La luz de Antoni Arissa vuelve a Barcelona
Una exposición en el CCCB reivindica la obra del fotógrafo, exponente de las vanguardias
Hace cuatro años, 900 negativos del fotógrafo vanguardista catalán Antoni Arissa (Sant Andreu, 1900-Barcelona, 1980) salieron a subasta por 30.000 euros. La Conselleria de Cultura declinó pujar y fue la Fundación Telefónica quien se hizo con ellos. Si la Generalitat hubiese dado el paso, quizás el redescubrimiento de la obra de Arissa estaría aún esperando su turno, haciendo cola tras otros fotógrafos cuyos fondos conservan los archivos públicos desde hace años, como Gabriel Casas o Josep Maria Sagarra, sin que se les haya dedicado aún operación de recuperación alguna. Pero que el fondo acabase en la Fundación Telefónica de Madrid ha permitido que la obra de Arissa, llena de luz y de sombra, haya podido ser valorada gracias a la exposición inaugurada hace cinco meses en Madrid y que hoy llega al CCCB. Así está, ocho años después del caso Centelles y tras varios planes estratégicos, la política de patrimonio fotográfico en Catalunya.
Arissa forma parte, con autores como Pere Català Pic, Emili Godes, Josep Sala, Josep Maria Lladó, Josep Massana, Ramon Batlles o Gabriel Casas, del grupo de fotógrafos catalanes que introdujeron en España los aires de la Nueva Visión, la vanguardia fotográfica de los años 20. Una generación que de forma colectiva ha sido reivindicada desde el MNAC (con la exposición Praga, París, Barcelona en el 2010 y dándoles un protagonismo merecido en la nueva presentación de la colección permanente del museo de Montjuïc) pero sin que se haya podido profundizar de forma individual en la obra de muchos de ellos. Eso es lo que han podido hacer ahora los comisarios de la exposición y autores del catálogo que la acompaña, Rafael Levenfeld y Valentín Vallhonrat.
Arissa, tipógrafo de profesión, se inicia en la fotografía en el año 1922, en el marco del corriente pictorialista. Tras un breve escarceo con la fotografía documental en los años 1927 y 1928 (como el reportaje del Somorrostro recogido en la muestra), a partir de 1930 toma, explicó ayer Levenfeld, «un derrotero totalmente distinto». Su carrera fotográfica, sin embarjo, queda seccionada, como en otros tantos casos, en 1939.
Rafael Levenfeld destacó ayer que la obra de Arissa, a diferencia de los colegas profesionalizados en el fotoperiodismo o que se pasaron al uso propagandistico de la fotografía durante la guerra civil, extraía sus temas de lo cotidiano, sin necesidad de recurrir a escenarios épicos, «llevando al súmmum de la expresividad y la plasticidad lo que otros consideraban vulgar» y utilizando constantemente como elementos formales «las luces, las sombras y los reflejos».
La exposición muestra 161 fotografías, elegidas entre los 900 negativos de la Fundación Telefónica, los 1.900 que conserva desde hace años el Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya y unos escasísimos tirajes originales. Una videoinstalación de Kazuhiro Goshuima, que como Arissa juega con las sombras de los objetos, complementa la exposición.
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