me da ningún miedo. Si no te gusta que te miren, mejor te dedicas a otra cosa.

-Usted ha predicado con el ejemplo, en Intimidad mostró los detalles de su divorcio. ¿No se ha arrepentido? 

-No, me encanta situarme en ese remolino. Si no estás ahí en cierto modo no existes.

-Ha negado sistemáticamente que Mamoon sea Naipaul, pero leyendo su novela no podría estar más claro. No sé si me lo querra negar otra vez...-La verdad es que no conozco a Naipaul muy bien. Yo soy muy amigo de su mujer, que es pakistaní y es muy amiga de una de mis tías. Pero no era mi intención hacer un retrato muy concreto de él.

-Pues si conoce a su esposa sabrá si Naipaul se ha reconocido en ese personaje monstruoso.-Bueno, él ya apenas lee. Hace unos cuantos años que se encuentra mal y no le interesa mucho el mundo exterior. No tengo ni idea. Solo sé que es un grandísimo escritor.

-¿El gran autor indio y el joven escritor inglés son el reflejo de su propia identidad dual?-Estaba interesado en escribir sobre un tipo joven que, como yo, ha nacido en Inglaterra y también sobre un tipo indio, como también soy yo. Pero lo que realmente quería hacer es un libro sobre la literatura, el arte de la escritura, el comercio de la escritura y el negocio de la escritura. Cómo te ganas la vida escribiendo.

-Y en ese retrato quien sale peor parado es el editor, un tipo nefasto.-Pero es un gran personaje, no me lo negará. Quizá sea el retrato de un editor de los 80, antes de que este negocio se volviera más corporativo. En la Inglaterra de entonces, la mayoría de las editoriales eran independientes. Luego se fusionaron y todo se volvió mucho más aburrido. La gente empezó a beber menos, todos se comportaron mucho mejor. En fin, un asco.

-El libro también transmite una sensación de final de trayecto respecto a la recepción de la gran literatura.-Cuando yo era niño, en los años 60, había autores que traspasaban los límites de la literatura. Pienso en Truman Capote, Norman Mailer, Gore Vidal, Camus o Sartre. Naipaul tambien estaría en esa liga. Sí, todo eso ya no existe y lo echo mucho en falta.

-Su novela acaba diciendo que lo que un verdadero escritor es «un forjador de palabras, un contador de importantes verdades», alguien capaz «de cambiar las cosas». ¿Lo cree de verdad? ¿La literatura puede cambiar las cosas?-Hay muchos escritores y periodistas que están en la cárcel en todo el mundo. Y eso muestra el poder de la literatura. Los escritores suelen estar en el objetivo de muchos políticos porque precisamente están contando la verdad. Sí lo creo.